Desconectando para Mantenernos Conectados
En nuestra vida diaria, muchas veces no sentimos superados por los
acontecimientos hasta el punto de acusar la falta de aire para seguir
respirando. El estilo de vida que llevamos no es fácil y nos exige unas dosis
de esfuerzo continuado capaces de debilitar al más fuerte. De ahí la
importancia de aprender a diferenciar lo importante de lo que no lo es tanto,
lo urgente de lo que puede esperar y lo estrictamente necesario de lo
prescindible.
En un mundo en el que todo se sucede a una velocidad nunca
experimentada antes, la óptima organización del tiempo resulta esencial para
llegar a todo sin quedarnos por el camino. Pero este cometido no resulta nada
sencillo de alcanzar porque los humanos no somos tan fáciles de programar como
las máquinas y estamos expuestos a factores externos e internos que pueden
hacernos tambalear en momentos muy cruciales. Podemos encontrar ejemplos muy
claros de esta circunstancia en los estudiantes que, en época de exámenes, se
ven superados por la materia a estudiar y, por más horas que intenten
dedicarle, no les resultan productivas porque su mente no logra concentrarse en
el estudio, sino que se escapa continuamente por otros derroteros, sin poder
remediarlo. En esos casos, lo mejor es cerrar los libros y tomarse un respiro.
Cuando la capacidad de concentración no acompaña, es absurdo tratar de
invocarla por la fuerza. Lo único que se consigue es la frustración y el
aumento de la ansiedad.
También podemos sufrir bloqueos
similares en nuestro ámbito personal, siendo incapaces de reaccionar ante
situaciones que, sin ser graves, pueden llegar a serlo si no respondemos a
ellas de la manera más adecuada. Discusiones por temas de lo más insustanciales
que se nos pueden ir de las manos en un momento dado y pueden hacernos decir lo
que no sentimos, dañando a terceros que no tienen ninguna culpa de que nosotros
estemos al límite por la presión que estamos soportando en otros ámbitos de
nuestra vida, como el trabajo o la relación que mantenemos con determinados miembros
de nuestra familia originaria.
En la medida de lo posible, siempre que sintamos que algo nos
sobrepasa, deberíamos intentar encontrar la manera de desconectar. Dejar de
llevarnos el trabajo a casa y los problemas personales al trabajo. Tratar de
concentrarnos en lo que estamos haciendo en cada momento y no permitir que
ningún aspecto que no tenga nada que ver con ese ámbito en el que nos
encontramos pueda distraernos de nuestro cometido. Aprender a tratar cada cosa
en su momento, cada problema cuando toca. No adelantar acontecimientos, no
ponernos la venda antes de que se nos produzca la herida.
Buscar estímulos
agradables que nos ayuden a dejar de pensar en lo que ya no toca pensar.
Sumergirnos en actividades que nos permitan oxigenarnos, cargar pilas,
olvidarnos por momentos de lo que nos preocupa. Porque preocuparse no es una buena opción para resolver ningún problema.
La verdadera buena opción es la de ser capaces de ocuparnos de resolverlo cuando nos encontramos de lleno en el
problema. Y esa opción siempre requiere que estemos al cien por cien,
plenamente concentrados en lo que nos ocupa y sin permitirnos dudar de las decisiones
que estemos tomando al respecto.
El miedo a equivocarnos nunca debería ser una
excusa para justificar nuestra no acción. Un error en la estrategia a seguir
nos puede llevar a encontrar la manera de acertar en el futuro. Una no acción
sólo nos puede llevar al estancamiento, a la involución y a acrecentar nuestra
inseguridad hasta límites insospechados.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
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