Usurpando lo Ajeno
Pese a que continuamente estemos hablando de la Constitución española para
reclamar su reforma, mucha gente no se la ha llegado a leer nunca y apenas
conoce algunos de sus artículos por las veces que se han ido repitiendo en los
distintos medios de comunicación. Uno de esos artículos es el que asegura que
“todos los españoles tenemos derecho a una vivienda digna”.
Es curioso que, tanto en lo que respecta a los artículos de nuestra constitución como en lo referente a normativas en general, siempre tendamos a recordar cuáles son nuestros derechos, pero pocas veces paremos atención al apartado de las obligaciones.
Es evidente que tenemos derecho a tener un empleo, a vivir en una casa en condiciones, a poder recibir una educación y una atención sanitaria gratuitas, a poder acceder a ayudas públicas y a tener garantizada la cobertura de muchas otras necesidades básicas. Pero también tenemos que concienciarnos de que, si podemos disfrutar de todas esas ventajas es porque la mayoría de nuestros conciudadanos cumplen religiosamente con el pago de sus impuestos y no descuidan ninguna de las obligaciones que tenemos todos sin excepción.
Es cierto que vivimos en un mundo en el que cada vez hay más desigualdad social. Que hay unos pocos que parecen ser dueños de todo, mientras otros muchos apenas tienen nada. Pero eso no justifica que los que supuestamente no tienen nada se dediquen a usurpar lo que les es ajeno. Que alguien no pueda pagar un alquiler normal y esté en lista de espera para conseguir un alquiler social, no le da derecho a ocupar ilegalmente la casa del vecino mientras éste se encuentra de vacaciones o la segunda residencia de alguien que sólo disfruta de ella un mes al año o algún que otro fin de semana.
Claro que molesta que, mientras unos cuantos no tengan donde vivir y tengan que hacerlo de prestado en casa de sus padres o de amigos, otros tengan más de una vivienda. Pero no por ello estos últimos merecen que nadie se les meta en alguna de sus casas, cambie la cerradura y se haga dueño de lo que nunca ha sido suyo.
Tener más de una vivienda no implica ser rico, ni mucho menos. Cada uno invierte sus pocos ahorros como buenamente le parece. Hay quien nunca tiene nada porque vive al día y gasta incluso más de lo que gana. Otros, ganando lo mismo o incluso menos, saben ahorrar o invertir con acierto, pudiendo así disfrutar de algo que se han ganado a pulso, a base de mucho esfuerzo y mucho sacrificio. No es justo que luego venga alguien, se apropie de todo y se ampare en ese derecho a una vivienda digna del que habla la Constitución para no moverse de la que ya considera su casa, a menos que le ofrezcan una buena cantidad de dinero por recuperar una vivienda que luego dejan destrozada. Detrás de este tipo de delitos ya no están esas personas supuestamente necesitadas, sino profesionales que han hecho de la ocupación de lo ajeno un lucrativo negocio. Esos ocupas no están reivindicando ninguno de los lemas que se pusieron tan de moda durante los tiempos del 15M. Lo único que buscan es ganarse muy bien la mafiosa vida que llevan mediante el engaño a los pobres incautos a los que a veces realquilan las viviendas de forma completamente ilegal y la extorsión a la que someten a los verdaderos propietarios de esas viviendas. Lo que más sorprende de todo es la escandalosa impunidad en la que se mueven estos individuos. Conocen muy bien las leyes y, gracias a ello, juegan con demasiada ventaja.
Es del todo inadmisible que cualquier mafioso que se dedique a reventar puertas ajenas, del mismo modo en que en el siglo XVII los piratas abordaban a otros barcos en medio del mar y se apoderaban del botín, tenga más derechos ante un juez que el propietario al que le han ocupado y saqueado su casa.
¿Cómo podemos seguir permitiendo que en nuestro país haya leyes que protejan más al delincuente que a sus víctimas
¿Por qué alguien a quien le han ocupado su vivienda tiene que demostrar que la casa es suya durante un proceso que se puede alargar meses o incluso algún año, mientras sus ocupas pueden seguir viviendo en ella, destrozando lo que les da la gana y vendiendo lo que les parece, sin que nadie les diga nada?
¿En qué clase de indefensión vivimos cuando desde la policía y los juzgados nos advierten de que no podemos hacer nada porque es lo que indica la ley?
¿Tiene sentido mantener vigentes unas leyes que nos perjudican tanto?
¿Por qué nadie hace nada por cambiarlas?
De acuerdo que es muy traumático tener que afrontar un desahucio y nadie debería verse en la calle sólo porque no dispone de medios para pagar un alquiler. Pero, antes de optar por pegarle una patada a una puerta ajena y ocupar su interior, siempre debería haber otras opciones. Empezando por reforzar los servicios sociales, penalizando a los grandes bancos que tienen infinidad de viviendas vacías si no las ofrecen en alquiler a precios que las familias puedan pagar o negociando con los propietarios particulares de viviendas desocupadas que las cedan por un tiempo determinado a familias que las necesitan a cambio de que las mantengan en óptimas condiciones. Cualquier opción siempre será mejor que la de usurpar a las bravas lo que no es de uno.
¿Cómo se puede reivindicar un derecho pisoteando el derecho de otra persona a tener y mantener lo que tiene?
Si todos pensásemos lo mismo, nadie se molestaría en acudir cada día a trabajar, ni pagaría sus facturas, ni pasaría por caja en el supermercado. Porque robar sería un ejercicio mucho más fácil y mucho menos sacrificado. ¿Nos podemos imaginar, por un momento, qué pasaría si a todos nos diese por apropiarnos de lo ajeno? ¿Qué ley nos ampararía después? ¿Qué derechos nos quedarían?.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
Es curioso que, tanto en lo que respecta a los artículos de nuestra constitución como en lo referente a normativas en general, siempre tendamos a recordar cuáles son nuestros derechos, pero pocas veces paremos atención al apartado de las obligaciones.
Es evidente que tenemos derecho a tener un empleo, a vivir en una casa en condiciones, a poder recibir una educación y una atención sanitaria gratuitas, a poder acceder a ayudas públicas y a tener garantizada la cobertura de muchas otras necesidades básicas. Pero también tenemos que concienciarnos de que, si podemos disfrutar de todas esas ventajas es porque la mayoría de nuestros conciudadanos cumplen religiosamente con el pago de sus impuestos y no descuidan ninguna de las obligaciones que tenemos todos sin excepción.
Es cierto que vivimos en un mundo en el que cada vez hay más desigualdad social. Que hay unos pocos que parecen ser dueños de todo, mientras otros muchos apenas tienen nada. Pero eso no justifica que los que supuestamente no tienen nada se dediquen a usurpar lo que les es ajeno. Que alguien no pueda pagar un alquiler normal y esté en lista de espera para conseguir un alquiler social, no le da derecho a ocupar ilegalmente la casa del vecino mientras éste se encuentra de vacaciones o la segunda residencia de alguien que sólo disfruta de ella un mes al año o algún que otro fin de semana.
Claro que molesta que, mientras unos cuantos no tengan donde vivir y tengan que hacerlo de prestado en casa de sus padres o de amigos, otros tengan más de una vivienda. Pero no por ello estos últimos merecen que nadie se les meta en alguna de sus casas, cambie la cerradura y se haga dueño de lo que nunca ha sido suyo.
Imagen de Pixnio |
Tener más de una vivienda no implica ser rico, ni mucho menos. Cada uno invierte sus pocos ahorros como buenamente le parece. Hay quien nunca tiene nada porque vive al día y gasta incluso más de lo que gana. Otros, ganando lo mismo o incluso menos, saben ahorrar o invertir con acierto, pudiendo así disfrutar de algo que se han ganado a pulso, a base de mucho esfuerzo y mucho sacrificio. No es justo que luego venga alguien, se apropie de todo y se ampare en ese derecho a una vivienda digna del que habla la Constitución para no moverse de la que ya considera su casa, a menos que le ofrezcan una buena cantidad de dinero por recuperar una vivienda que luego dejan destrozada. Detrás de este tipo de delitos ya no están esas personas supuestamente necesitadas, sino profesionales que han hecho de la ocupación de lo ajeno un lucrativo negocio. Esos ocupas no están reivindicando ninguno de los lemas que se pusieron tan de moda durante los tiempos del 15M. Lo único que buscan es ganarse muy bien la mafiosa vida que llevan mediante el engaño a los pobres incautos a los que a veces realquilan las viviendas de forma completamente ilegal y la extorsión a la que someten a los verdaderos propietarios de esas viviendas. Lo que más sorprende de todo es la escandalosa impunidad en la que se mueven estos individuos. Conocen muy bien las leyes y, gracias a ello, juegan con demasiada ventaja.
Es del todo inadmisible que cualquier mafioso que se dedique a reventar puertas ajenas, del mismo modo en que en el siglo XVII los piratas abordaban a otros barcos en medio del mar y se apoderaban del botín, tenga más derechos ante un juez que el propietario al que le han ocupado y saqueado su casa.
¿Cómo podemos seguir permitiendo que en nuestro país haya leyes que protejan más al delincuente que a sus víctimas
¿Por qué alguien a quien le han ocupado su vivienda tiene que demostrar que la casa es suya durante un proceso que se puede alargar meses o incluso algún año, mientras sus ocupas pueden seguir viviendo en ella, destrozando lo que les da la gana y vendiendo lo que les parece, sin que nadie les diga nada?
¿En qué clase de indefensión vivimos cuando desde la policía y los juzgados nos advierten de que no podemos hacer nada porque es lo que indica la ley?
¿Tiene sentido mantener vigentes unas leyes que nos perjudican tanto?
¿Por qué nadie hace nada por cambiarlas?
De acuerdo que es muy traumático tener que afrontar un desahucio y nadie debería verse en la calle sólo porque no dispone de medios para pagar un alquiler. Pero, antes de optar por pegarle una patada a una puerta ajena y ocupar su interior, siempre debería haber otras opciones. Empezando por reforzar los servicios sociales, penalizando a los grandes bancos que tienen infinidad de viviendas vacías si no las ofrecen en alquiler a precios que las familias puedan pagar o negociando con los propietarios particulares de viviendas desocupadas que las cedan por un tiempo determinado a familias que las necesitan a cambio de que las mantengan en óptimas condiciones. Cualquier opción siempre será mejor que la de usurpar a las bravas lo que no es de uno.
¿Cómo se puede reivindicar un derecho pisoteando el derecho de otra persona a tener y mantener lo que tiene?
Si todos pensásemos lo mismo, nadie se molestaría en acudir cada día a trabajar, ni pagaría sus facturas, ni pasaría por caja en el supermercado. Porque robar sería un ejercicio mucho más fácil y mucho menos sacrificado. ¿Nos podemos imaginar, por un momento, qué pasaría si a todos nos diese por apropiarnos de lo ajeno? ¿Qué ley nos ampararía después? ¿Qué derechos nos quedarían?.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
Es lo que les piden a la gran mayoría de los inmigrantes saberse. No haré más comentarios.
ResponderEliminarCierto Keren. Por eso indigna aún más cuando tanta gente parece pasar de todo y los que tendrían alguna posibilidad de cambiar ciertas leyes no lo hagan.
EliminarUn fuerte abrazo.
Es un mal que lleva muchos años y los políticos no son capaces de reformar la ley. Todos tenemos derecho a una vivienda digna, pero no la que nos de la gana, y menos la de otra persona ajena a nosotros. He visto bastantes casos donde un/os individuo/s dejaba/n de pagar a su casero y negarse a ir y la ley dar la razón al dueño varios años después, dejándole encima la casa destrozada e inservible tras marcharse. Peor está el tema de los okupas ilegales que abordan una casa como si de piratas se tratasen quedándose con todo el botín con el simple hecho de cambiar la cerradura para que los dueños del inmueble no puedan entrar a él. Yo no entiendo como la ley ampara al banco para quedarse con tu casa si no puedes pagar el plazo a tiempo, la tengas que seguir pagando y encima éste lo puedan vender y sin embargo después si pasan estas usurpaciones no tienes derecho... hay cosas legales arcaicas que deberían cambiarse por los vacíos legales que implican...
ResponderEliminarSuscribo cada una de tus palabras, Eduardo. En este país hay demasiadas cosas que no se entienden. Somos demasiado permisivos tanto con los que gobiernan o pretenden acabar haciéndolo, como con quienes se saltan las reglas del juego a la torera.
EliminarMuchas gracias por leerlo y comentarlo.
Un fuerte abrazo.