Adaptación o Renuncia

Los que una vez celebramos que los ochenta fueran nuestros, como en la novela de Ana Diosdado, hemos tenido que ir adaptándonos a cambios muy drásticos en las últimas décadas.

A diferencia de los denominados millenials, que ya nacieron en pleno apogeo de internet, nosotros nos lo encontramos por el camino, cuando ya habíamos aprendido a hacerlo todo de forma analógica. Nosotros enviábamos cartas manuscritas a las que teníamos que añadir un sello y esperar durante semanas la respuesta de su destinatario. Estudiábamos con apuntes en papel, con libros que señalábamos con rotuladores fosforitos y nos enfrentábamos a exámenes teóricos en los que nos lo jugábamos todo, porque no se valía presentar trabajos adicionales para que te aprobasen. Nuestro Señor Google particular no era otro que la biblioteca y no siempre tenías la suerte de encontrar la información que estabas buscando.

Imagen de Pixabay

Tal vez por ello, cuando descubrimos el mundo de posibilidades que nos ofrecía internet, nos abrazamos a él como a un clavo ardiendo y no dudamos en embarcarnos de inmediato y en lanzarnos a navegar viento en popa a toda vela, como habíamos aprendido del poeta Espronceda. Y a base de muchos sustos y de algunas decepciones, aprendimos a mantenernos a flote y llegamos a muchos de los puertos a los que queríamos ir. Enviar un mensaje por correo electrónico era bastante más gratificante que seguir haciéndolo por carta. Los tiempos de espera se reducían a unas pocas horas o incluso a unos pocos minutos. Utilizar el Word para escribir también era bastante más sencillo y rápido que seguir utilizando la máquina de escribir o las libretas de toda la vida. Se acabaron las hojas desechadas en la papelera. Bastaba con borrar la palabra o el párrafo que no nos convencía para poder seguir escribiendo, sin interrupciones, sin presiones, sin fugas de inspiración.

Para los que en 1986 nos posicionábamos contra la entrada de España en la OTAN, el fenómeno de la globalización nos ha revolucionado la vida, obligándonos a decir digo donde habíamos dicho Diego. Porque cuando la mente se abre a una realidad nueva, toda ella se ve obligada a reorganizar sus estructuras y a plantearse explicaciones nuevas para las viejas cuestiones de siempre.

El desarrollo de internet nos ha obligado a ir reinventándonos cada poco tiempo para ir adaptándonos a otras realidades mucho más complejas, que a su vez nos van convirtiendo a nosotros mismos en seres mucho más complejos.

Tratar de oponerse a fluir con esos cambios es como renunciar a seguir queriendo estar vivo. Hay personas que se resisten a leer ebooks porque reivindican que la lectura se disfruta mejor pasando las páginas de papel de un libro o que incluso siguen escribiendo cartas manuscritas porque con los e-mail’s de principios del apogeo de internet (cuyo uso parece haberse reducido al ámbito laboral) y ahora con los mensajes inmediatos del whatsapp se pierde toda la magia. Tienen mucha razón, porque los mensajes que nos enviamos ahora son mucho más superficiales y llevan implícita una carga de presión adicional para quien los recibe. Si no nos contestan inmediatamente, comenzamos a contarnos historias para no dormir, suponiendo que la otra persona se ha enfadado o que, simplemente, pasa de nosotros. Cuando, la mayoría de las veces, la única explicación factible es que nadie puede vivir las 24 horas pendiente de su móvil sin perder la cabeza en el intento. Tenemos derecho a desconectar, a disfrutar del momento sin que se inmiscuyan dispositivos electrónicos por en medio.

El mundo hacia el que nos hemos arrastrado desde los noventa hasta ahora es un mundo estresado en el que parecen no tener cabida conceptos tan de sentido común como la “demora de la gratificación”, el hecho de que tengamos la oportunidad de descubrir el verdadero valor de las cosas que nos proponemos conseguir. Sentir que lo verdaderamente importante nunca es gratis, que requiere de esfuerzo y dedicación constantes y que, muchas veces, para alcanzar determinado fin, hemos de estar dispuestos a sacrificar otras cosas. Uno no puede pretender sacar buenas notas si el tiempo que debería dedicar a estudiar lo desperdicia con un videojuego, o mirando un programa de televisión de contenido superficial o tomando cervezas con sus amigos. En la vida nos encontraremos muchas veces con encrucijadas que nos obliguen a elegir, porque todo no se puede tener al mismo tiempo. Toda elección implica renunciar, ni que sea momentáneamente, a otra posibilidad.

En situaciones como las que este año nos estamos viendo obligados a vivir, primero con los meses de confinamiento y ahora con esta “nueva normalidad”, hemos tenido que adaptarnos a vivir de otra manera, teniendo la oportunidad de descubrir cosas de nosotros mismos que ignorábamos por completo. Nadie sabe de lo que es capaz hasta que se ve inmerso en una situación que le obliga a poner en marcha su ingenio. Esto no es nada nuevo. Se ha podido ver en muchas personas en muchos momentos críticos. Cuando se sabe al límite, es cuando la mente pierde el miedo a abrirse y a dejar entrar cuantas ideas se le ocurran. Porque, por peligrosas que éstas parezcan, la alternativa siempre es mucho peor. No hacer nada y esperar que ocurra lo peor es rendirse, abandonarse, renunciar a encontrar alguna puerta de salida, aunque nunca sea la que tú querrías.

Hay quienes, aun estando en medio de esas encrucijadas y reconociendo que no pueden seguir así y que han de empezar a ceder un poco, si realmente quieren salir airosos de la situación, se resisten a escuchar a quienes sólo pretenden ayudarlas porque consideran que están renunciando a demasiadas cosas. Esta circunstancia se da mucho en personas que, después de llevar veinte o treinta años trabajando en la misma empresa y percibiendo un buen salario, se ven de repente sin trabajo porque la empresa ha cerrado o ha decidido reinventar sus métodos de producción o de gestión y estos empleados no tienen ya cabida en ella. Estas personas no se dan cuenta de que su experiencia, en estos casos, ya no es tan válida como ellos piensan, porque las empresas que les podrían contratar, ya trabajan con otros métodos distintos a los que ellos han utilizado. Su reinserción en el mercado laboral pasaría por un reciclaje previo en el que estas personas se abriesen a aprenden la nueva metodología  que les podría abrir nuevas puertas. Y también deberían estar dispuestos a aceptar salarios inferiores a los que han venido percibiendo hasta ese momento. Ahí es donde estas personas se vuelven más reacias a la hora de ir a buscar trabajo, porque se consideran estafadas y ninguneadas, prefiriendo conformarse con la prestación de desempleo antes que aceptar un empleo cuyas condiciones salariales no les satisfacen. Su postura es muy comprensible, pero desgraciadamente, sólo les conduce a la exclusión.

Ya no se trata de renunciar a nada para adaptarnos como borregos a lo nuevo, que siempre será más precario, más frío y de menor calidad. Se trata de darnos cuenta de que no tenemos otra opción que aceptar la realidad que impera hoy y adaptarnos a ella como buenamente podamos para no quedarnos rezagados en esta carrera contra-reloj hacia donde nadie sabe que vamos.

Renunciar sería una opción cuando fuésemos nosotros los que decidiéramos bajarnos del tren voluntariamente, pero cuando son otros los que nos invitan amablemente a bajar, no podemos hablar de renuncia. No podemos renunciar a lo que ya nos han quitado, ni pretender regresar a un mundo que ya ha dejado de existir.

Adaptémonos, pues, a esta nueva normalidad aparcando a un lado los recelos y fijando nuestra mirada en el horizonte que tenemos enfrente y no en la vida que teníamos hasta ayer. Confiemos en que lo que esté por venir pueda satisfacer nuestras expectativas y que, pese a las medidas de seguridad y los controles que tengamos que soportar, consigamos hacer habitable y cálida la nueva realidad que construyamos entre todos.

 

 

Estrella Pisa

Psicóloga col. 13749

Comentarios

  1. Bravo Estela 👏👏👏👏👍👍

    ResponderEliminar
  2. Bravo Estela 👏👏👏👏👍👏

    ResponderEliminar
  3. Creo que la nueva "Normalidad" ya viene de antaño. Debido a tu articulo, acostumbrarse no solo a los acontecimientos de nueva orden sino a lo que nos atañe con las redes sociales, hay que acostumbrarse un poco a todo lo que nos rodea, pero debería estar la posibilidad de poder elegir qué queremos para nosotros, en vez de lanzarnos a las nuevas tecnologías. En todo caso, la posibilidad de la adaptación progresiva y lenta, sin olvidar lo que conocemos. (Uff qué mayor me siento jajajaja) pero supongo que para esas personas que ahora mismo puedan leer esto, si son de una edad más anterior, quizás les haga un pesar. Pero lo que es cierto es que tarde o temprano sucumbirán a través de algun juego, o una red social, o por algún tramite administrativo en el que tengan que enviar correo o incluso para hacer amistades por correo electrónico , la era de internet haa entrado de lleno a nuestras vidas.

    Muy buen post. Un saludo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Keren. Como bien dices, ya llevamos muchos años que no paramos de readaptarnos continuamente a nuevas normalidades. Y lo que nos queda...

      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  4. Increíble reflexión, estamos viviendo en la era de la tecnología, el mundo cambia constantemente y nos obliga a llevar su ritmo o quedarnos estancados, excelente post

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por leerlo y comentarlo, Yarelatremenda.

      Un abrazo.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas Populares