Sinergias o Conflictos
Los humanos somos seres hartamente peculiares
y complicados. Algunos acostumbramos a abusar tanto de palabras que se nos
quedan tan grandes en la boca que, a base de repetirlas y de malinterpretarlas,
llegamos a creernos que constituyen un rasgo más de nuestra personalidad.
Porque a algunos nos gusta pensar que sólo
nosotros estamos en posición de la VERDAD, de la RAZÓN, de la LÓGICA, de la
DECENCIA, de la EXPERIENCIA, de la HONRADEZ, de la FIDELIDAD o de la PACIENCIA.
Y, del mismo modo que nos atribuimos a nosotros mismos todos esos valores, se
los arrebatamos a los demás. Como si los otros no fuesen sinceros, ni
razonables, ni lógicos, ni decentes, ni experimentados, ni honrados, ni fieles,
ni tampoco pacientes.
Curiosa mirada la nuestra, cuando siempre
vemos la paja en el ojo ajeno y no somos conscientes de nuestras propias taras.
Afortunadamente, hay muchos otros humanos que consiguen vivir al margen de las
grandes palabras y logran centrarse en lo que de verdad importa: lo que, desde
la humildad, podemos llegar a aprender unos de otros para hacernos un poco más
sabios entre todos y pecar menos de todos aquellos excesos que nos acercan más
a los trogloditas que a los hombres y mujeres del siglo XXI.
Si todos los humanos que han poblado la
tierra desde los albores de los tiempos se hubiesen dedicado únicamente a
mirarse su propio ombligo, nunca habríamos conseguido abandonar las cavernas,
ni hubiésemos aprendido a llevar una vida
sedentaria, ni se nos habría ocurrido pensar en desarrollar el lenguaje para
comunicarnos mejor con los demás.
Si hemos avanzado ha sido gracias a todos
aquellos que se atrevieron a usar sus gramos de cerebro para pensar, para idear
soluciones nuevas, para no conformarse con los castigos de unos hipotéticos
dioses, para adelantarse a los problemas y afrontarlos desde su raíz, para ser
capaces de adoptar otras miradas, de probar otros métodos, de inventar otras
formas de vivir.
Pero nada de eso se habría conseguido si cada uno de aquellos
hombres ancestrales se hubiese movido por su cuenta. Los hombres antiguos no
dominaban el lenguaje, no tenían libros, ni televisión, ni internet. Cuando
tenían un problema de salud, no podían hacerle consultas al “Doctor Google”,
sino que aprendían a base de ver morir a sus congéneres cada vez que éstos
cometían un error. Nosotros hoy en día nos quejamos de que un error nos puede
costar dinero o perder el empleo. A aquellos hombres de las cavernas, un error
casi siempre les costaba la vida, porque sus rutinas consistían en desafiar
constantemente a la muerte, en todas sus formas imaginables: desde unas bayas
que podían resultar venenosas, hasta una fiera que, lejos de dejarse cazar, les
cazaba a ellos. Aquellos hombres sólo tenían la naturaleza de referente y, sin
duda, se fijaron en ella para aprender a evolucionar. No dudaron en imitar al
resto de animales para intentar sobrevivir en un mundo en el que imperaba la
ley del mejor adaptado. Fue así cómo empezaron a vivir en manadas y a practicar
el lema que muchos milenios después haría famosos a los mosqueteros de
Alejandro Dumas: “Uno para todos y todos para uno”.
Águila pescadora perseguida por una bandada de estorninos. (Flickr.com) |
Gracias a ese ejercicio de sinergias, la humanidad ha sido capaz de desembocar en este momento. Pero en la vida no habría equilibrio si sólo tuviésemos blancos o negros, buenos o malos, cielos o infiernos. Lamentablemente, para que aprendamos el valor de las cosas o de las personas a las que nos apegamos, primero tenemos que haberlas perdido o haber temido perderlas. Sin la noche, seríamos incapaces de otorgarle al día todas sus virtudes. Sin el sufrimiento, tampoco habríamos aprendido a valorar en su justa medida los buenos momentos.
Para valorar la importancia de la sinergia,
hemos de compararla con las situaciones de conflicto. Esas situaciones en que
los individuos o los grupos a los que pertenecen se rebelan incapaces de llegar
a un acuerdo que favorezca a todas las partes.
Personas que se enfrentan a muerte con otras personas a las que, en otras
circunstancias, quizá habrían invitado a tomar café, porque tienen caras de
buenas personas y están igual de aterradas que ellas mismas. Pero pasan por
alto esas debilidades del corazón, para dejarle el paso libre a las balas con
las que se matan por unas ideas que ni siquiera conocen. ¿Puede haber muerte
más vana?
A veces nos olvidamos de que hay muchas
formas de inteligencia y de que una de ellas, la inteligencia creativa, se
nutre, precisamente, de la divergencia.
Porque la creatividad no puede basarse en lo que se ha hecho siempre, en
guiones previamente diseñados, en reglas
lógicas que no puedan infringirse. Al contrario, la creatividad tiene mucho que
ver con la capacidad de sorprender,
de idear algo nuevo, de atreverse a probar soluciones que a priori puedan
parecer locuras, pero que cuando se intentan, a veces funcionan mucho mejor que
las tradicionales.
Cada vez es más frecuente que la creatividad
y el pensamiento lateral se tengan en cuenta en infinidad de ambientes en los
que, tradicionalmente, había prevalecido el pensamiento lógico. En la escuela,
en las empresas, en la atención al público en general o en centros
hospitalarios, no es raro toparnos con profesores, con directivos o con
personal sanitario que se reinventan cada día para ofrecerles a sus alumnos, a sus
empleados o clientes o a sus pacientes, la mejor versión de sí mismos, siendo
capaces de interactuar con sus compañeros y con las personas a las que enseñan,
lideran o atienden como si fluyeran con ellos, como en un banco de peces o en una
nube de pájaros nadando o volando en sincronía, como si se tratase de un único
organismo inmenso cuya fuerza tuviese mayor magnitud que la suma de la fuerza
de cada uno de ellos. Así, los problemas no se les pueden resistir y puede
llegar a darnos la sensación de que se resuelven solos, difuminándose en la
niebla.
Sin embargo, es muy difícil encontrar esas
situaciones en el mundo de la política. Y es muy curioso, porque si algo tienen
los políticos, es facilidad de palabra. Aunque su verbo se limite a las palabras
hirientes, a las promesas vacías, a las mentiras disfrazadas de verdades
convenientes. La creatividad de la mayoría de nuestros políticos sólo les
alcanza para simular un circo o un teatro en el hemiciclo donde deberían
centrarse en idear soluciones factibles para combatir los problemas que de
verdad nos preocupan a los ciudadanos. Si quisiéramos ver payasos o peleas de
gallos rebosando testosterona, iríamos al circo o al gallinero. Pero, cuando
nos dan la oportunidad de ir a votar, lo que perseguimos los ciudadanos es que
sus señorías se olviden de sus propios ombligos y sean capaces de entenderse entre
ellos, de respetar lo que el pueblo ha votado, de gobernar para todos y no sólo
para los suyos, de combinar lo mejor de cada opción política para idear y sacar
adelante proyectos que de verdad nos beneficien a todos y sirvan para algo más
que para llenarle los bolsillos al corrupto de turno.
Si no son capaces de imitar a aquel primer
troglodita que se atrevió a usar el cerebro para hacer algo más productivo que
darle porrazos al que no pensaba como él, quizá no merezcan estar donde están
ni ostentar el poder que ostentan. Sólo en nosotros reside la decisión de
seguirles hasta el precipicio y permitir que nos internen con ellos en la noche
de los tiempos o la de plantarnos y exigirles que cumplan con su obligación y
aprendan a entenderse entre ellos, a converger, a sumar fuerzas y a ofrecernos
la mejor versión de sí mismos, sin recurrir a conflictos innecesarios y a
ataques impropios de seres evolucionados.
No es tan difícil: sólo han de atreverse a
dar el primer paso para abandonar su zona de confort y aprender a mirar la
realidad con otros ojos: los ojos del otro.
Estrella
Pisa
Psicóloga
col. 13749
Bueno, en parte he sacado ideas leyéndote que tengo desde hace años, como que vivimos en una época de falsas democracias, la mayoría son oligarquías e incluso dictaduras disfrazadas de los que sus errores terminan perjudicando al pueblo y nunca a ellos porque tienen ese aura de estar por encima de bien y del mal. Uno de mis grupos favoritos españoles, Warcry, habla mucho en sus letras sobre este tema, ahora a la mente me sale "Mirando al mar" donde un reo muere al ser capturado en batalla por el enemigo y dice: "Pienso en los hombres, que nos mandan a luchar,
ResponderEliminarpor oro y por tierras que el pueblo nunca tendrá".
Por otro lado, no creo que les sigamos hasta el precipicio, el virus de la política es lo que tiene, votamos al que creemos que menos daño nos va a hacer, a sabiendas que no va a cumplir las promesas electorales, que no nos podemos fiar y que sólo les importamos cada x años cuando vamos a echar un voto en una urna que les puede perjudicar, pero no existe político que nos represente a nadie, simplemente descartamos o votamos en contra del que no queremos potenciando a su adversario. Siempre he dicho que cuando los políticos cobren acorde con el resto de puestos de trabajo, veremos realmente quien quiere estar ahí y que espero que dentro de tropecientos años, porque no lo vamos a ver en vida, la gente vote porque crea de verdad que ese tipo sea de fiar y que va a mirar por nosotros, es un progreso que en 44 años en vez de solucionarlo, lo hemos agravado
Hola Eduardo,
EliminarEspero que, como bien dices, la sociedad en su conjunto no sea tan ingenua como para seguir hasta el precipicio a los líderes políticos de turno. Entre otras cosas porque sería nuestro final.
Como tú, yo también he pensado muchas veces que, si los políticos tuviesen un sueldo similar al de cualquier empleado medio, sólo se meterían en política los que de verdad tuviesen vocación de servir a su pueblo y no los oportunistas que buscan una forma fácil de enriquecerse sin darle un palo al agua.
Un fuerte abrazo
Cuando he comenzado al principio a leerte, he pensado "qué falta me hacían estas palabras hoy a mí"
ResponderEliminarMe han implicado en una guerra que no es mía, porque las personas que de verdad tenían el problema, no han sido capaces de decirse las verdades y llegar a un acuerdo, y por tanto han tenido que buscar un culpable para ellos sentirse bien consigo mismos. Y me ha salpicado a mí, que realmente lo único que hacía el problema era rozarme por mi puesto de trabajo.
Quizás he sido ese civil en mitad de una guerra que muere por estar en el sitio menos indicado en el momento menos indicado. Y me he sentido mal, porque he llegado a creerme durante unos momentos, que de verdad tenía culpa.
Gracias por liberarme de esta carga.
Hola Susana,
EliminarMe alegra muchísimo que este post te haya servido para liberarte de una carga con la que no te correspondía a ti cargar. Siempre es agradable sentir que lo que escribimos le puede llegar a servir a alguien.
Un fuerte abrazo y mil gracias por leerme.