Dándonos Cuenta
Las acciones implican reacciones y las causas
provocan efectos. La vida en sí misma consiste en una cadena interminable de
esas acciones y reacciones, de esas causas y efectos. Para mantenernos vivos,
igual que las neuronas, las personas necesitamos establecer conexiones con los
demás. De no hacerlo, todo se pararía para nosotros y acabaríamos vegetando sin
más.
Lo que hace que nuestra vida sea interesante
es la incertidumbre, ese no saber qué pasará a partir de ahora, qué problema
nuevo se nos planteará, qué persona llegará de repente para complicarnos la
existencia o para iluminarnos hacia nuevos caminos.
Hay personas que creen en algo que llaman
destino y aceptan todo lo que les pasa como algo impuesto por alguien muy
superior.
Otras acostumbran a explicar todo lo negativo que les pasa
amparándose en su mala suerte o en la voluntad de terceros de amargarles la
vida.
Pero hay otras personas que asumen sin temor la responsabilidad de sus
propias vidas y se conducen por ellas sin dejar de ser conscientes de cada una
de las decisiones que toman libremente
ni de asumir los riesgos que entrañan. Esas personas pueden considerarse
libres y completamente a salvo de cualquier supuesta maldición del destino o
racha de mala suerte. La suerte nos la construimos cada día conjugando nuestras
creencias con nuestras acciones presentes y el destino… mejor hablemos de
caminos y de los pasos que iremos dando para llegar a dónde nos permitamos
llegar nosotros mismos. Porque las fronteras y las barreras siempre las levanta
nuestra propia mente.
Si miramos a nuestro alrededor, nuestra vida
cotidiana es como un amplio muestrario de ejemplos de acciones y reacciones. Si nada
más sacar un pie de la cama al levantarnos queremos tener luz, sabemos que
debemos presionar el interruptor que tenemos justo al lado de la cabecera de la
cama. Si en el cuarto de baño queremos que salga agua del grifo, primero
deberemos abrirlo. Para obtener un café, primero deberemos seguir paso a paso
el ritual de cargar la cafetera, tanto si es manual como si es eléctrica. Ella
sola no nos dará el café, a menos que nosotros la pongamos en marcha. Lo mismo
nos ocurrirá con la lavadora, la plancha o el lavavajillas.
Fuera del ámbito doméstico, si nuestro
trabajo consiste en hacer tratos con clientes, para propiciar esas
negociaciones tendremos que realizar llamadas, mandar e-mails, preocuparnos por
si han recibido correctamente los productos que les servimos la última vez o de conseguir que nos den cita para una
primera visita en la que poder ofrecerles esos productos o esos servicios. Si
nos limitamos a esperar junto al teléfono a que sean ellos quienes nos llamen o
nos escriban, difícilmente llevaremos a nuestra empresa a buen puerto.
En nuestras relaciones personales con
familiares o amigos, si queremos mantenernos unidos a esas otras personas,
tendremos que interesarnos por ellas mediante llamadas o mensajes, quedando
para salir a pasar un buen rato o para celebrar una comida familiar. Si optamos
por esperar que siempre sean los otros quienes nos llamen o nos requieran de
alguna forma, llegará un momento en que esos otros, por mucho que nos aprecien,
se hartarán de nuestro más que evidente desinterés hacia ellos y, simplemente,
dejarán de preocuparse por nosotros.
Si nuestras acciones tienen consecuencias,
nuestras no acciones, nuestro inmovilismo, nuestra desgana, nuestro recluirnos
en nuestro palacio de cristal, también provoca efectos en los demás: al final
nos acaban pagando con la misma moneda de indiferencia.
Lejos de entenderlo, cuando somos conscientes
del tiempo que ha transcurrido desde el último encuentro o la última
conversación con esos seres queridos, nos ofendemos porque creemos que pasan de
nosotros. Lo que no vemos es que esa distancia que ahora nos parece tan
palpable, la empezamos a marcar nosotros con nuestra pasmosa pasividad.
La vida no es lo que nos pasa o lo que nos
hacen, sino lo que provocamos con nuestras acciones o no acciones. Lo que
decidimos o no decidimos. No podemos pretender que los demás sean responsables
de cómo nos sentimos por hacer o no hacer ciertas cosas. Esos otros no tienen
por qué pasarse la vida pendientes de nosotros, decidiendo por nosotros que nos
tenemos que mantener todos unidos. Es lógico que llegue el día en que se cansen
de dar tanto a cambio de tan poco y decidan dedicar su preciado tiempo a otras
personas que les aprecien y les correspondan de un modo más equitativo.
Lo más triste de estas situaciones es que los
individuos que las provocan con su desinterés hacia el resto no son conscientes
de su responsabilidad ni de la decepción que pueden llegar a causar en los
otros. Simplemente porque nunca se han atrevido a mirar más allá de su propia
nariz, a mirar con los ojos de los otros, a trascender su propia realidad para
interesarse por la de los demás. Acostumbrados a que siempre sean otros los que
decidan cuándo reunirse, nunca se les ha pasado por la cabeza que ellos también
pueden decidir cuándo les apetece pasar un día con sus hermanos o con sus
amigos. Cuando esa costumbre se prolonga en el tiempo y deriva en rutina, llega
un momento en que ya se dan por hecho demasiadas cosas y se pasan por alto
demasiadas otras. Se cae en las conductas automáticas, en las acciones
repetidas, en las frases hechas, en el no pensar, no sentir, como quien vive
bajo los efectos de una eterna anestesia. Y ese desconectar de la realidad que
se sucede a nuestro alrededor, ese quedarse en
Babia de nuestras abuelas, o ese mirar sin ver es lo peor que le puede
pasar a un ser humano. Porque no vive ni siente la vida, simplemente la ve
pasar de largo.
Hubo un neuropsiquiatra y psicoanalista alemán,
de origen judío, que halló una palabra para resumir una terapia con la que
pretendía ayudar a este tipo de personas a despertar de su letargo. Esa palabra
era AWARENESS (que podría traducirse como “darse cuenta” ) y ese gran médico
fue Fritz Perls, creador junto a su esposa, Laura Perls, de la Terapia Gestalt.
Nacido en 1893 en Alemania, fue un alumno difícil por sus rarezas y sus muestras de indisciplina. A los 13 años le expulsaron del
colegio por mala conducta. Muy crítico con la forma como su padre vivía su
religión, desde muy joven se consideró ateo. Su padre le puso a trabajar de
aprendiz en una tienda contra su voluntad, hecho que empeoró aún más su
relación ya de por sí conflictiva. Cuando murió su padre, Perls se negó a
asistir a su funeral y tiempo después retomó sus estudios por su cuenta. Aunque
éstos estuvieron relacionados con el teatro, un mundo que siempre le fascinó y
que años más tarde le sirvió de ingrediente a la hora de gestar su terapia, no
renunció a estudiar medicina.
Después de haberse librado del servicio
militar por una malformación cardíaca, fue enviado al servicio auxiliar,
entrando en la Cruz Roja como voluntario a los 22 años. Enviado durante nueve
meses a las trincheras en el frente en Bélgica, vivió un verdadero horror, al
ver cómo sus compañeros y él mismo caían heridos o morían a manos del enemigo. Allí perdió a uno de sus mejores amigos.
En 1920, ya acabada la guerra, se doctoró en
Neuropsiquiatría a los 27 años. A pesar de su carrera, no perdió el interés por
el teatro, ni dejó de frecuentar los cafés izquierdistas de la contracultura,
ambiente que le permitió relacionarse con filósofos y artistas cuya influencia
sería determinante en su futuro.
En 1923 viaja a New York con la intención de
homologar allí su título de medicina y ejercer como neurólogo, pero encontró una competencia tan brutal
entre los profesionales de su campo y una barrera tan grande con el idioma, que se sintió
frustrado y decidió regresar a Alemania en 1924.
Dos años más tarde conoce a Karen Horney,
quien le adentrará en el mundo del psicoanálisis: aunque tiempo después Perls
creará su Terapia Gestáltica en contraposición a él. Por esa misma época conocerá
a la psicóloga Laura Posner, la que se convertirá en su esposa y madre de sus dos hijos, al
tiempo que se convertirá también en su fiel colega de profesión.
En 1933, después de ejercer unos años como psicoanalista en Franckfurt, fue consciente del peligro que corrían su familia y él en la Alemania de un Hitler que acababa de llegar al poder, dada su condición de
judíos. Primero decidió marcharse a Holanda, pero al demorarse su permiso para
trabajar en ese país, decidió aceptar la propuesta que le hizo Ernest Jones
(amigo y biógrafo de Freud) de ir a trabajar a Sudáfrica.
Trasladada toda la familia a Johannesburgo,
fundó allí junto a Laura el Instituto
Sudafricano de Psicoanálisis.
En 1936 se celebra el Congreso Internacional de Psicoanálisis en Praga al que decide acudir presentando una ponencia sobre “Resistencias orales”, que pretendía complementar los trabajos de Freud. Pero de allí se marcha con tres decepciones:
- La fría bienvenida que le ofreció Freud, no prestándole ninguna atención a su obra. Esto provocó la ruptura definitiva de Perls con el psicoanálisis.
- El reencuentro con Wilhem Reich, quien había sido su psicoanalista en 1929 y de quien tanto creía haber aprendido, resultó frustrante, dado que Reich ni siquiera le reconoció ni tampoco se interesó por su vida.
- El nulo interés que despertó su obra por parte del resto de los psicoanalistas que se congregaban allí. Nada que ver con la acogida que Perls hubiera esperado.
En 1936 se celebra el Congreso Internacional de Psicoanálisis en Praga al que decide acudir presentando una ponencia sobre “Resistencias orales”, que pretendía complementar los trabajos de Freud. Pero de allí se marcha con tres decepciones:
- La fría bienvenida que le ofreció Freud, no prestándole ninguna atención a su obra. Esto provocó la ruptura definitiva de Perls con el psicoanálisis.
- El reencuentro con Wilhem Reich, quien había sido su psicoanalista en 1929 y de quien tanto creía haber aprendido, resultó frustrante, dado que Reich ni siquiera le reconoció ni tampoco se interesó por su vida.
- El nulo interés que despertó su obra por parte del resto de los psicoanalistas que se congregaban allí. Nada que ver con la acogida que Perls hubiera esperado.
Cuatro años más tarde, ya en 1940, publica en colaboración con su esposa el libro “Ego, hambre y agresión”. Sus contenidos provocan la exigencia de su renuncia a seguir siendo miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Pero Perls se negó a aceptar esa renuncia, pues aunque no compartía sus principios ortodoxos, el psicoanálisis había sido su primera escuela.
En 1942 Sudáfrica entra en la Segunda Guerra
Mundial y Perls decide alistarse en la armada como psiquiatra hasta que
finaliza la guerra. En ese tiempo se sorprende reproduciendo conductas que en
su adolescencia tanto le había reprochado a su propio padre: relaciones fuera
del matrimonio, maltrato a su mujer y a sus hijos, conducta irascible, etc.
En 1946 decide abandonar Sudáfrica, su familia y sus pacientes para marcharse a New York, en
busca de nuevas experiencias. Los primeros momentos fueron duros, porque la
mayoría de los psicoanalistas le dieron la espalda, tachándole de desviado.
Pero tuvo la suerte de reencontrarse con Karen Horney y ella, junto con Erick
Fromm y Clara Thompson (una ex alumna de Ferenczi) le ayudaron a establecerse y
a conseguir nuevos clientes. Un año después, su familia dejó Sudáfrica para
trasladarse a vivir de nuevo con él en América.
En 1954 crea junto a Laura Perls el primer Instituto
de Gestalt en New York y, dos años más tarde, crea el de Cleveland.
A partir de ahí, deja la dirección de estos
centros en las manos de Laura y otros colaboradores y él se dedica a viajar por
todo el país, impartiendo talleres y conociendo a otros terapeutas de quienes
se nutre para seguir desarrollando su terapia.
El Psicodrama de Moreno, la Toma de Conciencia de Charlotte Selver o la
Cientología de Ron Hubbart fueron algunas de sus fuentes.
Con el tiempo, Perls se cansa de la vida que
lleva y de su matrimonio. Decide abandonar a Laura, aunque nunca llega a
separarse oficialmente de ella. Continúa con sus viajes y se inicia en infinidad
de nuevas experiencias. Tontea con el LSD, fuma como un carretero y empieza a
padecer problemas cardíacos. Eso no le impide seguir adelante en su afán de
descubrir cosas nuevas.
Con 70 años emprende un viaje alrededor del
mundo que le llevará 18 meses. Vive un tiempo en Israel rodeado de jóvenes artistas
que se enorgullecen de no hacer nada. Allí se inicia en la pintura. Pero pronto
se aburre de tanta desidia y decide viajar hasta Japón, donde vivirá 2 meses
recluido en un monasterio zen. Le atraía el zen porque creía que era una
religión sin Dios, pero al ver cómo cada mañana montones de fieles se postraban
a los pies de la imagen de Buda, concluye que el zen sólo genera monjes, igual
que el psicoanálisis sólo podía generar psicoanalistas, por lo que decide
enterrar ambas doctrinas y volver a EEUU.
Esta vez recaló en California donde, junto a Michael Murphy, dio forma a Esalen, un lugar donde teóricamente se daban conferencias con artistas y escritores de renombre, como Aldous Huxley. En realidad, lo que allí se llevaba a cabo era más un desmadre en toda regla: abuso de alcohol, drogas, sexo, etc.
Esta vez recaló en California donde, junto a Michael Murphy, dio forma a Esalen, un lugar donde teóricamente se daban conferencias con artistas y escritores de renombre, como Aldous Huxley. En realidad, lo que allí se llevaba a cabo era más un desmadre en toda regla: abuso de alcohol, drogas, sexo, etc.
En 1968, ya con 75 años, la imagen de Perls
fue portada de la revista Life, en la que le proclamaban como “el rey de los
hippies”. El caso es que, con la llegada del movimiento hippie, las ideas de
Perls parecían haber encontrado su lugar en el mundo. La sociedad empezaba a
reclamar su derecho a vivir en libertad, a desencorsetarse de sus viejos
tabúes, a disfrutar del cuerpo y de su desnudez y a atreverse a ser quien en
realidad se era.
Fritz Perls murió dos años después, en la
primavera de 1970, debido a un cáncer de páncreas.
Pese a su controvertida vida y sus
excentricidades, nos dejó un legado incalculable que ha contribuido a ayudar a
muchas personas a encontrarse a sí mismas y a poder aceptarse sin problemas de
conciencia.
Entre los fundamentos de la perspectiva
gestáltica, encontramos por orden de importancia:
- DARSE CUENTA- Tomar conciencia de quienes somos, qué sentimos, qué
pensamos o qué nos está pasando en este preciso momento y estar alerta para que
nada se escape a nuestra atención ni a nuestro conocimiento. Mostrarnos cómo
somos y no como creemos que otros creen que debemos ser. Alejar de la mente los
prejuicios y los miedos. Liberarnos y liberar nuestros sentidos para que nos
permitan expresar lo que queremos y no lo que pensamos que deberíamos querer.
- CONCEPCION HOLISTICA Y SISTEMATICA- El ser humano entendido como una
unidad indivisible que se extiende también a su entorno, haciéndose necesario
tener en cuenta el contexto en el que se desarrolla una persona para llegar a
entenderla.
- VALORACION DEL AQUÍ Y AHORA- El pasado sólo cobra alguna importancia
cuando está directamente relacionado con algo que nos está ocurriendo en el
presente. En caso contrario, se valorará lo que está presente en contra de lo
que está ausente.
- IMPORTANCIA DE LA EXPERIENCIA- Se
valora la experiencia en sí misma. No hay que buscarle explicaciones a cuanto
nos ocurre, sino experimentar abiertamente eso que nos ocurre.
- ENFASIS EN LA RESPONSABILIDAD-
No se niegan las diferentes influencias que haya tenido la persona a lo
largo de su vida, entre las que destacan la herencia y el ambiente en el que ha
vivido, pero sí se enfatiza la importancia de lo que hace la persona con todo
ese legado. Esto nos lleva a lo que decía Albert Ellis y que ya habían
defendido algunos filósofos griegos: Lo importante no es lo que nos pasa en la
vida, sino lo que hacemos con todo eso que nos pasa y el modo cómo lo
interpretamos.
- EL CICLO DE SATISFACCION DE NECESIDADES- Mediante el que se consigue
la homeostasis del organismo, describe el proceso desde que surge una necesidad
hasta que ésta es satisfecha.
- LAS RESISTENCIAS- Los obstáculos intrapersonales que pueden impedir el
proceso de satisfacción de necesidades. Perls las denomina “mecanismos
neuróticos” . La persona tendría que tomar conciencia de ellas y emplearlas en
función del momento y de la situación. Estas resistencias pueden ser sanas o
patológicas y se enumeran cuatro: Introyección, proyección, retroflexión y
confluencia.
- LAS POLARIDADES- Nuestra
existencia no tendría sentido sin tener en cuenta las realidades opuestas que
nos envuelven: noche-día, amor-odio, vida-muerte, dolor-gozo, norte-sur,
joven-viejo, blanco –negro, cuerpo-mente. Un concepto de cada uno de esos
dualismo no podría entenderse sin el otro, como el yin y el yan, ambas polaridades
integran la misma totalidad.
- CICLOS DE CONTACTO Y RETIRADA- Hay momentos en que necesitamos
sentirnos cerca de los demás y buscamos su contacto. Mientras en otros momentos
nuestra necesidad es estar un tiempo solos, conectar con nosotros mismos y
desintoxicarnos de mundo para cargar las pilas y volver a empezar.
- EL CUERPO Y LAS EMOCIONES- Prestar atención a lo que expresamos a
través del lenguaje no verbal y ser consecuentes con lo que sentimos,
potenciando la expresión de nuestras emociones.
- MICRO Y MACROTECNICAS- Las primeras se refieren a lo que el terapeuta
hace momento a momento durante la sesión terapéutica. Las segundas implicarían
los experimentos o las acciones que el terapeuta le pide al paciente que lleve
a cabo.
- TRABAJO INDIVIDUAL EN UN CONTEXTO GRUPAL- Perls consideraba que el
grupo era más eficaz para vencer resistencias y que la información que aporta
se convierte en pruebas de realidad para el paciente individual.
Cuando se habla de Gestalt, lo primero que
nos viene a la cabeza es una de sus máximas: “El todo es más que la suma de sus
partes”.
Potenciemos el desarrollo de ese todo que
somos y del que no siempre somos conscientes. Dejemos de escarbar en el
supuesto origen de nuestras miserias, como hacían los primeros psicoanalistas,
y atrevámonos a dejar de excusarnos en un pasado que ya no podemos cambiar para
ocuparnos de un presente que está por estrenar y que podrá ser el que nos dé la
gana que sea, siempre que tengamos muy claro que nuestra libertad no puede
pasar por encima de la de los demás, que nuestras necesidades son igual de
importantes que las de esas otras personas que nos importan y que, para ser uno
mismo, no es necesario hacerle daño a nadie. Podemos pensar diferente, soñar
más alto y vivir con mucho menos miedo, pero sin renunciar nunca a la empatía,
al respeto y al derecho que todos los demás tienen a ser como son o cómo
quieran ser.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
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