Batiéndonos en Retirada
A quienes gobiernan los estados, en general,
no les gusta que sus pueblos llanos alcen demasiado la voz. Tal vez porque,
cuando los obreros se paran a escuchar las proclamas de quienes pretenden
erigirse en defensores de sus derechos, su producción y su docilidad disminuyen a la par.
Siempre se ha dicho que soñar es gratis, pero
a veces resulta peligroso y se acaba pagando por esos sueños un precio
demasiado alto. Y es curioso que la legislación de diferentes países acostumbre
a ser más dura con aquellos que se atreven a pensar de un modo diferente que
con aquellos otros que roban, violan o matan impunemente.
¿Tan peligrosas nos resultan las personas que
se atreven a tener ideas propias y a seguirlas, asumiendo todas las
consecuencias?
¿Estamos
preparados para ser verdaderamente libres, para que no sigan siendo otros los
que decidan por nosotros?
En la época en la que Erich Fromm escribió
este ensayo, el nazismo campaba a sus anchas por media Europa sembrando el
terror y el dolor. Víctimas de ese nazismo fueron muchos republicanos españoles
que, en los últimos días de la Guerra Civil Española cruzaron la frontera con
Francia huyendo de aquellos que pretendían encarcelarles y/o fusilarles. Los
que no se quedaron por el camino, consiguieron respirar un resquicio de
libertad que les duró muy poco, porque sucumbieron atrapados en los campos que
los franceses habilitaron en algunas playas del sur de Francia para
albergarles. Muchas madres tuvieron que enterrar a sus hijos en la arena de esas
playas. Otras tuvieron la suerte de
poder contar con la protección de instituciones como la Maternidad de Elna. Y
muchos otros hombres, mujeres y niños acabaron deportados a campos nazis como
Mauthausen, Ravensbrück, Gusen o Dachau, donde les esperaba un infierno aún
mayor.
Uno de los españoles que pasó tiempo en Mauthausen
fue el fotógrafo catalán Francesc Boix,
de quien recientemente se ha hecho una película. Gracias a su valentía y a su
compromiso con la libertad, muchas de sus fotografías pudieron ver la luz, como
testimonio de primera mano del máximo horror que la humanidad había podido ver
hasta entonces. Esas fotografías que comprometían a altos mandos de las SS le
llevaron a declarar como testigo en dos de los llamados Juicios de Nurenberg en
1946.
Francesc Boix sólo tenía 20 años cuando llegó
a Mauthausen, pero ya había combatido en la Guerra Civil Española en el banco
republicano y había colaborado con la resistencia francesa antes de caer en
manos nazis. Tras ser liberado del campo en 1945 decidió quedarse en Francia,
donde trabajó como reportero gráfico en periódicos como L’Humanité, Ce soir o
Regards. Era muy consciente de que no podía regresar a España, porque aquí
nunca le habrían perdonado su pasado republicano ni comunista. Tampoco le
tuvieron en ninguna consideración los militantes de su propio partido en
Francia, por considerar a los
prisioneros de los campos de concentración como a unos perdedores. Tal vez
Francesc Boix pudiera ser tomado como ejemplo de esa libertad negativa de la
que hablaba Fromm, una libertad que acostumbra a darnos miedo y que algunos
prefieren rechazar buscando refugio en el conformismo. Pues, cuando el pueblo se
limita a dejarse llevar por quienes ostentan el poder, sean quienes sean, y mira
hacia otro lado cuando esos poderosos abusan impunemente de ese poder, tiene su
seguridad garantizada. Aunque sea una seguridad en blanco y negro, aunque en
ella no tengan cabida los sueños ni las ideas. En ese conformismo ideal está la
clave del éxito de todos los regímenes autoritarios. De todos los Franco, los
Hitler, los Mussolini o los Stalin. Porque los personajes como ellos se valen
de nuestro miedo a la libertad para reprimirnos aún con más fuerza.
La LIBERTAD, como la FELICIDAD, como
la PAZ, como el AMOR o como todo el resto de GRANDES PALABRAS no debería
entenderse como meta, sino como camino. No tendríamos que aspirar a ser libres,
sino empezar a serlo un poco cada día. Escuchando otras versiones que no sean
las acostumbradas, leyendo autores nuevos, contrastando las informaciones que
nos llegan, atreviéndonos a poner en cuarentena nuestros propios credos. Quizá
así llegaremos a comprender que haya personas que puedan sentirse plenamente
libres, aunque se pasen años encarceladas. Porque sus ideas y sus convicciones son más fuertes que
los barrotes que, supuestamente, les privan de libertad.
Es curioso cómo todo el mundo
reivindica la libertad, pero cuando creemos que la tenemos demasiado cerca, nos
acobardamos y nos batimos en retirada, por miedo a que esta vez la alcancemos
de verdad. De ahí el auge en los últimos años de partidos de ultra derecha que
recogen ese miedo a reinventarnos, a mezclarnos, a adoptar otros credos o
a salir un poco más del armario para
erigirse como abanderados de lo que, teóricamente, nos define como patriotas.
También es preocupante cómo los partidos que se llaman de izquierdas se acaban
subiendo al mismo tren que, en lugar de conducirnos hacia el futuro, nos lleva
de regreso a tiempos pretéritos. Y es entonces cuando vuelven a estar sobre la
mesa todos los derechos que esta pandilla de cobardes consideran que se deberían
poner en cuestión y todas las libertades que deberían recortarse para preservar
la pureza de nuestra raza. ¿Acaso no se parece este discurso a cualquiera de
los discursos que diese Hitler en 1933? ¿Acaso no nos ha demostrado la historia
cómo acabaron esas ínfulas de grandeza y esa desmedida secreción de
testosterona? ¿Hemos de esperar a ver cómo nos meten en la cárcel por pensar
como pensamos, por difundir las noticias que prefieren pasar por el filtro de
la manipulación antes de su publicación, por atrevernos a cuestionar sus
decisiones o por hacer de internet uno de nuestros aliados?
Una sociedad que se considere
avanzada, ha de tener la suficiente seguridad en sí misma y en sus gentes como
para caminar con firmeza hacia el futuro sin miedo a las dificultades que pueda
encontrarse en el camino. Esa sociedad ha de estar abierta a los cambios,
dispuesta a aprender de la diferencia, de la disonancia. Ha de aprender a
respetar y hacerse merecedora de respeto. Ha de apostar por la innovación, por
la flexibilidad, por la mejora del día a día de sus ciudadanos. Ha de permitir
que los más jóvenes desarrollen un sentido crítico, porque las críticas
constructivas suelen ser una fuente extraordinaria para encontrar nuevas
soluciones a los viejos problemas de siempre.
No nos batamos en retirada, que
aún no hemos perdido esta guerra.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
Bravo ,hay que aprender de la història y sus crueldades para no repetir-las
ResponderEliminarCierto, pero tenemos la insana costumbre de tropezar mil veces con la misma piedra y, para cuando queremos darnos cuenta, casi siempre es demasiado tarde.
EliminarUn fuerte abrazo.
Uff, sólo me queda decir después de lo visto ayer, que cuanto más quieran ser algunos libres crecerá una rama exponencialmente igual o mayor para conseguir que no lo sean y con ello se revierte el pacifismo para conseguir esos medios, en tensión y efecto negativo que afecta no sólo a los dos lados de la balanza, sino también a todos los que se quedan en el medio. Y lo que unos ven como libertad y otros como ilegalidad termina afectando a las tres partes terminando en el miedo a qué pasará...
ResponderEliminarCreo que cambiando de tema y hablando de forma más general, todo el mundo tiene derecho a luchar en su vida por las metas que crea merecer, pero cuando estas se tornan entre difíciles e imposibles, debe decidir entre hacer un sacrificio dándolo todo por conseguirlas o establecer otros medios para conseguir otras metas parecidas o que le merezcan la pena. Una vez que te decantas por la primera opción, quizás llegues o no, y si lo haces, solamente con el tiempo te habrás dado cuenta si ha merecido todo ese sacrificio para el resultado o te arrepientes a toro pasado de haber dado tanto por llegar a esa meta y generalmente, a la hora de sopesar esos es muy diferente entre nuestra idea de cara al futuro, que nuestro visionado mirando al pasado, y lo comento por experiencias propias y como he dicho al empezar este párrafo separándolo del anterior, que habra gente que los quiera juntar, hablando de forma general en las metas que se propone un individuo a lo largo de su vida y que quieren cumplir si o si. Un fuerte abrazo, cuando tenga tiempo me pongo a leer el otro blog que me va a costar un poco más al no dominar bien tu lengua materna jajajaja
Muchas gracias por tan generoso comentario, Eduardo. Toda mi vida he tenido muy presente la palabra libertad. De muy joven, me gustaban la costura y el ganchillo y había llegado a bordar esa palabra en un mantel rojo con letras blancas y a plasmarla en una cortina de ganchillo. Recuerdo que mi madre siempre me recriminaba si es que me consideraba prisionera en mi propia casa. No entendía que la prisión de la que quería huir estaba en mi cabeza, en mi manera de complicarme la vida, en mis miedos absurdos, en las limitaciones que yo misma me ponía como excusa para no vivir la realidad que ansiaba. Si los años me han enseñado algo ha sido a encontrar esa libertad tan anhelada dentro de mí. De ahí que ya no la persiga y que me considere una persona libre y autodependiente.
EliminarUn fuerte abrazo.
La sociedad no se rige solo por las libertades o por la raza, blanca o negra. No se trata de una libertad de utilidad moldeable y de libre elección. Porque entonces, la libertad no sería impuesta y mucho menos sería cuestionable. Nos preguntas sobre la verdadera libertad y mucha gente, blanca o negra, tiene que acarrear el estigma de parecer, (Via redes sociales y con el contratiempo de los mensajes no verbales) la ideas generalizadas sobre lo que hacen o dejan de hacer, lo que son o dejan de ser. Si la propia sociedad ya prejuzga a los poderosos tan solo les da para avivar el odio y la frustración de los que disfrutan (Por poner un ejemplo) ridiculizar a alguien por ser de "X". Podemos ser libres de pensamiento, podemos inculcar valores que trasciendan, podemos ser oradores, comunicadores pero sin intervenir de un bando o del otro cuando lo que pretendemos es que halle un halo de luz en este camino ensombrecido. Diría que, sí, el camino hacia la cultura, como bien dices está al abastecimiento, (Mientras dure porque la información ya no se puede contrastar apenas con lo que encontramos en varias webs sino que ahora habrá que hacer uso de los libros como via a una información de veracidad) el caso es que, cada uno elige ser quien quiere ser, puede ser un ignorante o puede nutrirse o puede simplemente mirar y ser un espectador o especulador. El camino que recorren unos y otros nadie lo sabe a ciencia cierta y por ello, desde mi punto de vista, y por que YO, soy negra, creo que hay temas en los que no se les puede juzgar a la ligera porque no se tiene constancia (Persona blanca) de todos los esfuerzos que ha de pasar una perosona negra para poder llegar hasta donde está el otro.
ResponderEliminarNo es tarea nuestra decidir qué tienen que hacer, sino ofrecer soluciones y tenderse la mano, no crear un muro del que solo se ve la verdad de un bando y el otro no. Por que yo, puedo decirte de mi dolor a la hora de buscar piso y que al llegar a la inmobiliaria me rechacen el alquiler al ver que soy negra y tu, como me solo has oído de mi que lo que tengo dificil. Extraigas un sin fin de información que no te llega.
Otra cosa es que yo quiera caer en la incomprension por parte de una persona blanca para ser prejuzgada y que los poderosos aprovechen la ocasión para dar rienda suelta al odio, la desidia, rechazo, matanzas, palizas, ofensas varias y demás tragos que claro, no se tiene la valentía de afrontar todos los días de nuestras vidas y por ello, se dice que hay que tener "La valentia" no perdona, la cultura no es decir que solo aquello con propiedad. También es saber decir, un "No sabía por lo que tienes que pasar siempre y hasta ahora" y sobre todo, no crear al respecto una oda de racismo oculto para hacer sentir mejor al que buenamente creerá parte y otra acaba creando un rechazo que no es plausible.
Hay que conocer la historia de las personas de a pie para poder opinar. Así que no es cuestión de valentia, no es cuestion de cultura y mucho menos de sentirse libre cuando se menciona claramente que los gobiernos, asumen una cuantiosa parte de ese odio encuentro en tu texto.
Hola Keren,
EliminarEstoy totalmente de acuerdo con toda tu argumentación. Es indignante que a las personas se las juzgue por el color de su piel o por su estatus social. Que más allá de esa apariencia física no se sepa vislumbrar lo que esa persona es en esencia. Cada vez que leo tus relatos, lamento cómo se refleja en ellos todo ese dolor que te causan tantas situaciones por las que tienes que pasar diariamente. No es nada justo, como tampoco lo es que la extrema derecha cada vez tenga más representación en este país. Porque ese ascenso suyo se traduce en mayor represión, en mayor recorte de libertades y en un aumento de ese odio incomprensible hacia los que tienen un color de piel distinto, hacia los que piensan distinto y hacia los que quieren seguir viviendo en libertad.
Un fuerte abrazo