Atravesando Puentes
En días de calor extremo en los que asistimos
al declive de los alegres girasoles, agostándose sin remedio bajo un sol de
justicia, siempre es bien recibida la idea de perderse entre montañas, buscando
las sombras de los árboles más imponentes y el frescor de las fuentes naturales
y de los ríos.
Para cruzar esos ríos siempre tendremos que
atravesar diferentes puentes. Puentes que podrán ser de piedra o de madera,
fijos o colgantes, que nos permitirán seguir la ruta escogida hacia esa cascada
impresionante, o esa vista espectacular del valle que acabemos de descubrir.
Parc Nacional d'Aigüestortes- Lleida |
La naturaleza siempre es una apuesta segura cuando se trata de escapar de la inconfortabilidad de los días más saturados de mundo, de rutinas y de temperaturas que nos encienden o apagan el ánimo. Porque no todos acusamos el calor de la misma manera. Hay quienes en verano se sienten renacer y disfrutan tostándose al sol todas las horas que pueden, mientras otros huyen de él porque les agota y les acaba quitando las ganas de hacer cualquier cosa.
Tenderse horas al sol por decisión propia es
muy distinto de tener que sufrir los
efectos de ese mismo sol durante una jornada de trabajo que se puede llegar a
hacer interminable. Tal es el caso de las personas que trabajan al aire
libre, ya sea en la construcción, en obras públicas, en playas y piscinas como
socorristas o monitores, en hostelería sirviendo todo el día en terrazas o
chiringuitos, en campos de frutales o de cereales, en viveros, en barcos de
pesca, en granjas avícolas o de ganado, distribuyendo correspondencia,
paquetería o pedidos de alimentación a particulares y establecimientos
comerciales y de hostelería o de cualquier otro tipo de profesional que haya de
pasarse en día entero expuesto al sol para ganarse la vida. Cualquiera de estas
personas que sufren todo el día esa presión añadida a las dificultades habituales
de su trabajo, lo más probable es que eviten buscar el sol en su día de
descanso.
El verano siempre ha sido una estación alegre y muy viva. El hecho de que podamos disfrutar de más horas de luz y de que el buen tiempo acompañe, nos invita a realizar actividades que, durante el resto del año nos resultan más complicadas. No es de extrañar que los períodos vacacionales de mucha gente se concentren en los meses de julio y agosto, precisamente para poder disfrutar mejor de ese tiempo de ocio y poder coincidir con la familia o los amigos con quienes nos interese estar. Aunque, en la práctica, después todo resulte algo caótico, porque vayamos donde vayamos, muchísimas otras personas habrán pensado lo mismo que nosotros y nos sentiremos más agobiados que en nuestros días de trabajo. Basta ver en la televisión imágenes de cualquier playa de nuestra geografía atiborrada de gente para replantearnos la idea de acabar figurando como un punto casi imperceptible entre todos los demás. Ya no hablemos de las retenciones del tráfico para acceder o regresar de esas playas tan solicitadas o de esos macroeventos del verano en cualquier punto turístico del país.
Cierto es que la opción de la montaña no
cobra mucho menos protagonismo porque cada vez hay más personas que se apuntan
a la práctica del senderismo o los deportes de aventura como la escalada, el
barranquismo, el parapente o el rafting. Pero al menos, en medio de la
naturaleza, cuando ésta se nos presenta en su estado más salvaje, siempre
encontramos rincones en los que sentirnos a cubierto, bajo las sombras de
troncos y ramas frondosas, relajándonos con los sonidos que emiten los insectos
y los pájaros y la música casi siempre presente del agua, aunque ésta se
encuentre a una considerable distancia de donde nos encontremos.
Hagamos lo que hagamos en nuestro tiempo de
ocio, de una forma de otra, todos acabamos optando por atravesar puentes,
aunque lo hagamos de forma simbólica. Porque de lo que se trata es de pasar a
la otra orilla para lograr desconectar, para darle un respiro a nuestro cerebro
y permitirle explorar otras experiencias que no le hagan sentir tanta presión,
tanta rutina, tanta sensación de dejà
vu cada día del año laboral, nada
más parar la alarma del móvil o del despertador que nos devuelve a la realidad
cada madrugada.
Y son precisamente esos puentes simbólicos los
que nos permiten mantener el equilibrio que necesitamos para seguir adelante
con nuestras vidas cuando nos toque regresar a nuestra cotidianidad. Aunque nuestro
tiempo de ocio sea escaso en comparación con nuestro tiempo de trabajo, saber
de la existencia de esos puentes y tener la seguridad de que, en algún momento,
podremos volverlos a cruzar para seguir descubriendo lo que nos brinda la otra
orilla, ya nos resulta suficiente como para engendrar la ilusión que nos ayude
a hacer más llevadero nuestro día a día.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
Hola Estrella,
ResponderEliminarPor aquí tenemos playa pero no vamos nunca. Suelo ir sola, muy amenudo. Es logico apuntarse apuntarse a todas esas actividades al aire libre para no perderse nada. Se me metió alguna vez de hacer senderismo pero al fiinal, quedó en un pensamiento. Yo personalmente me gusta más la montaña. aunque yo disfruto con cualquier lugar. Ciudad, montaña o playa. Un buen post.
Gracias.
Hola Keren,
EliminarYo también vivo en una zona de playa, pero también prefiero la montaña. Me encanta el senderismo, aunque reconozco que no lo practico todo lo que quisiera.
Muchas gracias por leer el post y por comentarlo.
Un abrazo.