Vendiendo Humo y Mentiras

La irrupción de la era digital ha transformado nuestras vidas por completo, obligándonos a reinventarnos y convirtiendo en meros objetos de decoración algunos de los elementos que más sentido le dieron a nuestras vidas en un pasado demasiado reciente, como es el caso del buzón o el teléfono fijo. Ambos indispensables como herramientas de comunicación con los demás y ahora condenados a una obsolescencia tan solo violentada por las llamadas a destiempo de teleoperadores que pretenden que cambiemos de compañía de telefonía, o de suministro energético, o de seguros diversos, o por la ingente cantidad de propanganda electoral que atiborra nuestros buzones.

Ya hace mucho tiempo que dejamos de recibir cartas en papel. Ahora sólo recibimos invitaciones para que compremos humo a precio de oro.

Los políticos se han convertido en una especie de charlatanes de circo que pretenden captar nuestro aplauso a base de mítines cargados de propósitos que no se creen ni ellos mismos y de tuits en los que todos juegan a ver quién la dice más gorda para atraer más likes y más votos en las urnas.

Pero, ¿de verdad es eso lo que hemos de esperar de cualquier político? ¿De verdad necesitamos mantener tantos miles de políticos con sus elevados sueldos y dietas para limitarnos a ver circo?


Este país no debería tener como prioridad el entretenimiento, cuando tiene graves problemas de solvencia económica para hacer frente a los asuntos realmente serios y preocupantes: el paro, las deficiencias en sanidad y en educación, las pensiones del presente y del futuro, la precariedad laboral, la corrupción de sus instituciones, la economía sumergida, la inmigración ilegal o el narcotráfico.

Si en lugar de meterse en política para tratar de dar respuestas más acertadas a todos estos asuntos, a estos señores y estas señoras que tanto humo están vendiendo estos días a lo largo y ancho de nuestra geografía sólo parece preocuparles salir mejor que sus oponentes en la foto y jugar al “donde dije digo, digo Diego”, ¿de qué nos sirven?

¿Nos merece la pena seguir destinando tantos recursos públicos a que toda esta jauría de indecentes viva por encima de sus posibilidades a cambio de que nosotros cada vez vivamos más por debajo de las nuestras?

¿Estamos ante la decadencia de la era política?

¿Alguna vez nos hemos preguntado cuál es la diferencia entre política y religión?

Ambas se conducen del mismo modo: siempre hay alguien que se cree por encima de los demás y trata de adoctrinarlos de alguna manera, utilizando para ello idénticas armas: el miedo a lo desconocido o a lo que pueda venir si no creemos en el predicador de turno, la buena fe de la gente, los supuestos pecados por los que podemos condenarnos al infierno en el caso de la religión o a la cárcel en el caso de la política, la petición de donativos, limosnas o impuestos, la obligación de seguir determinadas hojas de ruta o las calumnias y el desprestigio para someter a aquellos que no consienten en comulgar con ruedas de molino.

En el siglo XXI, en plena era tecnológica y sintiéndonos todos habitantes de una inmensa aldea global en la que toda la información puede circular en tiempo real, ¿de verdad necesitamos aún a estos predicadores de tres al cuarto?

¿De verdad necesitamos que nos sigan vendiendo humo y que nos prometan una luna que sabemos del todo inalcanzable?  Sabemos de sobra que el principal problema que tiene este país son precisamente esos políticos y esa iglesia que sigue tan anclada en nuestras instituciones como lo estuvo en tiempos del dictador.

No necesitamos iluminados que nos cieguen con sus miserias. Debería darles vergüenza utilizar en vano tantas palabras para tratar de embaucarnos y no ser capaces de pronunciar ni una sola para llegar a acuerdos y ponerse a trabajar de una vez.

Lo que necesitamos son SOLUCIONES y personas capaces de encontrarlas y de llevarlas a cabo cuanto antes. Quizá deberíamos dejar de buscar a esas personas entre la clase política y desterrar a ésta al completo, para probar otras fórmulas de gobierno que nos resulten más productivas y más económicas.

Quizá, si tanto les gusta el circo y la interpretación, deberían empezar a buscarse la vida bajo las carpas y sobre los escenarios. Igual como payasos y como actores podrían servir mejor a ese país con el que tanto se llenan la boca, pero por el que tan pocos esfuerzos de mejorarlo hacen.

Fotograma del cortometraje de animación El Vendedor de Humo

Si para dirigir empresas privadas buscamos a las personas más cualificadas que sean capaces de hacerlas crecer y de darles visibilidad entre su competencia en mercados cada vez más abiertos y sensibles a cualquier cambio que acontece en el planeta, ¿por qué a la hora de elegir a los máximos mandatarios de un país, le otorgamos nuestro voto de confianza al primer payaso que se nos planta en la pantalla de la televisión o trata de hacerse el simpático en twitter?

Como ciudadanos de un país que se pretende democrático y avanzado deberíamos atrevernos a ser más exigentes con quienes pretendan gobernarnos. Tener muy claras las líneas rojas que no les vamos a permitir que traspasen y las prácticas que no les vamos a tolerar.

En pocos días tenemos una nueva oportunidad para hacer que las cosas cambien. Deberíamos conseguir que perdieran todos los que se postulan al cargo de presidente del gobierno y que algún organismo que estuviese por encima de todos ellos, les obligase a entenderse o a dimitir. ¿Que no existe ese organismo? Pues, ¿a qué esperamos para crearlo? Las leyes no tienen por qué ser inmutables. Cuando ya no nos sirven, porque ya no alcanzan a dar respuesta a los interrogantes de la nueva realidad de este país, tendríamos que ser honestos y ser capaces de modificarlas o cambiarlas por otras que sí puedan darnos esas respuestas.

Porque, cuando un político demuestra su sobrada incompetencia para hacer política, ¿qué sentido tiene que siga insistiendo en dedicarse a ella? En la empresa privada, cuando alguien se demuestra incompetente para ejercer sus funciones (a menos que sea un recomendado de algún político) es despedido inmediatamente. ¿Por qué en la mayor empresa pública que tenemos, que es el Gobierno de España, permitimos tanto absentismo, tanto pasotismo, tantas faltas de respeto entre sus señorías, tanta falta de educación, tantas meteduras de pata, tanto abuso de poder, tanta violación continuada de la palabra Democracia?

¿Hasta cuándo soportaremos tanto humo y tanta bruma?

Tenemos derecho a habitar una realidad más clara. Aunque sea dura, aunque sea trágica. Pero sin enredos, sin manipulación, sin tener que seguir aguantando que aquellos que en realidad no sirven para nada, nos traten de dar lecciones de algo a los que estamos costeando con nuestros impuestos y nuestra paciencia sus continuas incompetencias.



Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749

Comentarios

  1. Cierto ,en cualquier empleo si no se trabaja ,a la calle ,ellos,,ocupan cargos de responsabilidad i se rien en nustra cara

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    1. Se ríen porque se lo permitimos. Si nos plantásemos como hicieron en su día los islandeses, quizá nos iría de otra manera.

      Un abrazo

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  2. Pues nada más que decir, aquí englobo a todos los partidos políticos porque, en general, nadie bota al que realmente quiere, sino al que cree que menos le va a joder... y eso es verdadermante pésimo porque no creemos en los políticos ni en lo que venden. Además lo visto en los últimos años es una pantomima donde ya no sólo prima reirse del ciudadano de a pie que te vota, sino en mostrar un ego desmesurado a ver quien manda más sin llegar a acuerdos. Asi nos va, porque la culpa es nuestra ya que desde que empezó la democracia hemos ido permitiendo todo y cada vez se han aprovechado más, en otros países algunos partidos hubieran desaparecido por corruptos, otros tantos muchos políticos inhabilitados y cumpliendo prisión por las graves consecuencias de sus actos mandatarios, pero esto es el libre albedrio y a todos nos da pereza ir de nuevo a votar cuando ya hemos dejado claro que queremos, otra cosa es que se pongan de acuerdo. Un abrazo

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    1. Si en las anteriores elecciones ya decíamos aquello de que iríamos a votar con la pinza en la nariz, pero tratando de elegir la opción "menos mala", esta vez vamos a acudir a nuestra cita con las urnas con el convencimiento de que, gane quien gane las elecciones, las cosas para nosotros no van a mejorar. Eso los que vayamos a votar, porque se prevé que la abstención será muy alta.
      Si a esto insisten en llamarlo Democracia, yo no la veo por ninguna parte. Estamos viendo actuaciones de la policía y de los jueces más propias de los tiempos de la dictadura que de la España del siglo XXI. Y lo peor de todo es que no sólo lo estamos viendo en Catalunya.
      Corren malos tiempos para la libertad. Qué triste y qué absurdo a la vez.

      Un abrazo.

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