Años y Vida

Un bebé que haya acabado de nacer en España, tiene una esperanza de vida de unos 80 años si es un niño y de 85 si es una niña. Si ese mismo bebé hubiese nacido en 1960, esa esperanza de vida habría sido de más de 10 años menos. Si nos remontamos a 1900, en esta misma España, esa esperanza de vida bajaría hasta los 35 años y, si osamos viajar en el tiempo hasta la Antigua Roma, nos sorprendería descubrir que esa edad media se situaría en los 21 años.

Cierto es que en todas las épocas estudiadas se han dado casos excepcionales de algunas personas que habían alcanzado la edad de 80 años. En la Antigua Roma sólo lo conseguían una de cada mil personas. La mayoría morían antes de cumplir su primer año, debido a las epidemias, las guerras, la falta de higiene, la precaria alimentación o la falta de vigilancia y cuidados. Ser niño era una odisea y la superaban pocos. Por eso las mujeres debían tener un mínimo de cinco hijos, para asegurar que al menos la mitad sobreviviesen y la población no mermase.

Pese a la situación de crisis que padecemos desde 2008, en España continuamos  manteniendo una esperanza de vida  muy aceptable. En parte debido a la dieta mediterránea y a que nuestras condiciones de vida han mejorado mucho en las últimas décadas. Aunque el impacto que esta crisis (que a veces nos parece que tiene vocación de perpetuarse indefinidamente)  lo iremos descubriendo con el tiempo, cuando se hayan llevado a cabo rigurosos estudios que  determinen cómo esta precariedad laboral, esta falta de ingresos en tantas familias y esta merma en la calidad de los cuidados hacia  muchos de nuestros niños acabarán afectando a su salud futura y a su esperanza de vida.

A veces las crisis sirven para que nos cuestionemos muchas cosas y para que acabemos replanteándonos nuestras verdaderas prioridades en la vida. Está muy bien eso de que cada generación tenga la oportunidad de vivir más años que la generación precedente. Pero no a cualquier precio. Los avances científicos y farmacológicos, junto con el seguimiento de una buena dieta y de un poco de ejercicio, han hecho posible que mucha gente alcance edades muy avanzadas en unas condiciones de salud y de bienestar general envidiables. Pero esos mismos avances no son válidos cuando estamos ante una enfermedad degenerativa que va volviendo más vulnerable a la persona que la padece a medida que va progresando y adueñándose del gobierno de sus músculos, sus huesos, sus órganos y, ¿cómo no? … también de sus neuronas.

¿Vale la pena querer vivir más años sabiendo que cada vez vas a tener más dolor y menos autonomía?  Y, aun cuando se trata de personas que no padecen ninguna enfermedad, pero, más que vivir, parece que arrastran a cuestas sus vidas, ¿les merece la pena seguir adelante? Porque son personas que sólo han aprendido a ver el lado oscuro de todas las cosas, sin preocuparse de buscar un ángulo  diferente que les proyecte una realidad más luminosa, menos triste, más soportable.

¿De qué trata realmente la vida: de añadirle años o de añadirle vida a esos años, por pocos que sean?


Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749

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