Fundiéndonos con la Niebla
A menudo, lo primero que acostumbramos a
hacer al levantarnos por las mañanas es mirar por la ventana para tratar de
adivinar cómo será el día de hoy. Si hará frío o calor, si lloverá o soplará el
viento o si lucirá un sol espléndido. Pero a veces nuestra curiosidad no se
topa con la imagen esperada, sino con una densa niebla que no nos permite ver
nada.
Esos días que ya se despiertan grises nos
invitan a la precaución, sobre todo si hemos de coger el coche para llegar hasta
nuestro puesto de trabajo o para llevar a los niños al colegio. Cuando en el
aire que nos envuelve hay tanta condensación de minipartículas de agua i polvo
que no nos permiten ver lo que tenemos sólo a unos metros, hemos de ir con pies
de plomo y pisando continuamente el pedal de frenado para evitarnos más de un
susto. No hacerlo sería propio de kamikazes.
Al igual que nuestro planeta sufre fenómenos
como la niebla, las tormentas, los huracanes o la erupción de volcanes, las
personas también estamos expuestas a otros tipos de fenómenos que podrían equipararse
a los atmosféricos, porque de alguna manera acaban alterando nuestras rutinas
diarias y pueden causarnos muchos problemas. Los cambios hormonales que se
traducen en cambios de humor, los malos entendidos, la susceptibilidad extrema,
el temperamento colérico, el desinterés por los demás, el egocentrismo, la
envidia insana o las temidas distorsiones cognitivas en las que todos caemos de
vez en cuando y que nos acaban pasando tan elevadas facturas.
Hay días que, al mirar desde nuestras
ventanas, podemos encontrarnos con un amanecer de cuento que augure una jornada
de lo más luminosa y tranquila, pero nuestra mente no nos permite disfrutarlo,
porque la niebla la tenemos empapando nuestras neuronas y les impide sinaptar
correctamente con sus vecinas porque no las ven. Y esos días, la ley de Murphy
se impone con la mayor de sus crudezas y no conseguimos acertar ni una.
A veces esa sensación de estar atrapados en
la niebla no se refiere ni a la situación atmosférica, ni tampoco a nuestra
cuestionada lucidez mental para ese día concreto, sino a las diferencias de criterio con otras
personas que nos importan o al momento político y económico de un determinado
país.
La niebla siempre resulta muy traicionera y
las formas que intentan abrirse paso a través de ella no siempre se conducen
con las intenciones más adecuadas. Es muy fácil dar un paso en falso y caer,
como también lo es equivocarse en una bifurcación y tomar el camino contrario.
También es fácil decir cosas que en realidad no se piensan y llegar a las manos
sin necesidad de ser violentos.
Ante cualquier tipo de niebla, la mejor
recomendación es tratar de ser precavidos y no tener prisa por resolver algo
que no depende directamente de nosotros, sino de la meteorología, de nuestras
hormonas, de las hormonas de otros o de la política del momento.
No tiene sentido
actuar en caliente, comportándonos como energúmenos faltos de seso y jugando a
ver quién se atreve a llegar más lejos exhibiendo testosterona y estupidez a
partes iguales. Las emociones no son malas, pero hay que aprender a
gestionarlas. No podemos dejarlas actuar a su libre albedrío, porque entonces
dejaríamos de habitar la civilización para volver a buscarnos la vida en la
jungla. Sin leyes y sin obligaciones formales, pero también desprovistos de
todo derecho y de toda lógica.
Desde la psicología se han ideado diferentes
técnicas para fomentar la asertividad. Entre ellas encontramos una denominada Banco de niebla o Técnica de la
Claudicación simulada. Esta técnica nos viene bien en los casos que estamos
comentando, porque nos permite evitar el conflicto. Lejos de dejarnos llevar
por la adrenalina y responder a un supuesto ataque del otro o de los otros
exhibiendo toda nuestra artillería semántica y amenazando con los puños o con
cualquier objeto capaz de propinar daño físico, lo que logra está técnica es
enseñarnos a calmarnos poniendo a enfriar esas emociones y adoptando una
actitud que, a priori, pueda parecer condescendiente al reconocer ante el
adversario que éste pueda tener parte de razón en su argumento, pero sin
renunciar a seguir manteniendo su propio criterio.
No podemos pretender que todo el mundo piense
como nosotros, porque triste mundo sería ése en el que no habría contrastes y
no nos quedaría nada por aprender ni por descubrir. La gracia de estar vivo es
experimentar cada día cosas nuevas y encontrar maneras nuevas de mirar, de
entender, de compartir, de crecer, de disfrutar y de querernos, en definitiva.
Dejarnos llevar por el enojo o el rencor
hasta el punto de ser incapaces de ver nada más, es una forma muy triste de
diluirnos en la niebla y de perdernos por caminos que sólo podrán llevarnos a
la desolación. El mundo no es blanco, pero tampoco es negro y, por supuesto, no
ha de ser gris. Es de tantos colores como la naturaleza es capaz de reproducir
y caben en él tantos pensamientos e ideas como seamos capaces de generar en
nuestras mentes. No permitamos que la niebla nos provoque y consiga que emerjan
nuestras peores versiones para tratar de combatirla. La niebla no se combate,
simplemente se acaba dispersando. Sólo hace falta un poco de paciencia y mucha
empatía.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
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