Manipulando la Información
Durante la Guerra Civil española, fueron
numerosos los brigadistas internacionales que se dieron cita en nuestro país
para combatir el fascismo que se avecinaba. Entre ellos estaba George Orwell, que llegó a Barcelona en la
Navidad de 1936, alistándose al día siguiente en el Partido Obrero de Unificación Marxista
(POUM). Sería herido de bala en el cuello unos meses más tarde, en el frente de
Huesca, salvando la vida de milagro y perdiendo temporalmente la voz. Declarado
no apto para continuar combatiendo, volvió a Inglaterra en 1937.
Su experiencia en la guerra marcaría toda su
obra posterior, que podría resumirse como un canto contra toda forma de
totalitarismo. "Rebelión en la granja" y "1984" son, quizá, sus dos obras más
emblemáticas y conocidas.
En estos días de tantos ataques cruzados entre España y Catalunya, la obra de Orwell está muy presente porque, viendo, oyendo y leyendo las noticias que difunden los medios de comunicación de una y otra parte, se pone de manifiesto que la manipulación informativa que él denunciaba hace setenta y cuatro años sigue demasiado vigente y, lejos de menguar, parece que va en alza.
Entre los brigadistas que vinieron a ayudar
al bando republicano durante la Guerra Civil española, llegaron dos fotógrafos
cuyas fotos dieron la vuelta al mundo: Ernö Andrei Friedmann, más conocido como
Robert Capa, y su pareja sentimental, Gerta Pohorylle, más conocida como Gerda
Taro. Él era judío y natural de Hungría; ella nació en Alemania, aunque era hija de
judíos polacos. Ambos huían de la Alemania de Hitler y se embarcaron en la
arriesgada aventura de cubrir la guerra española como corresponsales. Ambos
hicieron muchísimas fotografías que nos resultan muy familiares a la mayoría,
pero ella se dejó la vida en la Batalla de Brunete, atropellada por un tanque
republicano tras salir despedida del vehículo en el que viajaba después de una
fuerte colisión.
Robert Capa y Gerda Taro |
Algunas de las fotografías de Capa siempre
han estado en el ojo del huracán por la sospecha de que no recogiesen momentos
realmente acontecidos, sino puestas en escena. Tal es el caso de la fotografía
denominada “Muerte de un miliciano”.
Muerte de un miliciano- Fotografía de Robert Capa en el Cerro Muriano- Córdoba- 1936 |
Entendidos en la materia mantienen la tesis de que la postura en la que cae el cuerpo no se corresponde con la que adoptaría si le hubiese impactado realmente un disparo. La camisa aparece inmaculada, sin el menor rastro de sangre ni de suciedad. Se supone que en el frente los hombres no tienen ocasión de asearse ni de lucir atuendos impecables como el de la foto.
En plena sociedad de la información, estamos
más manipulados que nunca. Prensa escrita, televisión, radio y redes sociales
nos muestran una versión de los hechos totalmente sesgada y oportunista, en
función de quien les paga. Lo importante ya no es informar, sino llegar a
convencer. Lo que pase realmente parece que ya no le interesa a nadie, porque
lo que ahora mismo prima sobre todo lo demás es el impacto mediático que causa
el uso de unas afirmaciones u otras. ¿A quién le importan las verdaderas
víctimas? ¿A quién le importa el bien común?
Estos días, es innegable y condenable la
brutalidad empleada por los refuerzos de la Guardia Civil y la Policía Nacional
enviados a Catalunya. También la empleada en Murcia en las manifestaciones
exigiendo el soterramiento de la línea del AVE.
Pero exagerar lesiones e inventarse muertos
tampoco ayuda a ganar mucha credibilidad. Gritar A por ellos, como si esos
policías y guardias civiles marchasen a la guerra, no ha contribuido,
precisamente, a que los catalanes les pudiesen acoger de la mejor de las
maneras; y los insultos gratuitos de un lado y de otro en las redes sociales,
así como la tendencia a generalizar en exceso, tampoco demuestran madurez
alguna ni en los unos ni en los otros.
La mayoría de los que se pronuncian sobre unas
ideas u otras, lo hacen esperando sacar algún beneficio propio. Más votantes,
mayor popularidad o más sobres en B de quienes financian sus posturas. La
cuestión es que siempre es el pueblo llano el que se parte la cara y se deja la
piel por defender lo que cree justo, mientras los que tendrían que arreglar las
cosas se limitan a seguir pertrechados en su egocentrismo enfermizo, sin dejar
de proferirse amenazas mutuamente.
Si la violencia es el último recurso de la
incompetencia, la negación al diálogo es el mayor error que podemos cometer los
humanos. Cuando dos mandatarios no son capaces de sentarse a hablar y de
esforzarse en encontrar una solución que le convenga a los pueblos de ambos, no son dignos de
seguir en sus cargos y deberían tener la dignidad de plantarse y cederle su
sillón a otros cuyas mentes sean más flexibles.
No podemos seguir suspendidos en esta
sucesión de manipulaciones cruzadas, alimentando las diferencias en lugar de
acallarlas, generando un odio que no existía hasta ahora y que a algunos parece
que les conviene que se instaure entre todos nosotros, con el único objetivo de
reafirmar sus tesis descabelladas.
Tendamos puentes, ejerzamos la autocrítica y
no le demos credibilidad a todo lo que nos cuenten sin haberlo contrastado
primero. Las cosas, cuando se sacan de contexto, pueden parecer justamente lo
contrario de lo que se ha querido expresar.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
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