Trazando Nuevos Caminos

Las personas somos animales de costumbres y, en general, acostumbramos a pecar bastante de demasiado previsibles. Se nos ve venir de lejos  porque nos dejamos atrapar fácilmente por el confort que nos proporcionan los entornos conocidos; aunque luego nos empecinemos en negarlo con todas nuestras fuerzas y en definirnos a nosotros mismos como emprendedores, atrevidos, aventureros  y nada convencionales. Pero la realidad es bien distinta.

Nos cuesta un mundo romper con los viejos moldes y desprendernos de las viejas ideas que, sin que nos demos cuenta, nos siguen condicionando hasta la médula a la hora de seguir nuestros particulares caminos. Creemos que avanzamos, pero en verdad no paramos de dar vueltas en torno a las mismas cuestiones de siempre, sin llegar a resolverlas nunca porque llevamos tantos años con ellas enquistadas que ya  nos parece que no hay manera de extirparlas. Pero el caso es que sí la hay, aunque seamos incapaces de dar con ella. Consiste en  plantarse, en  coger el toro por los cuernos  y decidir zanjar el tema de una vez y para siempre.


A lo largo de nuestra vida, son muchos los momentos cruciales que hemos tenido que afrontar. Nos hemos sentido más de una vez como en el centro de una encrucijada, sin saber qué dirección tomar. Y seguramente hemos sentido algo de miedo y mucha inseguridad. Tener que decidir si te quedas con lo seguro o te decantas por la novedad nunca resulta sencillo y siempre conlleva una importante dosis de riesgo que nos dispara la adrenalina. Pero sólo aquellos que se han arriesgado alguna vez han logrado llegar a alguna parte, aunque ese lugar diste mucho de aquel al que pretendían llegar. El poeta español Antonio Machado ya escribió en su momento aquello de “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.



A veces, cuando tenemos noticias de nuevos avances científicos o tecnológicos nos da la sensación de que ya bien poco debe quedar por inventar, porque difícilmente podemos aspirar a más. Nos equivocamos y bastante más de lo que creemos, porque la investigación no tiene límites. En las últimas décadas, el desarrollo tecnológico se ha desbordado hasta el punto de que cualquiera de las aplicaciones que utilizamos diariamente desde el móvil, el PC o la televisión nos hubiese parecido ciencia ficción hace tan solo un par de años. No podemos ni imaginar lo que podremos hacer dentro de un año, porque la progresión de estos avances es exponencial. Cada día aparece alguien que ha ideado alguna de estas aplicaciones nueva y no tienen que pasar muchos días para que se convierta en imprescindible para mucha gente.

Los avances en medicina, en nanotecnología o en neurociencias están suponiendo una verdadera revolución que no ha hecho nada más que empezar. La investigación con células madre, las microcirugías o la plasticidad neuronal están abriendo una serie de puertas que no sospechábamos ni que existieran en la ciencia. Y esas puertas nos pueden llevar hacia realidades muy distintas, permitiéndonos explorar muchos más caminos de nuestros propios mundos interiores que nos pueden ayudar a mejorar nuestras relaciones con los demás y con nuestros entornos.

Ante tanto cambio constante y tanto aventurero tirando del carro, no podemos seguir instalados en nuestra zona de confort, limitándonos a asistir como espectadores pasivos de todo este desfile infinito de innovación, desarrollo y creatividad. Tenemos la obligación de no quedarnos rezagados y de intentar mantenernos activos y muy despiertos para no perdernos lo esencial.

Podemos pensar que nos ha tocado vivir en tiempos muy extraños, salpicados de enormes contrastes y contrariedades. Pero todos los tiempos han tenido su parte convulsa y su parte dulce para la mayoría de las gentes que han tenido que vivir en ellos. La vida siempre está plagada de dualidad: día-noche, salud-enfermedad, nacimiento-muerte, pobreza-riqueza o guerra-paz.

Cuando de lo que se trata es de vivir y de intentar desarrollar lo mejor de cada uno, las excusas sobran y recrearse en tiempos pretéritos siempre está fuera de lugar. No hay dos caminos iguales y cada uno ha de labrarse el suyo propio. La meta que nos espere al final de cada uno de ellos es lo de menos, Lo importante es caminar, cada uno con sus zapatos y portando su propia mochila. Porque nadie puede vivir por nadie y hemos venido a este mundo a vivir, no a resignarnos a ser meros espectadores de cómo viven los demás.


Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749

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