Escondiendo la Cabeza debajo del Ala
Los árabes tienen un proverbio que dice que, cuanto más negra es la noche, más cerca
está el amanecer.
Hay días que, nada más apuntar al alba, se
nos antojan turbios y tan densos que nos ahogan. Quizá el detonante sea una
noche de insomnio o a una discusión por quién hace uso primero del cuarto de
baño o porque se han acabado las tostadas o el café. Aunque esa susceptibilidad
y ese bajo ánimo lo arrastremos de otros días y de otras noches.
Nos ocurre a veces que vamos capeando el
temporal como buenamente podemos, acumulando problemas que no nos vemos capaces
de solucionar en el momento en que afloran y aplazando su solución para cuando
tengamos tiempo de sentarnos y de pensar cómo coger al toro por los cuernos.
Pasan los días, las semanas e incluso a veces los años y aquellas pequeñas
incidencias que no resolvimos en su momento, se vuelven grandes bolas de nieve
que amenazan con derribarnos si no les encontramos una salida que esté a la
altura de las circunstancias.
A veces vivimos con el miedo pegado al
cuerpo. Miedo a no estar a la altura, a no ser capaces de afrontar las
situaciones que nos depare el futuro, a equivocarnos cuando hemos de tomar
determinadas decisiones, a confiar demasiado en otros que nos acaban
decepcionando, a defraudar a quienes esperan de nosotros los mejores resultados
y a quedarnos solos por no haber sabido convencer a los demás para que
permaneciesen a nuestro lado, al margen de las tormentas y de los socavones en
los que tantas veces caemos, haciendo caer con nosotros a quienes más queremos.
Todos esos miedos se traducen en tensión, en
inseguridad, en problemas para conciliar el sueño, en repentinos cambios de
humor y en una ansiedad desmesurada que nos impide concentrarnos debidamente en
nuestras tareas cotidianas. De ahí que, cuando surge un contratiempo, nos
sentimos perdidos y no somos capaces de encontrar una solución rápida que nos
permita dar carpetazo al asunto y seguir adelante con nuestro día.
Muchas de las personas que acuden a terapia
psicológica no lo hacen porque estén diagnosticadas de algún trastorno
concreto, sino porque sienten que no pueden con su vida, que cualquier pequeña
cosa les supera y que querrían salir corriendo y acurrucarse en su almohada, escondiendo la cabeza debajo
del ala, como un pajarillo que trate de protegerse de las inclemencias del
tiempo.
Esa pesadez, esos miedos y esas inseguridades
no se resuelven con fármacos. Su solución pasa por aceptar que hay otras
maneras más constructivas de afrontar nuestro día a día y por comprometerse con
el cumplimiento de una terapia que consistirá en aprender a gestionar nuestras
emociones, a mitigar el estrés, a enfocarnos en el aquí y el ahora, a saber
distinguir lo urgente de lo que puede esperar, a trabajar nuestra inseguridad,
a relajarnos, a darnos permiso para equivocarnos, a tomarnos las cosas con
mayor sentido del humor, a no dramatizar más de lo estrictamente necesario, a
pensar de forma más positiva, a convencernos de nuestra propia capacidad para
afrontar lo que nos pase, a cambiar de perspectiva mirando desde otros ángulos los
hechos o los sentimientos que nos preocupan y a dejar de temer lo que, es
probable, que no llegue a ocurrir nunca.
La Terapia de
Solución de Problemas sociales de D’Zurilla y Nezu (1982) es una de las que más atención ha recibido,
siendo también una de las más utilizadas y más aceptadas. En ella se distinguen
tres niveles distintos:
La forma cómo una persona percibe el
problema, las causas que le atribuye, la
valoración que hace del mismo, las creencias que tiene sobre su capacidad para
controlar el problema y su grado de compromiso en cuanto al tiempo y el
esfuerzo que piensa dedicar en su resolución.
Nivel de
habilidades de solución de problemas específicas
Son las secuencias de tareas específicas
dirigidas a la resolución del problema. Incluyen la definición y la formulación
del problema, la generación de una lista de soluciones alternativas, la toma de
una decisión, la implementación de la solución y la evaluación de los
resultados.
Nivel de
habilidades de solución de problemas básicos
Incluyen la sensibilidad hacia los problemas
(reconociendo que el problema existe), el pensamiento alternativo, el
pensamiento medios-fines (habilidad para conceptualizar que medios se precisan
para llegar a una meta), el pensamiento consecuencial (habilidad para
anticiparnos a las consecuencias de nuestras decisiones) y la toma de
perspectiva (capacidad de ponernos en el lugar de otra persona y mirar nuestro
problema desde su mismo ángulo de visión).
Para afrontar un problema con una mínima
garantía de éxito, primero hemos de reconocer que el problema existe y dejar de
escondernos bajo almohadones, alas o caparazones.
A veces, basta poner en
palabras lo que nos sucede o lo que nos preocupa para empezar a sentir cierto
alivio. Ponerle nombre a lo que nos pasa nos ayuda de alguna manera a entenderlo
mejor y a comprender cómo nos sentimos.
Aplazar esa verbalización para seguir negando
la evidencia es como consentir internarnos en un laberinto en el que la única
salida posible es la que tanto estamos evitando.
La creatividad ha tenido mucha influencia en
las terapias de resolución de problemas, pues ha permitido abrir más puertas, contemplar
nuevas posibilidades.
De hecho, a la hora de estudiar cualquier
materia, lo que mejor recuerdan los alumnos son los ejemplos que el profesor o
la profesora han utilizado para hacerles la clase más amena. Muchos de esos ejemplos son analogías. Se
compara el problema que se está estudiando, ya sea una ecuación, la invasión de Polonia por los nazis o los
enigmas que esconden los jeroglíficos del Antiguo Egipto, con situaciones muy
distintas, pero que guardan alguna relación. Esas comparaciones generan
sorpresa, risas, perplejidad, etc. En definitiva, nos provocan emociones que ayudan
a conservar mejor los recuerdos para que se acaben consolidando en la región de
nuestro cerebro en la que atesoramos todo lo aprendido.
Cuanto más creativa logre ser una persona,
tantos más recursos tendrá a la hora de buscarle soluciones a sus problemas.
Cuanto más lea, más viaje, más explore dentro y fuera de sí misma, más segura
se hallará cuando se vea en la tesitura de tomar determinadas decisiones.
Hemos de aprender a no ponernos palos en
nuestras propias ruedas, a no juzgarnos antes de conocer el resultado de
nuestras acciones y a dejar de culpabilizarnos en caso de creernos equivocados.
La vida es un continuo problema en el que nos
ponemos a prueba todos los días. Cada día superado nos hace más fuertes, más
sabios y más ricos. Son los problemas los que nos mantienen vivos. Su continua
manera de retarnos, de obligarnos a seguir estrujándonos las neuronas para
descubrir nuevos itinerarios que nos conduzcan a salidas desconocidas y
sorprendentes.
No temamos los días que amanecen turbios. Son
el preludio de los soleados días que están por venir.
Estrella
Pisa
Psicóloga
col. 13749
Bibliografía consultada:
Manual de técnicas de modificación y terapia
de conducta- Francisco J. Labrador, Juan Antonio Cruzado y Manuel Muñoz-
Psicología Pirámide- 2002
Muy buenas Estrella! Como siempre, felicidades por tu entrada. Es una de las muchas clasificaciones de las personas: esconder o no la cabeza, pasar por alto el problema y por lo tanto la solución. Personalmente soy de querer solucionar los problemas al minuto cero coma, pero no me ha ido tan bien cuando he topado con gente que dice prefiere dejar pasar tiempo porque en caliente no quieren hablar. Lo de la creatividad y los recursos es obvio pero mira tú por donde, que nunca lo había leído y no sé por qué no lo tenía presente, gracias por mostrármelo. Besitos wapi!
ResponderEliminarHola Silvia. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarLa creatividad es aplicable a todo. En cualquier área de nuestra vida, ser imaginativos y arriesgarnos a probar cosas nuevas son recursos que nos pueden ayudar a desenvolvernos de otra manera ante las situaciones complicadas. Recurrir a las analogías y hacer uso del sentido del humor nos permite rebajar la tensión, pudiendo enfocar los problemas con mayor seguridad y de forma mucho más objetiva y saludable.
Se trata de aprender a fluir con lo que nos pasa y de dejar de evitar lo inevitable.
Un fuerte abrazo.