De Letras o De Números
Pese a que las leyes que regulan los planes de estudio hayan cambiado en este país casi cada vez que ha cambiado el gobierno, hay mucha gente que sigue dividiendo la oferta formativa en dos grandes bloques: letras y ciencias. Como si la persona que es buena en una de esas posibilidades no pudiera serlo también en la otra o no serlo en ninguna de las dos.
La mente humana es como uno más de nuestros músculos. Como cualquiera de ellos, necesita mantenerse entrenada para no caer en la flacidez, en la desidia, en la atrofia de sus fibras.
¿Qué ocurre cuando decidimos dejar de hacer ejercicio porque nos da pereza y porque tememos demasiado a las agujetas?
En un primer momento sentimos alivio y nuestro cuerpo agradece dejar de sentir el esfuerzo y el dolor, pero a la que pasan unos días, también sentimos que las escaleras nos empiezan a costar más y que no somos capaces de cargar el mismo peso cuando vamos al supermercado o cuando hemos de mover una caja o un mueble en casa.
Nuestro cerebro también nos convence a veces para que elijamos el camino más fácil, recreándonos siempre en lo conocido, en nuestra zona de confort. Pero esa falsa seguridad no deja de ser una trampa que nos acaba limitando y nos empobrece.
Una persona puede considerarse muy de letras y, a la vez, tener capacidad para entenderse bien con los números y para abrirse paso en el mundo de la ciencia. A su vez, un científico también puede ser un ávido lector y un amante de cualquier rama del árbol de las humanidades.
Que alguien sea bueno en un determinado espacio de conocimiento no le incapacita para serlo también en otros espacios que nos hemos empeñado en situar en sus antípodas.
Howard Gardner define la inteligencia como el conjunto de capacidades distintas que actúan independientemente, aunque luego se interrelacionan, a demanda de las exigencias. Por ello aboga por la teoría de las inteligencias múltiples que va más allá de la inteligencia general, anclada en el bimonio letras-números, encontrándole un hueco a las emociones, a la música, al arte, al conocimiento del propio cuerpo, a la imaginación, a la naturaleza, a las representaciones mentales de los espacios en que nos movemos, a la lógica y a la capacidad de entenderse a uno mismo y de entender a los demás.
En el siglo XXI no podemos seguir clasificándonos como de letras o de números. Hemos de abrir más nuestras mentes y permitirles a nuestras neuronas que se atrevan a explorar nuevos espacios aún por descubrir de nuestros hemisferios cerebrales. Nunca es demasiado tarde para aprender nuevas disciplinas ni para dejarnos llevar por nuevas emociones.
Es evidente que seguiremos teniendo más facilidad para cultivar unas habilidades u otras. El entrenamiento o no entrenamiento que nos precede será determinante en nuestra ejecución. Pero no nos olvidemos de otros factores que pueden ponerse de nuestra parte: la perseverancia, el compromiso, la ilusión, la resiliencia o la capacidad de reinventarnos dándonos una segunda, o una tercera, o una enésima oportunidad.
Los seres humanos resultamos muy previsibles, pero, cuando nos lo proponemos, también tenemos la capacidad de no dejar de sorprendernos ni de sorprender a los demás. Si podemos imaginarnos en un determinado escenario es, simplemente, porque tenemos la capacidad real de conquistar ese nuevo espacio. La realidad siempre acaba superando cualquier ficción.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
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