Obteniendo la Respuesta Contraria
Con frecuencia nos lamentamos de que dos
personas o dos grupos de personas, cuyas decisiones nos afectan en mayor o
menor medida a todas las demás, no sean capaces de ponerse de acuerdo, ni que
sea en un mínimo punto que les sirva de partida para levantar un puente que las
una en lugar de distanciarlas más.
Ese lamento colectivo no es algo nuevo, sino
tan antiguo como la propia humanidad, que tantas veces se ha visto al borde de
abismos sin sentido y se ha sentido contra las cuerdas por la sinrazón de quienes,
pudiendo arreglar esos desencuentros, han preferido seguir adelante en sus
huidas hacia ninguna parte, en un intento enfermizo de preservar sus mutuos
orgullos y su mutua ceguera.
Cuando estos conflictos se dan en política,
aun cuesta más entenderlos, porque a los políticos se les suponen unos
atributos que deberían permitirles conducirse de otra manera. La diplomacia, la
capacidad de diálogo, las habilidades de negociación, la persuasión y la mente
fría serían algunos de ellos. Pero cuando vemos a políticos que se niegan al
diálogo, que se cierran en banda en sus convicciones y que utilizan una
cuestionada legalidad para justificar su inmovilismo, sólo nos queda asumir
nuestra impotencia o reafirmarnos más en nuestras posturas contrarias, sin ser
conscientes de que, haciéndolo, estamos pecando de lo mismo que nuestros
adversarios.
La psicología, ciencia que estudia el
comportamiento humano, también tiene respuestas para estos desencuentros y esta
mutua resistencia a encontrar soluciones por encima del derroche de
testosterona y de los egos heridos. La explicación está en el fenómeno de la
REACTANCIA PSICOLOGICA, también conocido como PSICOLOGIA INVERSA.
La reactancia psicológica se produce cuando
la persona siente amenazada su libertad y se siente impulsada a restaurarla. En
ella juegan un papel decisivo cuatro componentes:
-
La libertad percibida
-
La amenaza a esa libertad
-
La reactancia
-
El restablecimiento de la libertad
Las fuentes de amenaza de eliminación de
libertades pueden ser:
- Amenazas personales – Una madre le exige al hijo que ordene su
habitación antes de salir con sus amigos.
- Amenazas impersonales- No poder realizar la excursión prevista por un
cambio de tiempo inesperado.
- Amenazas autoimpuestas- Cuando hemos de tomar una decisión, vernos
obligados a sopesar antes los pros y los contras de casa opción.
En el intento de explicar la reactancia
psicológica, hemos de analizar una serie de parámetros:
- Expectativa de libertad- Cuanto más libre se sienta una persona para
afrontar una amenaza, más reactancia activará. Pero si esa misma persona no se
siente libre, difícilmente podrá rebelarse contra dicha amenaza.
- Fuerza de la amenaza- Cuanto
mayor sea la amenaza percibida, mayor será la reactancia activada, llegando a
su cota más alta cuando la persona sienta que su libertad ha sido totalmente
anulada.
- Importancia de la libertad-
Cuanto más importante sea para una persona la libertad amenazada, más
reactancia experimentará.
- Proporción de libertades amenazadas-
La reactancia será mayor cuanto mayor sea el número de libertades
amenazadas. También será mayor si se sospecha que esa amenaza puede prolongarse
en el futuro.
- Legitimidad de la amenaza- La cantidad de reactancia dependerá de la
legitimidad de la fuente que amenaza la libertad o libertades del individuo en
cuestión. Si esta amenaza proviene de una autoridad, la reactancia puede ser
menor; pero, si se trata de limitaciones impuestas por la ley, se darán
intentos indirectos de restaurar la libertad perdida.
Entre los efectos de la
reactancia, encontraríamos tres:
- Restauración directa- Se da cuando la persona en cuestión sigue
percibiendo su libertad intacta, pese a la amenaza. Se resiste a que le
prohíban ciertas conductas y decide hacer oídos sordos. Basta que a un niño le
digan que no haga algo, para que lo acabe haciendo con mayor frecuencia.
- Restauración indirecta – La persona puede dejar de realizar la
conducta que se le ha prohibido, pero cambiarla por otra equivalente. “Si no me
dejan hablar en clase, buscaré otra manera de molestar a mis profesores y
compañeros”.
- Respuestas subjetivas- La persona puede optar por replantearse la
situación y cambiar el chip, pero también puede mostrar hostilidad hacia el
agente que ha amenazado su libertad de acción.
Visto todo esto, podemos sacar la conclusión
de que las amenazas y las imposiciones nunca resultan el método más efectivo
para lograr que alguien cambie de opinión. Más bien, provocan el efecto
contrario.
Cuanto más nos empeñemos en dejar que pululen
a su libre albedrío nuestras demostraciones de fuerza, nuestro más sucio y
banal vocabulario y nuestras más cobardes salidas de tono, más cerca estaremos
del abismo, de la ruptura definitiva y del caos más extremo.
No olvidemos que nuestra libertad termina en
el punto en el que empieza la libertad de los demás. Desde nuestro ángulo de
visión divisamos una realidad que creemos única, pero nos engañamos del mismo
modo en que se engañan aquellos que nos miran desde su propio ángulo de visión
creyendo que la realidad que ven es la única legítima.
Intentemos mirar todos un poco más allá.
Pongamos nuestras emociones a enfriar y utilicemos un poco esas neuronas
nuestras de las que con tanta frecuencia nos olvidamos. Dejemos de mirarnos el
ombligo y analicemos el problema con amplitud de miras, extendiendo sobre la
mesa todas las cartas y sopesando todas las posibilidades. Hagamos un ejercicio
de brainstorming (o tormenta de ideas) y atrevámonos a salirnos de los márgenes
que nos encorsetan, cual si fuésemos sardinas en una lata de conserva. Hay más
mundo del que nos cabe en nuestro egocentrismo y más opciones viables de las
que creemos cuando nos enrocamos en marcos constitucionales que deberíamos haber
reformado hace mucho tiempo.
Si las leyes que tenemos no nos sirven para
entendernos, cambiémoslas.
Si los líderes que nos representan nos
decepcionan, cambiémoslos.
Si la democracia en la que vivimos nos hace
sentir oprimidos, cambiémosla.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
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