Educando Príncipes y Princesas
Una de las principales funciones de cualquier
organismo vivo es la reproducción. Da igual si hablamos de protozoos, de
escarabajos o de seres humanos. La finalidad de la vida es perpetuarse en la
descendencia que deja, a su paso, cada generación de individuos de la especie a
la que se pertenezca.
Si ese reproducirse para tratar de perpetuar
la especie es algo que cobra carácter innato e instintivo en el resto de especies sin que ninguna de
ellas pierda su limitado tiempo en cuestionarse nada al respecto, la especie
humana, como en tantas otras cosas, opta por marcar la diferencia y complicarse
la existencia planteándose demasiados
interrogantes y perdiendo un tiempo precioso diseñando un futuro para esa
descendencia que casi siempre acaba distando mucho de lo planeado.
Fieles a esa mentalidad emprendedora que nos
caracteriza, los humanos afrontamos la paternidad pensando en cómo lograr que
esos hijos que están por venir tengan una vida mejor que la nuestra. Ese deseo
de prosperidad es una constante que se repite en todas las generaciones.
Incluso en situaciones de pobreza extrema y de situación de guerra o postguerra
en la que escasea lo más esencial, los padres tienden a reservar el poco
alimento que tienen para sus hijos, sacrificando a veces la propia vida o
arriesgándose a acabar en la cárcel o asesinados por robar para saciar el
hambre de sus pequeños.
Las personas que en su infancia pasaron
hambre y otras calamidades, son las primeras que, a la hora de afrontar la
paternidad se comprometen a no permitir
que sus hijos corran la misma suerte. Es lógico, porque nadie como ellas saben
lo mal que se vive en esa incertidumbre.
La empresa BusinessKids, dedicada a fomentar
el emprendimiento infantil, propone 10 premisas para trabajar con los niños:
1- Dejarlos librar sus propias batallas- Para que este cometido les lleve a buen
puerto, los padres tienen que abstenerse de solucionarles el problema. Dejarles
experimentar, permitirles equivocarse, para que sean ellos mismos los que
aprendan a levantarse después de cada caída y para que puedan sacar sus propias
conclusiones de lo aprendido.
2- Enseñarlos a negociar- Para que aprendan que nada resulta gratuito y que conseguir algo,
implica tener que hacer algo a cambio. Si el niño quiere determinado regalo por
su cumpleaños, es bueno que entienda que sus padres van a tener que hacer un
esfuerzo importante para poder satisfacerle, por lo que no esperarán menos
esfuerzo por su parte (tendrá que sacar buenas notas, arreglar su habitación
cada día o colaborar en cualquier otra tarea doméstica).
3- Darles la oportunidad de tomar sus propias decisiones – Con ello se sentirán más
seguros de sí mismos a la hora de poder escoger la ropa que se van a poner cada
día, la actividad extraescolar que van a realizar a partir del siguiente curso
o si prefieren ir al cine o salir con sus amigos en bici. Pero también serán
más conscientes de sus errores, cuando la decisión no haya sido la más
acertada.
4- Fomentar su seguridad, respaldándoles las buenas ideas – Hay niños y niñas muy
inteligentes o hábiles en determinadas competencias, pero que no tienen el
convencimiento de serlo. Bien por timidez, o por miedo a equivocarse o a hacer
el ridículo delante de sus compañeros, no se ven capaces de dar rienda suelta a
sus ideas. Cuando se da esta situación, siempre hay que animarles a que pierdan
ese miedo y a que crean más en sus posibilidades.
5- Escuchar su opinión – Es bueno permitir que los niños participen en la toma de decisiones
importantes en la familia. Si bien es verdad que, para afrontar determinados
asuntos, por su complejidad, la opinión de los niños casi nunca resultará
relevante, también es cierto que dejarlos al margen les llevará a sentirse
excluidos de alguna forma. Siempre es bueno que opinen, para que se sientan
útiles, aunque finalmente no tomemos la decisión que ellos habrían apoyado.
6- Enseñarles a ser independientes-
Tengan la edad que tengan, es importante aprender a dejar de verlos como
a bebés indefensos e ir demandándoles cierto grado de responsabilidad sobre sí
mismos y los asuntos que les atañen en función de la edad que vayan alcanzando.
Dedicir, negociándolo siempre con los niños, a partir de qué edad han de
empezar a vestirse solos, hacerse su cama, recoger sus ropas y sus juguetes,
empezar a ir y volver solos del colegio, hacer pequeños recados, etc. Todo ello
para que entiendan que tienen derechos, pero también obligaciones y que madurar
implica ser capaz de no depender de que otros te lo hagan todo.
7- Nutrir su conocimiento- Al margen de estar pendientes de su buen aprovechamiento escolar, es
bueno estar alerta y saber detectar las capacidades en las que destacan los
niños para fomentar que las desarrollen de forma más óptima en actividades
extraescolares o procurándoles que tengan acceso a los materiales de los que
precisarían para profundizar más en determinados conocimientos o habilidades.
8- Motivarles
cada día- Un reto difícil, porque la
vida tan ajetreada que llevamos no siempre nos permite disponer de todo el
tiempo que querríamos dedicar a esos niños y, a veces, los nervios y las prisas
nos hacen decirles cosas que no querríamos decirles en realidad. Pero hemos de
tratar de evitar las frases que puedan tener connotaciones negativas en los
niños. Decirle a un niño que no sirve para algo es como sentenciarle a que se
crea un perdedor. Asimismo, tampoco es nada positivo optar por la postura
contraria y hacerle creer que puede hacer cualquier cosa cuando en realidad
sabemos que no es así. Lo ideal es que aprendan a condicionar los logros (siempre
que sean objetivos) con el esfuerzo personal.
9- Fortalecerlos para que puedan
enfrentar las burlas y las críticas- La burla y la crítica son tan antiguas como
la especie humana. Por mucho que se insista desde el ámbito educativo y desde
las propias familias en educar a los niños en la empatía, en el respeto, en la
cooperación y en la igualdad, la realidad sigue escupiendo ejemplares que no se
ajustan a esos valores deseables y muchos otros niños sufren las consecuencias.
Es primordial enseñarles a los niños a hacer oídos sordos de esos ataques que
no se sustentan en otro argumento que el de la envidia o el hacer daño
gratuitamente. En cambio, deben aprender a tener muy en cuenta los argumentos
de la crítica sana, la crítica constructiva, porque les puede ayudar a mejorar
y a seguir progresando en la buena dirección.
10- Predicar con el ejemplo- La mejor manera de enseñarle a
un niño a comportarse cómo creemos que es debido, es adoptando nosotros mismos ese
comportamiento que esperamos ver en ellos. Bien es sabido que aprendemos por
imitación. Por muy buenas palabras que utilicemos para explicarles cualquier norma
o cualquier supuesta lección de vida, si luego resulta que, en la práctica,
estamos haciendo justo lo contrario de lo que les estamos pidiendo que hagan,
acabarán haciendo lo mismo que nosotros.
Vistas estas 10 premisas, el EMPODERAMIENTO
puede resultar una buena estrategia para fomentar la madurez de los niños,
convirtiéndolos en personas independientes y productivas. Pero nunca debería ir
de la mano de la sobreprotección paterna, porque entonces deja de tener un
sentido positivo para convertirse en mero DESPOTISMO.
Ningún padre debería tolerar que sus hijos
traten de ocupar su lugar en la jerarquía familiar. Que se les subleven como
insoportables dictadores que se nieguen en rotundo a acatar las normas que les
imponen sus padres y que acaben implantando ellos las suyas propias. Cuando se
le pierde el respeto a los padres de esa manera, ¿qué clase de respeto van a tenerle a sus profesores o a cualquier
figura que represente alguna autoridad?
Permitir que los niños se salgan con la suya
de esa manera es convertirlos en personas del todo indeseables que lo tendrán
muy difícil para encajar en cualquier tipo de sociedad.
Si queremos a nuestros niños, no les hagamos
creer que son príncipes ni princesas, porque entonces nos creerán reyes y
omnipotentes y, cuando les neguemos algo, nos atacarán sin piedad. Porque no
querrán entender que no disponemos de más recursos, que somos simples
trabajadores que tienen un montón de facturas a las que hacer frente cada mes y
que el dinero no nos llueve del cielo precisamente.
Enseñémosles que son hijos de esos
trabajadores normales y corrientes que no pueden comprarles todo lo que piden,
pero sí pueden procurarles toda la seguridad, todo el amor y todos los valores
que necesitarán para hacerse PERSONAS RESPETABLES.
Los bienes materiales se estropean, pasan de
moda, caen en la obsolescencia. Los valores de los que nos nutrimos las
personas permanecen mientras vivimos e incluso después de nuestra muerte, en la
memoria de quienes nos han querido y respetado.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
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