Definiendo la Vida
En abril de 2004, el psiquiatra argentino Jorge Bucay impartió un taller en un
hotel de Roses (Girona) sobre uno de sus libros: El camino de la autodependencia. Nada más empezar, nos pidió a los
sesenta asistentes que definiésemos lo que era para nosotros el mundo con una
sola palabra. Las sesenta personas que le escuchábamos representábamos un
amplio abanico de edades, nacionalidades, profesiones, circunstancias
personales e intereses distintos. Hubieron muchas respuestas en positivo:
Oportunidad, regalo, experiencia, aventura, maravilla, tesoro, reto o misterio.
Pero, quizá en la misma proporción, también se dieron muchas respuestas
negativas: Problema, sufrimiento, sacrificio, dolor, amargura, mentira, estafa,
infierno o mierda.
Finalizado este ejercicio, Bucay nos pidió que completásemos una
frase utilizando la misma palabra que habíamos dado como respuesta a su primera
pregunta de ¿Qué es el mundo?-
La frase a completar no era otra que ”Yo soy
__________“
Es evidente que las personas que utilizaron
respuestas negativas no se sintieron igual que las que usaron respuestas
positivas. No es lo mismo definirte como un regalo o como una oportunidad, que
como una mentira o como una mierda.
Quizá la vida sea esa interdependencia entre
lo que somos por dentro y lo que vemos por fuera, la interpretación que hacemos
de todo lo que nos pasa y de todo lo que sentimos.
A lo largo de nuestra historia como humanos,
han sido muchas las voces que han intentado definir la vida. Filósofos, poetas,
científicos, cantantes o sabios campesinos con un puñado de años a la espalda.
Y es evidente que cada uno la ha descrito como buenamente la ha interpretado
según su propia experiencia.
Al margen de la filosofía de cada uno, la
palabra VIDA tiene su origen etimológico en el vocablo VITA (del latín) y también deriva del término griego BIOS, que la
vincula inexorablemente con la biología, que describe la vida como la capacidad de nacer, crecer, reproducirse y morir.
Es en este ámbito de la biología donde encontramos
dos voces interesantes a la hora de ofrecernos una definición de la vida:

Margulis popularizó la palabra Endosimbiosis, que viene a definir una
colaboración e interdependecia constructiva entre diferentes formas de vida. En
la historia de la evolución ha imperado más esta colaboración entre las
especies que la competencia despiadada por la supervivencia. Un organismo que
sólo piensa en función de su supervivencia destruirá, invariablemente, su medio
ambiente y acabará por destruirse a sí mismo.
Argumentaba Margulis que “a menudo nos
olvidamos de hasta qué punto la vida en la tierra es interdependiente. Sin la
vida microbiana nos hundiríamos en nuestros propios deshechos y nos ahogaríamos
en el dióxido de carbono que exhalamos. La mayor parte de la historia de la
vida ha sido microbiana. La naturaleza antigua, vasta y fundamental de nuestra
interdependencia con las demás formas de vida debería dotarnos de cierta
humildad y establecer las bases para poder afrontar el futuro sin falsas
ilusiones. Pese a nuestras continuas quejas, resultamos tan explotadores como
víctimas, y somos consumidos de la misma forma que nosotros consumimos otros
seres vivos. La moralidad de la historia de la evolución es que sólo a través
de la conservación de las especies, de la interacción o creación de redes y no
a través de la subyugación, podremos evitar un final prematuro de nuestra
especie”.
KEN NEALSON- Experto en Geobiología y
Director del Centro para la Detección de Vida de la NASA. Define la vida como
una equivocación, un accidente que no la convierte ni en única ni en especial.
Según sus propias palabras: “Cuando la
primera ameba ingirió una bacteria viva para alimentarse, el mundo ya nunca más
volvió a ser el que era”. Fue el primer acto de depredación de la historia.
Como los humanos, aquella ameba desconocía el proceso de la fotosíntesis,
gracias al cual, la evolución siguió su curso hasta el punto en el que nos
encontramos ahora.
Nealson vino a España en 2012 para
impartir una conferencia y le hicieron una entrevista en el diario ABC. El
titular era “Estoy convencido de que hay
vida fuera de la Tierra".
Afirmaba que, de hallar vida en otros
planetas como Marte, ésta será tan diferente a lo conocido hoy que acabará
cambiando las leyes de la biología. Según él, nuestro principal error a la hora
de buscar vida fuera de nuestro planeta es que buscamos lo que ya conocemos,
sin tener en cuenta que la vida puede adoptar muchas formas diferentes. La vida
hay que definirla por lo que hace, no por lo que parece. Lo aprendido sobre las
bacterias en los últimos veinte años ha cambiado la visión de en qué lugares
podría haber vida aparte de la Tierra. Las bacterias son mucho más resistentes
y duras que los humanos y muy versátiles a la hora de alimentarse y respirar.
Un dato interesante que aportaba Nealson en esta entrevista es que, para
que haya vida, no necesariamente tiene que haber agua. Habla de Titán y de sus
océanos compuestos de etano o metano líquido y aventura que, de albergar vida,
sería muy distinta a la conocida en la Tierra. Al ser las temperaturas muy
bajas, esa vida se desarrollaría muy lentamente. Su aspecto sería muy extraño.
Explica también que el agua es un disolvente polar en el que, si se introduce
una gota de aceite, no se disuelve. En cambio, el metano y el etano carecen de
polaridad y el aceite sí se disuelve en ellos. Esto haría que la vida en ese
ambiente estuviese boca abajo, lo que provocaría que tuviésemos que cambiar
todas las reglas que conocemos hasta ahora.
Al final de la entrevista saca a relucir el
fiasco que cometió la NASA al publicar en 2010 el hallazgo de una bacteria
capaz de vivir del arsénico y que luego fue criticado y rechazado por muchos
científicos entre los que se contaba el propio Nealson.
Independientemente de cómo analicemos la vida
cada uno de nosotros y de qué palabra escojamos para definir el mundo y
definirnos a nosotros mismos, hemos de ser conscientes de que, sin la
Endosimbiosis, nada de lo que conocemos habría resultado posible.
Nuestra manera de conducirnos por la vida y
nuestra organización social, tienen mucho que ver con la endosimbiosis. A
veces, desde nuestro egocentrismo enfermizo, pensamos que los resultados que
obtenemos son fruto únicamente de nuestro esfuerzo individual o de la suerte.
Pero la historia de la evolución nos muestra que estos resultados están
supeditados al comportamiento de los demás. Para que alguien gane, otros tienen
que perder. Esta es una de la máximas que se postulan en la Teoría del Juego.
Siempre podemos optar por competir entre nosotros, provocando que haya
vencedores y vencidos, o procurar que podamos ganar todos escogiendo la opción
de compartir, colaborando entre todos para conseguir la meta común y
repartiéndonos los beneficios conseguidos.
Si en la historia de la evolución hubiesen
primado el egoísmo, la autosuficiencia, la independencia o simplemente la
propia supervivencia, nunca hubiésemos pasado de nuestro estado bacteriano y
nada de lo que existe hoy hubiera sido posible. Quizá ésa sea la realidad de
algunos de los planetas con los que compartimos sistema solar, que no alberguen
vida en ellos simplemente porque a ninguna de sus amebas se le ocurrió comerse
a una bacteria viva.
Si nosotros hemos conseguido el mundo que
tenemos ha sido gracias a nuestra voluntad de colaborar, de compartir, de
conectar entre nosotros, de valernos de lo que nos ofrece la naturaleza para
crear cosas nuevas, de reciclar nuestros deshechos, de idear instrumentos que
nos ayuden a captar micro realidades que se nos escaparían ante los ojos o
mundos lejanos que no podríamos abarcar con nuestros sentidos biológicos.
Aunque esa misma capacidad de progresar en el camino de nuestra propia
evolución como especie nos ha llevado al límite de nuestra propia
autodestrucción. Porque, desde nuestro pedestal de humanos, tal como nos
advertía Margulis, a veces nos olvidamos de respetar a las distintas formas de
vida que hacen posible la nuestra y no hacemos nada para preservarlas,
poniéndolas en peligro con nuestra manía de contaminarlo todo con nuestros
excesos.
Seamos un poco más humildes y no olvidemos de dónde venimos ni hacia dónde pretendemos ir. La vida es un viaje que nos puede ir muy bien o nos puede ir muy mal. Todo dependerá de nuestra capacidad para motivarnos con lo que vayamos encontrando y de las personas que nos encontremos en los diferentes tramos. Si queremos atraer la compañía de personas positivas que nos aporten ilusión, ánimo, ganas de seguir aprendiendo y descubriendo cosas nuevas, deberemos empezar por ofrecerles esa misma imagen de nosotros mismos. Porque atraemos lo que somos por dentro.
Si vamos por la vida
arrastrándonos, quejándonos, dependiendo siempre de otros o cargando a otros,
difícilmente nos escogerán como compañeros de viaje quienes adopten una actitud
enérgica, segura y abierta. La clave está en saber quiénes somos, qué queremos
en nuestra vida y qué no queremos. A partir de ahí, si somos capaces de
responsabilizarnos de nosotros mismos y de aprender a autodepender de nuestras
propias decisiones y elecciones, nada habremos de temer y la vida empezará a
resultarnos algo digno de vivir con verdadera pasión.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
Bibliografía consultada:
Viatge a les emocions- Eduard Punset-
Edicions Destino – 2010
ABC- Entrevista de Judith de Jorge a Ken
Nealson- 26/03/2012
Comentarios
Publicar un comentario