Siendo o Estando
Mi padre siempre decía: “Ni son todos los que
están, ni están todos los que son”. Él se refería a los internos del
psiquiátrico en el que estuvo ingresado en tres ocasiones en la última década
de su corta vida. Padecía de un trastorno que en aquel momento denominaban
“psicosis maníaco depresiva” y hoy en día conocemos como “trastorno bipolar”.
El uso que hacemos de las palabras acaba
determinando el sentido que le damos a nuestra existencia. En ese cometido
cobran mucho protagonismo los verbos transitivos. Ser no es lo mismo que estar,
aunque en algunas lenguas como el catalán se utilicen a veces indistintamente.
Por ejemplo, para decir “Estoy aquí”, solemos decir “Sóc aquí”. Pero es
importante que tengamos claros los conceptos, sobre todo cuando los utilizamos
para referir enfermedades o estados de ánimos.
No es lo mismo decir: “Estoy enfermo” que
“Soy un enfermo”. Las connotaciones son muy diferentes y nos pueden inducir a
utilizar estrategias muy distintas a la hora de enfrentarnos a la enfermedad y
tratar de vencerla.
Por muy dura que sea la enfermedad que
padezcamos, definirnos a nosotros mismos como enfermos es una manera de
negarnos todas las otras facetas de nosotros mismos que, pese a la enfermedad,
siguen intactas. Que estemos enfermos no implica que no podamos seguir siendo
todo lo que somos en todas las áreas de nuestra vida.
No dejemos que la
enfermedad se imponga como nuestra única realidad posible.
Cuando hablamos de salud mental, esta
cuestión aún se complica mucho más. Porque una persona no deja de ser quien ha
sido hasta entonces sólo porque le diagnostiquen un trastorno bipolar, o una
esquizofrenia, o un Alzheimer, o un Parkinson.
Siguen siendo exactamente las
mismas personas que han amado, que han luchado, que han desarrollado una
carrera profesional, que han sufrido, que han superado un montón de obstáculos
y que han sobrevivido a todo lo bueno y
lo malo que ha tenido lugar en sus vidas hasta el momento del fatídico diagnóstico .
Lo mismo ocurre con el uso que hacemos de las
emociones. No es lo mismo estar triste que definirnos a nosotros mismos como
personas tristes. El verbo estar implica temporalidad. Algo pasajero, que no es
para siempre, que se nos puede pasar, que nos podemos curar. El verbo ser, en
cambio, implica identificarnos con aquello que nos está pasando de manera que
llegamos a integrarlo tan dentro de nosotros mismos que ya no vamos a permitir
que se vaya.
Podemos estar enfermos, podemos estar
tristes, podemos estar enfadados o incluso podemos estar al límite. Pero eso no
implica que nos tengamos que hacer trampas al solitario y nos podamos rendir al
creernos sentenciados de por vida a cargar con la condena que nos impone una
etiqueta, un diagnóstico que puede estar equivocado o una nota en un examen que
no es la que hubiéramos esperado. Suspender un examen no nos convierte en
fracasados; podemos volver a intentarlo. Padecer una enfermedad no nos
convierte en enfermos de por vida y tener días malos no tiene por qué
convertirnos en personas grises.
A veces, cambiar el chip es tan sencillo como
pararse, respirar hondo y escoger otras palabras para expresar mejor lo que
sentimos.
Para cambiar algo, siempre hay que empezar por atreverse a dejar de
hacer lo mismo de siempre.
Estrella Pisa
Psicóloga col.13749
Comentarios
Publicar un comentario