Deshumanizando los Recursos Humanos
Ya se trate de una compañía de servicios, de
una industria manufacturera o de una distribuidora de alimentación, todas las
empresas se sustentan sobre tres pilares principales:
El capital invertido en su
creación, su desarrollo y su mantenimiento
La tecnología más adecuada
Las personas que, con su
trabajo, contribuirán a sacarla adelante
Si uno de esos tres pilares falla, el futuro
de la empresa se verá comprometido.
La crisis
mundial que llegó para quedarse en 2008 fue la excusa perfecta para que en
esos mercados globales muchos hicieran su agosto y otros muchos lo perdieran
todo. Porque comprar barato implica que otros se vean obligados a vender por
debajo de los costes de producción, algo inviable para garantizar la
continuidad de cualquier empresa. A menos que esas empresas consientan saltarse algunas reglas para tratar de ser más competitivas frente a
las empresas de su mismo sector: trasladando
sus plantas a países en vías de desarrollo, reduciendo su plantilla, abaratando
salarios, reduciendo o eliminando beneficios a sus empleados, vulnerando la ley
de prevención de riesgos laborales, desatendiendo la vigilancia de la salud de
sus trabajadores o incrementando las exigencias de producción por cada jornada
laboral, aunque el trabajador deba quedarse más horas de las pactadas que
después no se le abonarán.
Si en pequeñas y medianas empresas estas
prácticas se podrían llegar a entender (que no a justificar) por la fuerte
presión fiscal que padecen y la mucha burocracia innecesaria que nos gastamos
en este país para realizar cualquier trámite, cuando se trata de grandes
empresas o de multinacionales, la única reacción que nos provoca es el escándalo. Porque estas compañías no
tienen ningún problema de liquidez, ni carecen de la tecnología más
vanguardista, ni de empleados con el suficiente talento para seguir haciéndolas
crecer exponencialmente. Tampoco han de soportar la misma presión fiscal que las
pymes. Mas, sin embargo, son las que recurren a medidas más drásticas a la hora
de tratar de ser más competitivas. La mayoría de estas empresas han hecho de la
externalización de servicios su modus operandi. Ellas ponen la marca, pero el
trabajo lo hacen sus subcontratas, ya sean empresas de externalización propiamente
dichas o empresas de trabajo temporal. Ellas se limitan a pagar por un
servicio, pero quienes asumen los riesgos son las empresas que les venden ese
servicio y los que acaban pagando todos los platos rotos son los empleados que
lo realizan.
En otros casos, sí son esas empresas quienes
contratan directamente a sus empleados, pero lo hacen en unas condiciones
lamentables: aprovechándose de que los
candidatos a contratar han acabado hace muy poco sus estudios y cumplen los
requisitos para ofrecerles un contrato de prácticas (que les permitirá cotizar
por esa persona bastante menos y pagarle un salario mucho más bajo), prejubilando
a edades muy tempranas a sus empleados de toda la vida y reduciendo a la mínima
expresión el contacto directo con los clientes. Es el modelo que adoptan la
mayoría de los bancos.
Desde que internet
ha revolucionado las relaciones humanas, muchas empresas han visto en el mundo
virtual la oportunidad para reducir costes canjeando empleados por aplicaciones
móviles. Ya no
es necesario personarse en una entidad bancaria para solicitar un préstamo, ni
en una administración determinada para presentar una instancia o realizar un
trámite. Basta entrar en su web, rellenar el formulario correspondiente y
enviarlo telemáticamente.
Todo esto, que hace tan solo unos años era
impensable, ahora se nos presenta a muchos como una gran ventaja a la hora de
ahorrar tiempo y de evitarnos tener que faltar al trabajo para realizar estas
gestiones. Pero a veces nos olvidamos de que no todo el mundo está en nuestra
misma situación: no todo el mundo tiene acceso a internet y, lo más importante:
No todo el mundo sabe moverse por
entornos virtuales.
También olvidamos que tenemos un alto porcentaje
de población que supera los 75 años y que, cada año que pasa, también crece el
número de personas que alcanzan los 100 años y lo hacen en condiciones bastante
aceptables. Cierto es que siempre podemos encontrar alguna persona de 90 años
que esté muy familiarizada con internet e incluso con las redes sociales. Pero
son la excepción y no la regla. Porque entre los menores de 40 o 50 años,
también encontraremos personas que no hayan utilizado en su vida un ordenador y
apenas utilicen su móvil para entrar en Facebook, mirar vídeos de Youtube y
enviar mensajes por WhatsApp.
Antes, por domiciliar una nómina o unos
cuantos recibos, cualquier banco ofrecía regalos. Ahora te cuestionan y
estudian tu solicitud para asegurarse de que les ingresarás tu sueldo cada mes.
Lo nunca visto… Luego nos venderán sus
lemas a todas horas en los anuncios millonarios que difunden por las
televisiones y por internet, igual que hacen en sus webs o en sus campañas
publicitarias todas las empresas de servicios de este país y del resto de
países desarrollados del mundo. Todos
enfocan la atención en las personas, jugando con sus emociones, dando a
entender que ellos las priorizan a
todo lo demás. Pero, en verdad, las
personas hemos pasado de ser uno de los tres pilares fundamentales de las
empresas a piezas perfectamente
sustituibles por otras que resulten mucho más baratas y menos incómodas.
La calidad
del producto, la experiencia de
quienes gestionan su producción, la responsabilidad
y el compromiso para con los
clientes finales, la transparencia en las relaciones con
proveedores y clientes, el respeto
de los derechos de los empleados, la igualdad
de oportunidades o la sensibilidad
para detectar situaciones que requieran de una atención personalizada… son sólo
valores de los que parece que se ha
puesto de moda presumir, porque la mayoría de las empresas los utilizan en sus
predicados para vestir sus campañas de márketing. Pero luego nos encontramos
con que llamamos al teléfono de atención al cliente y nos contesta un robot,
vamos al cajero automático del pueblo y resulta que ha desaparecido sin dejar
rastro y, para cualquier trámite que tengamos que hacer, nos dan la dirección
de una web, para que nos registremos en ella y presentemos nuestras solicitudes
de lo que sea (cita médica, cita para tramitar la prestación por desempleo o
para gestionar el cobro de una incapacidad temporal por la seguridad social) de
forma telemática.
Cada año, cuando los grandes valores del IBEX
35 publican sus resultados de beneficios, demuestran que ellos nunca pierden,
pues siempre hablan de lo que han ganado de más o de menos respecto al
ejercicio anterior. Pero casi nunca de pérdidas. En cambio, ¿cuántos empleados se dejan por el camino
cada una de esas empresas a lo largo del año?
Su receta del éxito se puede resumir en
recorte de plantillas, externalización, recorte salarial y deslocalización. Lo
que se traduce en una deshumanización
sin precedentes de lo que se conoce como recursos
humanos, aunque ahora muchas
empresas se hayan dejado llevar por la manía de cambiarle el nombre a sus
departamentos de gestión de la plantilla por vocablos en inglés que sólo sirven
para disfrazar una realidad que debería avergonzarnos a todos.
Estrella
Pisa
Psicóloga
col. 13749
Hola Estrella,
ResponderEliminarEncantada de leerte de nuevo. Tienes toda la razón. He leído el post con atención y dices verdades como un puño, aunque pretendan ocultarlas o disfrazarlas con eufemismos. Lo que es evidente es que en el actual sistema capitalista, se ha agrabado en las últimas décadas la explotación y la extracción de plusvalía aun cuando se trate de países desarrollados. Vivimos en un capitalismo monopolista de Estado donde los monopolios y las multinacionales aspiran a la máxima ganancia y absorven o hacen cerrar a pymes, pequeñas y medianas empresas que son las que dan trabajo a muchísima más gente. Y se puede entender como una ley objetiva. Lo has explicado rigurosamente y agradezco sobremanera este excelente post de denuncia.
Un abrazo
Hola Marisa,
EliminarTe agradezco que lo hayas leído y que lo comentes de una forma tan generosa. Me alegro de que te haya gustado.
Desde la mal llamada crisis que empezó en 2008, demasiada gente ha resultado tocada y hundida mientras las grandes empresas que provocaron esa crisis se han ido haciendo cada vez más poderosas. Desde personas que lo han perdido todo por quedarse sin trabajo y no poder acabar de pagar una hipoteca con cláusulas abusivas a pequeños empresarios que han tenido que echar el cierre y quedarse endeudados por el resto de su vida por no poder competir con los gigantes que les han hecho una competencia desleal hasta lograr apartarles de su camino. Pero, para los que gobiernan el mundo a golpe de fluctuaciones de mercado, ¿qué les pueden importar esos cientos de miles de afectados? Son sólo daños colaterales, víctimas necesarias para evitar que ellos tengan que asumir riesgos mayores, que podrían convertirlos en un poco menos ricos.
Un abrazo