Conmigo o Contra Mí

Si sobre los hombros paseásemos cerebros más simples, quizá nuestras relaciones interpersonales serían mucho más pobres, pero también mucho más claras.

Evolucionar implica aficionarnos a complicarnos más las cosas y darle a la misma cosa más de un sentido. Cuando la misma palabra puede tener más de un significado, dependiendo del gesto que la acompañe o del contexto en el que nos encontremos, resulta muy fácil interpretar lo que no es y no llegar a escuchar lo esencial de esa conversación.

Cuantas más cosas sabemos, cuanto más mundo conocemos, más lentos se vuelven nuestros reflejos a la hora de cazar al vuelo los detalles importantes. Tal vez porque hemos de comparar el nuevo estímulo con demasiados otros estímulos que almacenamos en nuestra memoria a largo plazo. Y tanto análisis comparativo nos lleva su tiempo.

A veces confundimos recuerdos y les atribuimos la fuente de algunas de nuestras informaciones a personas que, en realidad, nos aportaron conocimientos o experiencias distintas. Otras veces nos creemos capaces de leer las mentes de nuestros interlocutores y jugamos a adivinar lo que piensan de nosotros y de las cosas que hacemos. Atribuimos cada uno de sus gestos a los sentimientos que, según creemos, les estamos despertando y lo pasamos realmente mal cuando entrevemos sus microexpresiones de enojo, de desagrado o de hastío, incluso. Porque deducimos que no están a gusto en nuestra compañía, que ya no nos valoran como antes, que se limitan a decirnos lo que creen que queremos oír. Y, así, nos seguimos montando nuestra película particular, llegando a desenlaces muy desafortunados para ambas partes. Porque esa persona que tenemos enfrente también es muy capaz de leer nuestras propias microexpresiones y de adivinar que estamos desconfiando de ella. A su vez, puede montarse su propia película paralela a la nuestra y sacar sus propias conclusiones al respecto. Conclusiones tan equivocadas como las nuestras, pero determinantes para finiquitar la relación o, por lo menos, ponerla en cuarentena. Todo ese sinsentido por no molestarnos en preocuparnos por los verdaderos motivos de la otra persona para tener ese día tan mala cara o mostrarse más distante de lo habitual. Por no preguntar abiertamente:

 ¿Qué te sucede? ¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte en algo?


Uno de los principales inconvenientes de poseer una mente compleja es que pensamos demasiado. Le damos vueltas a cosas y a aspectos de nuestra vida que, en realidad, no merecerían tanta atención. Malgastamos demasiado tiempo preocupándonos de verdaderas  banalidades, mientras dejamos de ocuparnos de cosas que sí son importantes, escudándonos en la tan socorrida “falta de tiempo”.

Hace cuarenta años la gente se relacionaba más cara a cara de lo que lo hacemos ahora, pero no faltaban los llamados “clubs de amigos por correspondencia” a los que acudían algunas personas en busca de ayuda para contactar con personas de su mismo perfil. Aquellos clubs fueron los antecesores de las actuales redes sociales. Aunque en aquella época se veían como una rareza.

¿Quién querría relacionarse por carta con personas desconocidas pudiendo relacionarse cara a cara con gente de su misma población o de poblaciones vecinas?

¿Quién pasaría su tiempo escribiendo cartas en papel, molestándose en timbrarlas y echarlas al buzón y esperando respuestas que a veces podían llegar al cabo de varias semanas o incluso meses?

Pero el caso es que aquellas relaciones a veces podían llegar a cuajar en amistades sólidas y perpetuarse durante décadas.

Hoy en día, también hay muchas personas que sólo se conocen a través de las redes sociales y que llegan a profesarse verdadero afecto, porque comparten aficiones o ideas comunes; porque en sus interacciones virtuales se sienten escuchadas, comprendidas, acompañadas. 
Pero también encontramos casos en que las personas utilizan las redes para dar una imagen de sí mismas que no se corresponde en absoluto con su particular realidad.

Perfiles que presumen de contar con miles de seguidores con los que apenas pueden llegar a interactuar. Porque un simple like no implica un contacto real con esa persona que te sigue, ni tampoco que esa persona vaya a estar de acuerdo con todo lo que tú piensas y haces.

Hay personas que optan por bloquear algunos de sus contactos cuando éstos les dicen lo que ellos no parecen dispuestos a escuchar, mediante un comentario público o un mensaje privado. Confunden amistad con “aceptación ciega y muda”. Y, si algo tienen los verdaderos amigos es que son los únicos que pueden decirse todo lo que piensan mutuamente sin ningún tipo de censura y aunque les duela a ambas partes. Porque les sale del corazón, de la preocupación sincera por el otro y de la mutua confianza. “Quien bien te quiere, te hará llorar” ¿Cuántas veces no nos lo habrán dicho nuestras sabias abuelas?

Que se atrevan a decirnos sin rodeos lo que piensan de nosotros, no implica en absoluto que se hayan vuelto en nuestra contra. Esto no va de “estás conmigo o contra mí”. Va de personas que tienen todo el derecho del mundo a ser, a pensar y a actuar como les venga en gana, siempre que respeten lo mismo en los demás.

El ser humano es, con diferencia, el ser vivo más complejo del planeta. Somos las criaturas que más tiempo invertimos en madurar. Las que más dudamos de todo, incluso de nosotras mismas. Las que somos capaces de reír y llorar al mismo tiempo. Las que podemos llegar a odiar lo que más amamos o a amar lo que más odiamos. Las que tememos más fantasmas, porque la mayoría de ellos habitan en nuestras propias mentes. Las que más nos contradecimos, las que más sufrimos y nos preocupamos por asuntos que el resto de los animales desconocen por completo.

Con semejante perfil, no es extraño que nuestras relaciones con los demás sean cada vez más complicadas, ya sea cara a cara, ya sea por carta convencional o por redes sociales.

Uno de nuestros principales defectos es nuestro enfermizo egocentrismo. 
Creernos el centro del mundo, pretender que todos giren a nuestro alrededor según sea nuestra conveniencia, lejos de hacernos sentir como reyes, nos conduce inevitablemente a una continua frustración. Porque los demás tienen el mismo derecho a que nosotros giremos en torno a ellos, a que les doremos la píldora, a que les demos la misma importancia que pretendemos que ellos nos otorguen a nosotros. Pero, en cuanto dicen o hacen algo que no se corresponde a nuestra idea de lo que deberían decir o hacer, automáticamente les declaramos no aptos para seguir siendo amigos nuestros. Como si todo tuviese que estar a nuestro gusto y a nuestra entera disposición.

Dejemos de ver enemigos donde no los hay. Dejemos de imaginarnos monstruos que sólo habitan en nuestras parcelas de miedo. Miles de likes nunca podrán sustituir el calor de los verdaderos amigos. Aunque nos critiquen, aunque nos reprueben, aunque nos intenten convencer de verdades con las que no comulgamos. Porque, pese a las diferencias de criterio, nos aceptan y nos valoran por quienes somos. No dejemos de aceptarles ni de valorarles a ellos por quienes son ni por lo que somos gracias a haberles encontrado a ellos en nuestro camino.


Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749


Comentarios

  1. Pfff, sin palabras, probablemente el post de todo tu blog al que más recurra. Muchas gracias por escribirlo y einto ser tan breve en esta ocasión. Un gran abrazo y de verdad, gracias...

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    1. Muchas gracias, Eduardo. Pero no creo que sea para tanto. Si realmente te ha de servir, no sabes cuánto me alegro.
      Cuando tenía 11 o 12 años y empezaba a escribir, mi padre me dijo una vez que fuese lo que quisiese en la vida menos escritora porque, según él, de escritores ya había demasiados en el mundo y no servían para nada.
      Si a ti te llega a servir algo de lo que yo haya podido escribir, lo celebraré como un triunfo.

      Un fuerte abrazo

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    2. Bueno, pues seguramente tu padre es sabio, pero en esa declaración se equivoca, no sé si te puedes ganar la vida escribiendo así que por ese lado no le doy ni quito razón, pero ¿qué los escritores no sirven para nada? por ahí no paso, todo el que tenga algo que decir, merecerá ser escuchado por alguien, y todo el que escriba algo, lo propio con el lector y tu blog a mi me sirve, y este post aún más.Me apenaré si dejas de juntar letras y hacerlas públicas, porque despiertas sensaciones del que te lee, que de alguna forma, no se si por tu profesión o por el modo que te expresas en los posts, o ambas, la gente se ponga en el pellejo de lo que transmites, ya sea en primera persona o por cosas que suceden en sus vidas. Lo dicho muchas gracias por estas palabras en este momento pues las necesitaba y un fuerte abrazo

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