Excusas para no Vivir
Es un hecho que constantemente
nos escudemos en la falta de tiempo para hacer demasiadas cosas y se da la
circunstancia de que la mayoría de esas cosas que dejamos de hacer están
relacionadas con el bienestar: hacer ejercicio, tomarnos nuestro tiempo para
cocinar recetas más saludables, salir a caminar, escuchar la música que nos
gusta, fotografiar paisajes que nos maravillen, leer hasta que los ojos se nos
resequen o conversar con aquellas personas que siempre nos van a aportar buenos
momentos.
A mí, particularmente, me encanta
hacer cualquiera de estas cosas y procuro reservarles partes de mi tiempo. Pero
salir a caminar sola me sigue costando un poco.
Cala Montgó- L'Escala |
Durante la semana camino todos
los días una media de seis kilómetros, pues tengo la oficina a un kilómetro y
medio de mi casa y nunca me saqué el carnet de conducir. Para mí ir y volver del
trabajo es algo así como ir de excursión. Y la verdad es que me encanta, porque
caminar me relaja muchísimo y me permite sentirme una exploradora en mi propia
ciudad, disfrutando de los cambios que experimentan los árboles que encuentro a
mi paso con cada estación y de las flores de los parterres que adornan algunas
calles y algunas zonas de la Rambla. En algunas aceras encuentro naranjos; en
otras unos árboles con unas flores lilas. Hay plazas que lucen magnolios y
otras majestuosos pinos a cuyos pies crecen vistosas begonias y petunias de
distintos colores. Figueres fue declarada hace tiempo como una "vila florida" y da gusto pasear por algunas de sus calles, aunque por otras no. En todas partes
hay una cara oculta de la luna, donde la luz y los colores se apagan para dar
paso a la realidad que nadie quiere ver.
Inicio del camino de Cala Montgó hacia Punta Ventosa |
Nunca me ha costado salir de
casa sola cuando tengo un propósito, una obligación. Pero salir por salir, sin
tener que fichar a ninguna hora concreta en ninguna parte y sin haber quedado
con nadie, a veces me cuesta más de lo que me gustaría admitir.
Tal vez porque a mí siempre me
ha tirado el monte y pasar el rato mirando tiendas o tomando algo en cafeterías
no me motiva en absoluto. Yo soy más de explorar caminos pedregosos como los
que me he dado el lujo de disfrutar esta mañana. Evidentemente sola, pues nadie
se apunta voluntariamente a acompañarme porque saben que no sé poner el freno y
nunca veo la hora de dar media vuelta.
Cala Montgó con el Massís del Montgrí al fondo. |
Pese a vivir en Figueres,
desde hace más de veinte años, considero que mi pueblo es L’Escala y en sus
paisajes me siento en mi mundo. L’Escala no es sólo Empúries, tampoco sus
tradiciones ni sus gentes amables. L’Escala es un espectáculo natural de
puestas de sol idílicas, de acantilados escarpados y de vegetación autóctona que me despierta
los sentidos cada vez que la encuentro a mi paso cuando exploro sus caminos.
Acantilados impresionantes |
Caminos que me cuesta
emprender sola porque a todos nos gusta contar con la compañía de otros que nos
secunden en nuestros planes, pero que, dado el primer paso, me acogen con
respeto y me animan a seguir caminando y a abrir mucho los ojos para no perderme ninguna
de las maravillas que me esperan en sus márgenes. Y el mar, espléndido cuando está
en calma, simulando un espejo inmenso, y temerario cuando expresa su bravura
impulsado por los vientos de Levante. El mar siempre ha sido para mí una especie
de refugio. Contemplarlo es como un bálsamo que me relaja y a la vez me carga
de inspiración y de fuerza para emprender nuevos retos.
La Caleta |
A veces nos cuesta muy poco
ponernos excusas a nosotros mismos para dejar de hacer demasiadas cosas. Y esas
excusas pasan a menudo por culpar a otros de no apoyarnos en aquello que nos
gustaría hacer y nos resignamos a no hacer.
Frente a la Caleta |
Claro que me cuesta tener que
salir sola a hacer lo que más me gusta. Claro que puede parecer aburrido no
poder compartir una afición con la persona con quien convives. Pero cada persona
tiene derecho a decidir cómo emplear su tiempo. Tan lícito es hacer senderismo
como quedarse en el sofá viendo la televisión o durmiendo un poco más un día
que no tienes que ir a trabajar.
Muy cerca de la Caleta |
A veces olvidamos que llegamos
solos y nos iremos solos. Y que muchas partes de nuestro camino, también las
recorreremos solos. Porque no hay dos caminos iguales y, aunque coincidamos en
muchos tramos con las personas con las que convivimos, en otros tendremos que
andar solos o junto a otras personas con las que sólo compartiremos esa afición
por patear caminos empedrados.
Acantilados junto a la Caleta |
Esta mañana he salido de casa con la idea de ir andando hasta Cala Montgó, pero una vez allí, he decidido tomar el camino de ronda en dirección a Punta Ventosa. Cuando llevaba un rato subiendo por las rocas, he descubierto delante
de mí a una pareja joven con un perro que habían tenido mi misma idea. Les he seguido de cerca sin dejar de pararme a cada poco a tomar fotos porque las vistas desde allí son una maravilla. Poco después, se nos ha unido otro chico que también iba solo.
Al llegar a una pequeña playa de guijarros conocida como ”la Caleta”, la pareja
se quedó allí. El otro chico ha seguido hacia adelante, seguramente hasta Punta Ventosa,
y yo he tomado unas cuantos fotografías y he decidido dar media vuelta y
desandar el camino, pues mis piernas ya empezaban a resentirse un poco y tenía
por delante una hora más de caminata.
La vida se abre paso entre las piedras |
Entonces he encontrado a una pareja
mayor que también emprendían el camino de vuelta apoyándose en sus palos de trekking y, más
adelante, me he cruzado con tres parejas más y luego con un par de chicos muy
jóvenes. Está claro que no soy la única bicha rara que tira siempre al monte.
El caso es que la excursión me
ha hecho sentir muy a gusto y me ha cargado las pilas para unos cuantos días.
Salir de la zona de confort, cuando tenemos tendencia a acomodarnos en ella,
siempre nos cuesta un mundo, pero hemos de insistir y rebelarnos, para poder
seguir sintiéndonos vivos y conectados con todo lo que nos rodea.
Cuando tenemos la inmensa
suerte de vivir en un entorno privilegiado, no podemos quedarnos encerrados en
casa, por muy cómodo que sea el sofá o muy a gusto que nos sintamos en nuestra
terraza. El sofá y la terraza seguirán estando ahí cuando caiga la noche y los
libros no nos esconderán las palabras porque les leamos de madrugada. En
cambio, nos habremos perdido la oportunidad de disfrutar de las luces que se
deslizan como cortinas entre los pinos, de los gemidos del mar estrellándose
contra las rocas, del aroma de las flores silvestres, de la majestuosidad de
las rocas recortadas como escudos ante un mar desafiante y del dolor de nuestros
pies recordándonos que seguimos vivos.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
Me ha encantado esta entrada y visitar ese hermoso lugar desde tu punto de vista. =)
ResponderEliminarPersonalmente, prefiero ir de excursión sin compañía... Así, siempre puedo curiosear un poco más sin pensar que los demás se agotan o aburren por mi culpa. XD
El mar me encanta, creo que puede ser incluso hasta sanador.
¡¡Saludos Cordiales!!
Muchas gracias por leer y comentar el post.
EliminarEstoy totalmente de acuerdo con lo que dices. Caminar acompañado tiene ventajas, pero sin duda tiene el inconveniente de perdernos parte del paisaje por desviarnos en conversaciones o en el miedo a cansar a quienes nos acompañan.
Un fuerte abrazo.