Aprendiendo de las Neuronas Espejo
En 1906, un histólogo español llamado Santiago Ramón y Cajal consiguió el Premio
Nobel de Fisiología y Medicina por sus descubrimientos sobre la estructura del
sistema nervioso y el comportamiento de las neuronas en particular. Este
galardón lo compartió con el médico y citólogo italiano Camino Golgi.
Poco más de un siglo
después, las sucesivas investigaciones neurológicas nos han llevado a avances
científicos que no habríamos podido ni imaginar. Pero, cuanto más camino
recorremos más parece que nos queda por recorrer. Sobre todo cuando el objetivo
está en combatir ciertas enfermedades cuyo origen parece residir en errores de
comunicación entre neuronas que propician incrementos o decrementos no
deseables de ciertos neurotransmisores. Este sería el caso de enfermedades como
el Parkinson, el Alzheimer o la Esquizofrenia.
Ante los efectos
devastadores de dichas patologías, cabe la reflexión de que los seres humanos,
pese a lo fuertes y lo invencibles que nos creemos, en realidad somos muy
frágiles. Creemos que nuestra fortaleza está en nuestros huesos y en nuestros
músculos, pero lo cierto es que se halla en nuestras neuronas y éstas viajan
por todos los recovecos de nuestro cerebro flotando en una especie de líquido
amniótico que tiene la consistencia de una sopa química.
Tan importantes como nos
creemos a veces, y resulta que estamos a merced de unos cuántos átomos que, si
se descontrolan, nos pueden convertir en sombras de nosotros mismos. Los que
tenemos la inmensa suerte de no padecer una enfermedad neurológica no tenemos
ni idea de lo privilegiados que somos. Y, sin embargo, continuamente nos
quejamos de casi todo. Hay quien opina que la queja es el verdadero deporte
nacional de los españoles. Es como si estuviésemos programados para ver sólo la
parte negativa de todas las cosas. Y luego nos seguiremos quejando de que nada
nos sale bien. Lo raro sería que, pensando de forma tan negativa, acabásemos
atrayendo algo positivo.
Hay un tipo de neuronas en
el cerebro que se activan cuando observamos a alguien realizando una
determinada acción y sentimos la necesidad de imitarle. Son las denominadas
“neuronas especulares” o “neuronas espejo”. Desempeñan un papel muy importante
en las relaciones sociales y tienen mucho que ver con la empatía y el
desarrollo de conductas prosociales.
Ilustración:
http://www.educapeques.com/escuela-de-padres/las-neuronas-espejo-en-el-autismo-y-posibles-terapias.html
Casi todo lo que llegamos a
aprender en la vida, lo hacemos mediante la imitación de las conductas de
otros. No cabe duda de que la genética que heredamos tiene un peso muy
importante en lo que somos, pero no hay que desdeñar el ambiente en el que nos
desarrollamos. Si hacemos memoria, todos tenemos un maestro o una maestra a
quien responsabilizar de ciertos rasgos de nuestra personalidad. Todos tenemos
un abuelo o una abuela, un padre o una madre, o un tío o una tía especiales.
Nuestra memoria es selectiva y limitada y tendemos a recordar sólo lo que para
nosotros, en el momento en que lo vivimos, supuso un episodio significativo. Y
esos significados que guardamos tan celosamente durante toda la vida sólo
demuestran una realidad: lo importante no es lo que vivimos o aprendemos en sí,
sino la emoción que nos despierta, lo que nos hace sentir. Esa emoción perdura
toda la vida y nos conecta con lo más auténtico de nuestro ser: nuestro sistema
límbico.
Con otras palabras, Blas
Pascal ya vino a decir lo mismo: “El corazón tiene razones que la razón no
entiende”.
Podemos colaborar con
nuestras neuronas provocándoles que piensen en positivo cada vez que fijemos
nuestra atención en lo novedoso, en lo mágico, en lo emotivo y la apartemos de
aquello en lo que nos recreamos siempre como por inercia y sólo nos provoca
dolor. Pensemos en las neuronas espejo y procuremos regalarles imágenes más
constructivas, menos deprimentes. Acabamos recibiendo aquello que ofrecemos.
Mostrando la actitud de siempre ante la vida, difícilmente obraremos ningún
cambio. Quizá ha llegado la hora de aventurarnos a probar nuevas sinapsis.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
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