Sistemas y Anti-Sistemas
Si buscamos la definición de sistema en el Diccionario de la
Lengua de la Real Academia Española, una de las acepciones que encontramos es
la de “conjunto de cosas que relacionadas entre sí ordenadamente contribuyen a
determinado objeto”.
Si extrapolamos esta definición al cuerpo humano,
entendiéndolo como un objeto final, podemos encontrar en él diferentes sistemas
que, coordinados entre sí, contribuyen a su funcionamiento óptimo. Entre estos
sistemas encontramos tres que en los atlas de anatomía delinean perfectamente
nuestra silueta: Son el sistema nervioso, el sistema circulatorio y el sistema
linfático. Íntimamente relacionados con todos ellos, también hallamos el
sistema respiratorio, el sistema digestivo, el sistema urinario, el sistema
endocrino y el no menos importante sistema inmunitario. Y, recubriéndolos a
todos ellos, encontramos el sistema musculo-esquelético. Todos estos sistemas
se componen de diferentes tipos de órganos o estructuras y en estos
órganos encontramos diferentes tipos de células. Estas, a su vez, también
albergan en su interior diferentes orgánulos con funciones muy específicas y
bien definidas.
Nuestro estado de salud va a estar determinado por el modo
cómo cada uno de estos elementos desempeñe correctamente su función. Basta que
alguna de esas células comience a actuar por su cuenta y acabe contagiando con
su rebeldía a otra, para que alguno de nuestros órganos empiece a delatar
problemas. Esas células rebeldes, que podrían estar representadas por las
denominadas células asesinas, podrían ser la respuesta de nuestro organismo
ante un virus o una posible infección, pero también podrían ser debidas a un
proceso cancerígeno que podría suponer una grave amenaza para nuestra vida o
ser la consecuencia de una mutación genética.
Sea cual sea la causa, todos los sistemas de nuestro
organismo se van a coordinar para luchar contra la amenaza que supone esa
rebelión de elementos a los que podríamos denominar “anti-sistema”.
En Psicología Evolutiva, a través de la Teoría Ecológica de
Urie Bronferbrenner, también se habla de sistemas para interpretar las
interrelaciones de los niños con sus entornos más cercano o más alejado y para
tratar de entender cómo estas relaciones afectan a su desarrollo.
Este autor sostiene que el niño y el entorno en el que vive
se influyen mutuamente e identifica cinco sistemas contextuales
interrelacionados:
MICROSISTEMA- Se trata del entorno más cercano al niño, en el
que interactúa diariamente con sus iguales dentro de la familia, en el colegio,
en su vecindario o en el parque donde juega. Se establecen relaciones cara a
cara. Este sistema no es constante en el tiempo, sino que va cambiando a medida
que el niño crece y va ampliando su círculo de amistades e intereses.
MESOSISTEMA- Referido al sistema de relaciones entre los
microsistemas del niño. Puede incluir las relaciones de los padres con sus
maestros o con su pediatra, las relaciones entre los hermanos del niño y los
amigos del vecindario. De la buena interconexión entre esos sistemas dependerá
en buena medida que el desarrollo del niño tenga una base clara y consecuente.
EXOSISTEMA- Este representa el escenario social que puede
influir en el niño, pero en el que no participa directamente. Sería el caso de
las medidas que adopta el ayuntamiento del municipio donde vive para tratar de
frenar la contaminación o los criterios que marca para el acceso de las
familias a las ayudas sociales. Otro ejemplo lo podría constituir la política
interna de las empresas donde trabajan los padres y su modo de implantar la
conciliación de la vida familiar y laboral, o las medidas aprobadas por el
consejo escolar para destinar determinadas partidas del presupuesto del centro
a la dotación de nuevos equipos o de nuevo material de estudio. Todos estos
factores acaban afectando al niño indirectamente.
MACROSISTEMA- Conforma la cultura y la subcultura en la que
el niño vive. Influye en él a través de sus creencias, actitudes y tradiciones.
El mismo niño, educado en un país como España o en un país como Afganistán,
difícilmente se acabará convirtiendo en la misma persona. Porque no sólo somos
herencia genética. Buena parte de lo que somos se lo debemos a la educación recibida,
a la historia de nuestros padres y abuelos, a lo que hemos visto y leído, a lo
que nos han hecho creer o dejar de creer. Es imposible que un niño español
pueda entender el mundo igual que un niño afgano.
CRONOSISTEMA- Se refiere a los efectos del tiempo en los
sistemas del desarrollo, al grado de estabilidad o de cambio en el mundo del
niño. La familia puede cambiar por diversas variables: tras un divorcio o tras
la muerte de uno de los padres, por la pérdida del trabajo de alguno de los
dos, por un traslado de domicilio a otro barrio, otra población o incluso otro
país, por una guerra o una catástrofe con la que nadie contaba.
Toda la exposición de Bronferbrenner nos da una idea de lo
dependientes que somos unos de otros ya desde el momento en que nacemos e
incluso antes, por muy independientes y muy únicos que nos creamos.
En la década de 1940, Ludwig von Bertalanffy concibió la
denominada Teoría General de Sistemas con el propósito de proporcionar un marco
teórico y práctico a las ciencias naturales y sociales. Esta teoría supuso una
verdadera revolución en el pensamiento lógico y en la forma de mirar la
realidad, que acabó influyendo en la psicología y en el desarrollo de una nueva
teoría sobre la comunicación humana. Quizá fue la teoría que le abrió las
puertas al fenómeno de la globalización.
Mientras que el mecanicismo trataba de entender la realidad
reduciéndola a partes muy pequeñas, la teoría de sistemas defendía una forma
holística de observación que argumentaba aquello tantas veces oído de: “Que los
árboles no te impidan ver el bosque”. Esta nueva forma de mirar y de
entender abrió infinitas posibilidades en muchos campos de la ciencia,
difundiendo por todas ellas una serie de principios como los que recoge la
siguiente imagen:
En la teoría general de sistemas, Bertalanffy distingue
entre:
SISTEMA- Totalidad coherente (una familia, un aula de un
colegio o el departamento comercial de una empresa).
SUPRASISTEMA- Medio que rodea al sistema (siguiendo los
ejemplos anteriores: familia extensa, el colegio o el resto de la empresa).
SUBSISTEMAS- Formados por los individuos que componen cada
sistema (cada uno de los miembros de la familiar nuclear, cada uno de los
alumnos del aula o cada uno de los empleados del departamento comercial)
Esta división recuerda mucho a la que realiza Eleanor Rosch
desde su Teoría Prototípica del Lenguaje. Esta autora defiende que los
conceptos están incluidos en una jerarquía que consta de 3 niveles de
abstracción:
CONCEPTOS BASICOS- Una mesa
CONCEPTOS SUPRAORDENADOS- Un mueble
CONCEPTOS SUBORDINADOS- Una mesa de cocina
La palabra mueble puede hacernos pensar en una variedad
bastante extensa de posibilidades. Un mueble puede ser una cama, una silla, un
armario, un sofá, una mesa, un escritorio, una estantería o un tocador.
Asimismo, cada uno de esos muebles puede tener diferentes
tamaños, formas y utilidades. No es lo mismo una mesa de cocina que una de
comedor o una mesilla de noche. Tampoco es lo mismo un armario de ropa que un
armario de cocina o un armario pequeño para guardar medicamentos.
Cada uno de esos muebles puede acabar integrado en un sistema
o en otro, dependiendo de sus características.
La Teoría General de Sistemas también supuso una enorme
influencia en el surgimiento de la Terapia Sistémica, más conocida como
Terapia Familiar.
En cualquier relación entre grupos humanos se puede encontrar
la figura de la “víctima propiciatoria”. En el ámbito de los trastornos
mentales, esta figura también tiene cabida y es más común de lo que sería
deseable. Muchas personas han acabado arruinando sus vidas simplemente porque a
algunos miembros de sus familias les convenía que pagasen ellos en lugar de
otros.
La organización fisiológica de nuestro organismo, la visión
ecológica y contextual de Bronfenbrenner en el desarrollo del niño a través de
diferentes sistemas de interrelaciones que influyen directa o indirectamente en
él y la Teoría General de Sistemas son sólo algunos ejemplos de modos de
interpretar la realidad a través del estudio de los sistemas.
En todas las generaciones, una parte de los jóvenes han
sentido deseos de cambiar sus respectivos mundos y han soñado con liderar esos
cambios. Esa efervescencia de emociones contradictorias y de deseos de luchar
por conseguir un mundo mejor es una expresión muy común cuando los más jóvenes
intentan abrirse un camino en la sociedad y demostrar su valía ante unos
padres, unos profesores o unos primeros jefes que, para ellos, viven en un
mundo demasiado cuadriculado y muy poco cautivador.
Todos los jóvenes de todas las épocas han querido mejorar el
mundo y, gracias a esos sueños, la evolución ha seguido su curso y hemos
conseguido tener una vida mejor que las de quienes nos precedieron.
El problema surge cuando, pasados unos años, algunos de esos
adolescentes ya adultos se mantienen en sus trece de luchar contra el sistema,
porque acaban cayendo en sus propias trampas mentales.
¿Se puede considerar alguien “anti-sistema”
permaneciendo dentro del sistema y teniendo acceso a todos los beneficios que
le confiere ser un elemento de pleno derecho de ese sistema?
¿Se puede alguien llegar a creer que no forma parte de un
sistema al que aborrece, sólo por el hecho de negarse a trabajar para terceros
o a pagar una hipoteca, o a vestirse del modo recomendado en determinados actos
públicos?
¿Se puede alguien creer al margen de la ley sólo por el
hecho de que ésta no le convenza, y presumir de no pagar impuestos ni cotizar a
la seguridad social, pero permitirse la desfachatez de acudir a un
hospital público cuando cae enfermo?
Un verdadero “anti-sistema”, en el mundo globalizado que nos
envuelve a todos, tendría sus días contados sobre este planeta. Porque nadie
puede vivir al margen del sistema. Sería como una célula que pretendiese
subsistir fuera de un órgano y éste fuera del cuerpo al que pertenece. Cuando
una célula cancerígena envenena una zona de nuestro cuerpo, la única opción es
intentar destruirla con las técnicas que tenemos a mano, porque de no hacer
nada, acabará ganando la batalla y matando al organismo del que ella misma
forma parte. Esta célula, como los terroristas fanáticos a los que
desgraciadamente nos hemos habituado en los últimos años, muere matando.
Los “pseudo-anti-sistema” que ocupan propiedades privadas o
que viven de sus padres hasta que puedan permitirse vivir de sus hijos o que se
presentan a las elecciones como una opción alternativa a la vieja política, no
están por la labor de quitarse la vida en su lucha. Por el contrario, ellos
utilizan ese sistema que tanto parece asquearles en su propio beneficio:
optando a sus subvenciones, aprovechándose de sus ayudas sociales, de sus
servicios médicos y asistenciales y de todos sus recursos gratuitos (que en
realidad se amortizan con los impuestos de quienes soportamos estoicamente los
abusos del sistema, pero sin descolgarnos de él).
Uno no puede abandonar la barca cuando se necesitan sus
brazos para remar y pretender volver a ella cuando está alcanzando la orilla
para recoger tranquilamente el pescado.
En cualquier sistema, los derechos individuales son muy
importantes, pero las obligaciones también. Si las cumplimos todos, los
derechos de todos se pueden ver fortalecidos. Pero si una parte de los
elementos constituyentes del sistema se descuelgan de sus obligaciones, al
tiempo que siguen entre nosotros, riéndose de nuestro esfuerzo y abanderándose
como las víctimas de Dios sabe qué conspiraciones… y otra parte de esos
elementos se dejan corromper por los intereses de unos o de otros… seguiremos
siendo un país acosado por la lacra de unos parásitos indefinidos que pueden
acabar minándonos la moral y la fe en cualquier tipo de Justicia.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
Comentarios
Publicar un comentario