La Vida en Gerundios o en Participios
Las formas verbales son las únicas palabras que nos
dotan de vida. Gracias a ellas, podemos expresar lo que sentimos y explicar lo
que hacemos.
Sin ellas, la comunicación con nuestros semejantes
resultaría prácticamente ininteligible por muchos nombres propios, nombres
comunes, artículos, preposiciones o adverbios que pudiéramos usar. Nuestros
mensajes resultarían de lo más ambiguos y carecerían de toda acción.
En todos los idiomas podemos encontrar palabras
realmente hermosas y adjetivos que nos ayudan a relacionarnos muy positivamente
con los demás. No es de extrañar que los enamorados de cualquier parte del
mundo recurran a los poetas para intentar colmar de halagos a sus parejas. Pero
esas bellas palabras, si no van acompañadas de los verbos que les insuflan el
aliento que necesitan para cumplir su cometido, no le servirían absolutamente
de nada a ningún seguidor del Tenorio, por muy apuesto que fuese.
Tal es la fuerza que cobran los verbos en medio de una
frase, que en ocasiones no precisarían de ninguna otra palabra para comunicar
todo su sentido. Si recordamos la famosa cita, atribuida a Julio César “Veni,
vidi, vici” (“Llegué, vi, vencí"), concluiremos que con sólo tres verbos
lo dice todo.
Dentro de las formas verbales encontramos un amplio
abanico de posibilidades a la hora de utilizarlas, pudiendo hablar en pasado,
en presente o en futuro, pero también aventurarnos con los tiempos
condicionales, imaginando qué pasaría si se dieran una serie de circunstancias
y no otras. Así, vemos que los verbos también nos permiten soñar despiertos,
idear otros mundos, abrir otros caminos.
También encontramos en ellos tres conceptos
interesantes en las formas de “infinitivo”, “gerundio” y
"participio”.
El infinitivo viene a ser una generalización de la
acción que intenta definir ese verbo en cuestión: tener, ser, oír, cantar,
mirar, dormir, etc.
El participio define la acción una vez realizada:
tenido, sido, oído, cantado, mirado, dormido, etc.
El gerundio, en cambio, denota la acción propiamente
dicha: teniendo, siendo, oyendo, cantando, mirando, durmiendo, etc.
Los seres vivos estamos en continuo movimiento. Aunque
reposemos, nuestras células nunca descansan. Nuestros órganos no dejan de
segregar enzimas, filtrar fluidos, transformar nutrientes en proteínas,
hidratos de carbono o lípidos, que otros órganos guardarán en la reserva o
utilizarán cuando precisen dotarnos de energía para enfrentarnos con nuestros
retos diarios. Nuestro sistema inmunitario tampoco baja nunca la guardia ante
posibles amenazas externas como los virus o los estragos del estrés.
Aunque parezcamos inmóviles en la cama, seguimos en
activo, por lo que convendría decir que estamos durmiendo y no simplemente
dormidos.
Los participios no resultan efectivos para definir
ninguna de nuestras acciones. Son palabras que nos dejan en stand by, como
cazados por el objetivo de una cámara fotográfica, suspendiéndonos en el
tiempo. “Está dormido, detenido, suspendido, no operativo”.
En cambio, los gerundios nos mantienen en constante
movimiento, porque detallan lo que estamos haciendo, no lo que ya hemos hecho
ni lo que vayamos a hacer después, sino aquello en lo que nos estamos ocupando
ahora mismo.
Porque somos personas en continua transformación y
porque no queremos quedarnos atrapados en un daguerrotipo en color sepia con el
que algún fotógrafo de otra época pretérita quiso congelar la sonrisa y la
candidez de una persona que ya no somos, intentemos vivir el presente
dejándonos impulsar por la fuerza de los gerundios, las palabras con mayor
dosis de voluntad y de iniciativa que se han podido inventar jamás.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
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