Vendiendo Humo y Mentiras
La irrupción de la era digital ha
transformado nuestras vidas por completo, obligándonos a reinventarnos y convirtiendo
en meros objetos de decoración algunos de los elementos que más sentido le
dieron a nuestras vidas en un pasado demasiado reciente, como es el caso del
buzón o el teléfono fijo. Ambos indispensables como herramientas de
comunicación con los demás y ahora condenados a una obsolescencia tan solo violentada
por las llamadas a destiempo de teleoperadores que pretenden que cambiemos de
compañía de telefonía, o de suministro energético, o de seguros diversos, o por
la ingente cantidad de propanganda electoral que atiborra nuestros buzones.
Ya hace mucho tiempo que dejamos de recibir cartas en papel. Ahora
sólo recibimos invitaciones para que compremos humo a precio de oro.
Los políticos se han convertido en una
especie de charlatanes de circo que
pretenden captar nuestro aplauso a base de mítines cargados de propósitos que
no se creen ni ellos mismos y de tuits en los que todos juegan a ver quién la
dice más gorda para atraer más likes y más votos en las urnas.
Pero, ¿de
verdad es eso lo que hemos de esperar de cualquier político? ¿De verdad
necesitamos mantener tantos miles de políticos con sus elevados sueldos y
dietas para limitarnos a ver circo?
Si en lugar de meterse en política para
tratar de dar respuestas más acertadas a todos estos asuntos, a estos señores y
estas señoras que tanto humo están vendiendo estos días a lo largo y ancho de
nuestra geografía sólo parece preocuparles salir mejor que sus oponentes en la
foto y jugar al “donde dije digo, digo Diego”, ¿de qué nos sirven?
¿Nos merece la pena seguir destinando
tantos recursos públicos a que toda esta jauría de indecentes viva por encima
de sus posibilidades a cambio de que nosotros cada vez vivamos más por debajo
de las nuestras?
¿Estamos ante la decadencia de la era
política?
Ambas se conducen del mismo modo: siempre hay
alguien que se cree por encima de los demás y trata de adoctrinarlos de alguna
manera, utilizando para ello idénticas armas: el miedo a lo desconocido o a lo
que pueda venir si no creemos en el predicador de turno, la buena fe de la
gente, los supuestos pecados por los que podemos condenarnos al infierno en el
caso de la religión o a la cárcel en el caso de la política, la petición de
donativos, limosnas o impuestos, la obligación de seguir determinadas hojas de
ruta o las calumnias y el desprestigio para someter a aquellos que no
consienten en comulgar con ruedas de molino.
En el siglo XXI, en plena era tecnológica y sintiéndonos todos
habitantes de una inmensa aldea global en la que toda la información puede circular
en tiempo real, ¿de verdad necesitamos aún a estos predicadores de tres al
cuarto?
¿De verdad necesitamos que nos sigan vendiendo
humo y que nos prometan una luna que sabemos del todo inalcanzable? Sabemos de sobra que el principal problema
que tiene este país son precisamente esos políticos y esa iglesia que sigue tan
anclada en nuestras instituciones como lo estuvo en tiempos del dictador.
Fotograma del cortometraje de animación El Vendedor de Humo |
Si para dirigir empresas privadas buscamos a
las personas más cualificadas que sean capaces de hacerlas crecer y de darles
visibilidad entre su competencia en mercados cada vez más abiertos y sensibles
a cualquier cambio que acontece en el planeta, ¿por qué a la hora de elegir a
los máximos mandatarios de un país, le otorgamos nuestro voto de confianza al
primer payaso que se nos planta en la pantalla de la televisión o trata de hacerse
el simpático en twitter?
En pocos días tenemos una nueva oportunidad
para hacer que las cosas cambien. Deberíamos conseguir que perdieran todos los
que se postulan al cargo de presidente del gobierno y que algún organismo que
estuviese por encima de todos ellos, les obligase a entenderse o a dimitir. ¿Que
no existe ese organismo? Pues, ¿a qué esperamos para crearlo? Las leyes no
tienen por qué ser inmutables. Cuando ya no nos sirven, porque ya no alcanzan a
dar respuesta a los interrogantes de la nueva realidad de este país, tendríamos
que ser honestos y ser capaces de modificarlas o cambiarlas por otras que sí
puedan darnos esas respuestas.
Porque, cuando un
político demuestra su sobrada incompetencia para hacer política, ¿qué sentido
tiene que siga insistiendo en dedicarse a ella? En la empresa privada, cuando alguien se
demuestra incompetente para ejercer sus funciones (a menos que sea un
recomendado de algún político) es despedido inmediatamente. ¿Por qué en la
mayor empresa pública que tenemos, que es el Gobierno de España, permitimos
tanto absentismo, tanto pasotismo, tantas faltas de respeto entre sus señorías,
tanta falta de educación, tantas meteduras de pata, tanto abuso de poder, tanta
violación continuada de la palabra Democracia?
¿Hasta cuándo
soportaremos tanto humo y tanta bruma?
Tenemos derecho a habitar una realidad más
clara. Aunque sea dura, aunque sea trágica. Pero sin enredos, sin manipulación,
sin tener que seguir aguantando que aquellos que en realidad no sirven para
nada, nos traten de dar lecciones de algo a los que estamos costeando con
nuestros impuestos y nuestra paciencia sus continuas incompetencias.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
Cierto ,en cualquier empleo si no se trabaja ,a la calle ,ellos,,ocupan cargos de responsabilidad i se rien en nustra cara
ResponderEliminarSe ríen porque se lo permitimos. Si nos plantásemos como hicieron en su día los islandeses, quizá nos iría de otra manera.
EliminarUn abrazo
Pues nada más que decir, aquí englobo a todos los partidos políticos porque, en general, nadie bota al que realmente quiere, sino al que cree que menos le va a joder... y eso es verdadermante pésimo porque no creemos en los políticos ni en lo que venden. Además lo visto en los últimos años es una pantomima donde ya no sólo prima reirse del ciudadano de a pie que te vota, sino en mostrar un ego desmesurado a ver quien manda más sin llegar a acuerdos. Asi nos va, porque la culpa es nuestra ya que desde que empezó la democracia hemos ido permitiendo todo y cada vez se han aprovechado más, en otros países algunos partidos hubieran desaparecido por corruptos, otros tantos muchos políticos inhabilitados y cumpliendo prisión por las graves consecuencias de sus actos mandatarios, pero esto es el libre albedrio y a todos nos da pereza ir de nuevo a votar cuando ya hemos dejado claro que queremos, otra cosa es que se pongan de acuerdo. Un abrazo
ResponderEliminarSi en las anteriores elecciones ya decíamos aquello de que iríamos a votar con la pinza en la nariz, pero tratando de elegir la opción "menos mala", esta vez vamos a acudir a nuestra cita con las urnas con el convencimiento de que, gane quien gane las elecciones, las cosas para nosotros no van a mejorar. Eso los que vayamos a votar, porque se prevé que la abstención será muy alta.
EliminarSi a esto insisten en llamarlo Democracia, yo no la veo por ninguna parte. Estamos viendo actuaciones de la policía y de los jueces más propias de los tiempos de la dictadura que de la España del siglo XXI. Y lo peor de todo es que no sólo lo estamos viendo en Catalunya.
Corren malos tiempos para la libertad. Qué triste y qué absurdo a la vez.
Un abrazo.