Innovando para Sentirnos Vivos
La mejor excusa a la que recurrimos cada vez que nos da pereza hacer algo es la de que "todo está ya inventado". Y, lo más triste de todo, es que este argumento lo enarbolamos con absoluta convicción, como si se tratase de una verdad inmutable.
Algo parecido nos ocurre cuando un libro o una canción nos gustan mucho: tendemos a pensar que ningún otro autor o ningún otro artista podrán superar la calidad ni el éxito de esas obras.
Pero nos equivocamos y, basta el tiempo que tardamos en leer otro libro de ese mismo autor o de otro y que en la radio del coche anuncien la publicación del nuevo disco de esa misma cantante o de otra para que, nosotros mismos, seamos conscientes de que nos precipitamos al dar por hecho que lo mejor ya se había creado.
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Así, los móviles de los que no nos desprendemos en todo el día son el resultado de décadas de innovación en telecomunicaciones y en cibernética. De ningún modo habrían sido posibles sin el ingenio de pioneros como Alexander Graham Bell o Alan Turing.
Ha llovido mucho desde aquellos primeros teléfonos y aquellos primeros ordenadores en los que todo se limitaba a códigos binarios. Más ha llovido aún desde que Gutenberg inventara la imprenta, pero gracias a su ingenio hoy todos tenemos acceso a los libros. Un privilegio que durante demasiado tiempo había estado reservado a los monjes de los monasterios, que eran los designados para su custodia y a quienes miembros de las familias mejor posicionadas socialmente encargaban copiar de forma artesanal los códices originales a precios que podían alcanzar cifras desorbitadas.
Anthony Brandt y David Eagleman, en su libro La especie desbocada, narran la forma cómo los seres humanos hemos tratado de luchar siempre contra esa falacia de "todo está inventado". De cómo hemos sido capaces de idear técnicas para darle la vuelta a la realidad, doblándola, fragmentándola y mezclándola para, constantemente, conseguir crear cosas nuevas a partir de las ruinas de las que consideramos viejas.
Siendo honestos, hemos de reconocer que, efectivamente, todo está creado, pues todo lo que utilizamos diariamente parte de elementos primarios que son tan antiguos como el planeta. Pero lo que somos capaces de hacer a partir de ellos, gracias a nuestra curiosidad, a nuestro empeño y a la creatividad que nos impulsa a idear otras formas para las mismas cosas, se convierte en realidades completamente nuevas que merece mucho la pena explorar.
Es como llegar a entender por qué uno más uno siempre es mucho más que dos. Porque cuando convergen dos realidades en una conjunta, seguimos teniendo dos realidades más la que se crea de la mezcla de las dos iniciales. Igual que acertando la combinación de números que salen de un bombo de lotería nos puede cambiar la suerte, al atrevernos a doblar, fragmentar o combinar ideas nos puede llegar a cambiar el sentido de nuestra vida.
Dada la infinidad de elementos primarios con los que contamos en contextos como la naturaleza, nuestra cultura, la historia que nos sostiene, o nuestro propio lenguaje, las combinaciones de esos múltiples elementos nos ofrecen un abanico de posibilidades también infinitas. Cada una de ellas nos confiere un modo distinto de entenderlo todo y de entendernos a nosotros mismos.
Si lo pensamos bien, desde el punto de vista de la biología, la vida que llevamos los humanos del siglo XXI no difiere mucho de la que debieron llevar los primeros humanos sobre la Tierra: Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. En ese tiempo que nos toca vivir, la constante es la lucha por mantenernos y mantener a nuestras familias, igual que hicieron nuestros ancestros. Pero, desde el punto de vista de la antropología y la sociología, parecemos a estar a años luz de aquellos primeros humanos. Lo que ha hecho posible esa distancia no es otra cosa que la innovación.
Pese a que en todas las épocas han habido ejemplares de humanos que se han rendido antes de tiempo al considerar que su suerte estaba echada y que nada podía cambiarla, también han habido muchos otros que han pensado que, combinando piedras y fuego, podían crear herramientas y armas de metal; que inventando cuerdas, ruedas y molinos podían conseguir mejoras notables en su vida cotidiana; que explorando más allá del territorio conocido y vendiendo a otros lo que no iban a consumir podían idear otras formas menos lastimosas de ganarse la vida.
Quienes jugaron un papel especialmente destacable fueron las primeras mujeres que se rebelaron contra la imposición de los patriarcados. Al principio fueron muy pocas y muchas de ellas pagaron su osadía con sus vidas. Hipatia de Alejandría fue una de ellas. Mujeres que no sucumbieron a un destino impuesto por el capricho y la ambición de los hombres de las familias en las que habían nacido. Que prefirieron muchas veces la propia muerte o los conventos a matrimonios forzados en los que acabasen muriendo en alguno de sus múltiples partos o anuladas completamente como personas.
Esas pocas mujeres valientes fueron como velas que alumbraron un camino por el que las que las sucedieron pudieron escapar e ir abriéndolo y ensanchándolo un poco más hasta llegar al momento actual en que, afortunadamente, la mayoría de las mujeres ya no permite que decidan por ellas.
Tener nuestras necesidades biológicas cubiertas nos permite sobrevivir, pero no nos garantiza una vida que nos motive. Porque VIVIR es otra cosa. Es sentir la necesidad de seguir aprendiendo de todo lo que nos rodea y de lo que está detrás. Es soñar con ser capaces de derribar nuestras propias barreras mentales para liberarnos y avanzar hacia donde nos lleve la curiosidad. Es atrevernos a cuestionar lo conocido y a hacerle un hueco a lo que, a priori, no alcanzamos a entender pero queremos entender. Y, lo más importante, es no ponernos excusas para no vivir, para no emocionarnos, para no despeinarnos cuando nos acaricia el viento.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
¡Buenísimo artículo! Quizá me pase, no lo sé, pero no soporto a la gente que se tira todo el día (o sus horas fuera del trabajo) tirada en el sofá viendo la tele o viendo vídeo por el móvil, no lo soporto. Quizá un día estás cansado y necesitas "vaguear", pero todos los días así, madre mía, qué poco espíritu. Me ha gustado mucho. Un abrazo. :)
ResponderEliminarHola Merche,
EliminarA mí también me cuesta mucho entender a la gente que se queja todo el día de no tener tiempo para nada, pero en cambio se pasa la vida matando el tiempo, tumbada frente a la caja tonta o perdida por las redes sociales. Esas personas no se dan cuenta que su vida la están dirigiendo otros, a base de aplicaciones. No me extraña que nunca se sientan dueñas de su destino, ni capitanas de su alma.
Un fuerte abrazo.
Muy interesante artículo, sin duda algo que nos distingue como especie es eso, la búsqueda de nuevas y mejores cosas, (que también tiene su lado negativo, hablando por ejemplo de la obsolescencia programada de las cosas, el consumismo excesivo). Pero es verdad que una vida sin motivación, sin desafíos solo puede llevar a la depresión. Cada persona debe buscar aquello que la motive y trabajar en ello para no caer en la desidia. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias Ana.
EliminarNo sólo se trata de innovar para lograr mejores productos, sino también para lograr mejores sensaciones. Nuestro cerebro es muy plástico y siempre estamos a tiempo de moldearlo para que nos permita interpretaciones más positivas de la misma realidad. Puede parecer complicado, pero, como en todo, lo que más cuesta es dar el primer paso, luego la perseverancia puede hacer el resto.
Un fuerte abrazo.
Qué maravilla de publicación, Estrella.
ResponderEliminarSin las referencias a La especie desbocada tendría la misma fuerza y contundencia tu razonamiento. El párrafo final muestra esas ideas que deben movernos para mirar siempre adelante. El libro promete, haré por leerlo.
Un enorme abrazo :-)
Muchas gracias, Miguel.
EliminarLa lectura de este libro resulta muy amena, con ejemplos muy gráficos que sorprenden. Creo que te puede gustar.
Un fuerte abrazo.
Todo esto que comentas me recuerda a aquellas personas que desafortunadamente pierden la capacidad de asombro. Es vivir vegetando. Muy bien artículo Estrella, felicidades. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Maty,
EliminarPerder la capacidad de asombro es lo más triste que nos puede llegar a pasar. Sentir que uno ya está de vuelta de todo es perder el interés por la vida misma.
Muchas gracias por leerlo y comentarlo.
Un fuerte abrazo.
En narrativa una vez escuché a un autor (no recuerdo a quién) decir que todas las historias estaban inventadas, que el principal reto del escritor es innovar en cómo contamos esas historias, en darle esa perspectiva identitaria para convertirlas en genuinas y totalmente "nuestras". En fin, cuando la pereza nos hace renunciar a la creatividad es que hemos perdido el gusto por lo que hacemos y creo sinceramente que solo somos capaces de hacer bien aquello para lo que tenemos talento y nos gusta de verdad.
ResponderEliminar¡Vaya trabalenguas me he marcado!
Un gustazo leerte, Estrella, como siempre.
Abrazo gigante
Hola Matilde,
EliminarMuy interesante lo que apuntas. Es evidente que las historias que podemos contar las personas son muy previsibles, pero lo que las distingue a unas de otras es esa capacidad de explicarlas de manera de capten la atención de aquel que las descubre. Para captar la atención hemos de tirar de mucha creatividad, atreviéndonos a mirar desde ángulos cada vez más arriesgados que nos alejan de la imagen que acostumbra a captar la mayoría de una realidad que, afortunadamente, tiene infinitas interpretaciones.
Un fuerte abrazo.
¡Qué buen artículo, Estrella! Se dice tantas veces que todo está ya inventado. Pero es ese progreso que tú narras lo que supera lo insuperable. Los nuevos descubrimientos se asienan en los anteriores. Y me ha encantado que incluyas a la mujeres, y si entre ellas está Hipatia de Alejandría, ¿qué te puedo decir? Para ella toda mi admiración.
ResponderEliminarUn abrazo!
Muchas gracias, María Pilar.
EliminarExcusarnos en la premisa de que todo está ya inventado es la mejor manera de ponernos barreras a nosotros mismos y de resignarnos a no hacer nada. ¡Qué triste condena! Suerte que no todos pensamos así y que haya valientes que se arriesguen a arrancar poco a poco las piedras de todas esas murallas para levantar puentes con ellas que nos conecten con otras formas de interpretar la misma realidad.
Un fuerte abrazo.
Great blog
ResponderEliminarMuchas gracias, Rajani.
EliminarUn abrazo.
Please read my post
ResponderEliminarLeído y comentado en tu blog. Tus publicaciones son una inyección de motivación.
EliminarUn abrazo.