Ampliando Horizontes

De niños a todos nos preguntaron alguna vez qué queríamos ser cuando fuésemos mayores. Cuando aún existía la Educación General Básica, más conocida como EGB, hacia el quinto curso había un libro de texto titulado "Promesa de hombre", en el que se nos ofrecía a los estudiantes de la época todo un abanico de posibilidades en cuanto a oficios.


Muchos soñábamos con convertirnos en maestros, médicos, escritores o policías y, cuanto más claro parecía que lo teníamos, más pronto cambiábamos de idea y apostábamos por un futuro completamente diferente.

En nuestros continuos cambios de parecer influían mucho las series de la televisión del momento. ¿Quién no fantaseó con la idea de ser detective privado viendo Starsky y Hutch,  Los Angeles de Charlie o El Santo? 





¿A quién no le entraron ganas de aprender a bailar o a componer cómo lo hacían los protagonistas de "Fama"? 








¿O quién no pensó en estudiar derecho mientras veía las peripecias de los chicos de la serie traducida en España como "Vida de estudiante" (The Paper Chase)?









Dos décadas más tarde, otras series con sello español, como Periodistas u Hospital Central pudieron influir a la hora de que muchos jóvenes se decidiesen a diseñar su futuro, orientándose hacia dichas profesiones. No cabe duda de que la televisión sigue ejerciendo un influjo importante en las vidas de quienes la miramos,

Basta con fijarnos en el impacto que han tenido fenómenos como Gran Hermano o en las audiencias que están consiguiendo los mega programas del cotilleo para hacernos más conscientes de esa realidad. De repente, todo lo que nuestras madres nos enseñaron en su día que debíamos ocultar de nosotros mismos, o sea, nuestras miserias, ahora resulta que es lo que la gente se empeña en mostrar a diestro y siniestro. Muchos niños y adolescentes ya no quieren ser maestros, ni médicos, ni ingenieros, ni periodistas. Ahora sueñan con entrar en Gran Hermano, presentar reality`s show`s o tener su propio canal de youtube.


La cultura del esfuerzo, de luchar por lo que se quiere conseguir, de perseverar en intentar ser mejores y de no caer en las trampas de los caminos fáciles, parece que pasa por sus horas más bajas. Aunque, afortunadamente, la realidad no siempre se corresponde con esa versión tan distorsionada que algunos se empeñan en mostrar de ella. Cierto es que en los últimos años han proliferado muchos freakies que pretenden seguir a rajatabla la ya vieja cita de "vivir de los padres hasta que puedan vivir de los hijos", pero no es menos cierto que, en paralelo a éstos personajes tan insustanciales, también discurren por nuestro día a día otros jóvenes y no tan jóvenes que nada tienen en común con ellos, pues no paran de experimentar, de aprender, de crecer con cada nuevo descubrimiento, de levantarse con espíritu renovado tras cada nueva caída ni de abrirse a más posibilidades para intentar no cerrarse ninguna puerta.

Si hace treinta años creíamos que debíamos aprender uno de los oficios que se explicaban en el libro "Promesa de Hombre" para conseguir ganarnos la vida honradamente hasta el momento de jubilarnos, los jóvenes de hoy  y los que lo fuimos hace 30 años hemos aprendido a marchas forzadas que ya nada es para siempre, que los oficios ya no nos van a durar toda la vida y que, pese a ello, nuestras facturas se van a seguir generando todos los meses y de algún modo tendremos que hacerles frente.

Ya no hay una edad concreta para formarse y los conocimientos ya adquiridos no son garantía de nada si nos negamos a actualizarlos y a ampliarlos. El mundo se nutre de realidades cada vez más cambiantes y nosotros tenemos que devenir agentes activos de tales cambios. De lo contrario, caeremos por el camino y a nadie le resultaremos ya útiles.

No podemos conformarnos con el horizonte que nos fijamos como meta hace 30, 20, 10, 5, 1 año o ayer mismo. Porque nosotros ya no somos los mismos de hace 30, ni 20, ni 10, ni 5, ni 1 año, ni ayer. Igual que cambian nuestras células y nuestros órganos internos, igual que cambia nuestro vestuario y cambiamos nuestras costumbres, nuestras relaciones con los otros y nuestras opiniones, también tienen que cambiar nuestras metas en función de nuestras necesidades reales y del momento concreto por el que estemos atravesando.

El dicho popular "Nunca digas de este agua no beberé" resulta muy ilustrativo en este caso. Porque nunca sabemos lo que el destino nos puede deparar ni lo que acabaremos haciendo para ganarnos la vida o para no atormentarnos demasiado con ella. Nunca es tarde para aprender una nueva habilidad, ni para trazarnos una nueva meta. A veces no conseguimos ver realizados nuestros sueños porque el miedo que nos infunden los obstáculos que creemos absurdamente que nos bloquearán el camino nos minan las fuerzas para luchar por ellos. Tal vez deberíamos recordar que a veces la imaginación es mucho más atroz que lo que acostumbra a depararnos la realidad. 

El horizonte siempre esconde lo que nos espera detrás de él. Pero ese velo de incertidumbre no nos impide asistir cada día al nacimiento de otro sol ni de las esperanzas que trae con él. 

Todo es posible si nos empeñamos en crear las ganas y la ilusión para que lo sea. Sólo nos basta con querer para poder, siempre que seamos consecuentes con lo que realmente somos, con nuestras limitaciones y con el potencial que tenemos.


Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749

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