Tipologías de Personalidad en Colores

 

Clasificar es una manera de intentar poner orden en la realidad que nos envuelve. Desde la antigüedad, el ser humano se ha embarcado en el empeño de ordenarlo todo: los días del año en calendarios, que distribuían esos días en meses y los días de esos meses en semanas; las estaciones meteorológicas en invierno y en verano, según la temperatura del ambiente; los seres que encontraba a su paso en reinos vegetales, animales o minerales; y los otros humanos con los que interactuaba en categorías de amigos o enemigos, según la relación que se estableciera entre ellos.

Ordenar la realidad es mucho más complicado de lo que parecía en aquellos libros de ciencias naturales y sociales con los que estudiábamos en el colegio. Tal vez porque esa realidad no deja nunca de evolucionar ni de reinventarse. Los seres vivos no somos entes estáticos, sino que continuamente nos transformamos en otros organismos según las circunstancias a las que tengamos que enfrentarnos. Heráclito, nacido en el 540 a.C, ya aseguraba que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, porque lo único que permanece es el cambio, al que él denominaba logos, siendo éste la razón universal que ordena y gobierna el mundo.

Pero, pese a esa conciencia antigua de que el paso del tiempo nos va moldeando a todos y de que, lo que ayer era blanco, hoy puede ser negro y mañana puede ser o no ser, a saber de qué color, pensadores, filósofos, médicos, psicólogos, psiquiatras y científicos en general no han dejado de intentar clasificar a los seres humanos en tipologías para tratar de explicarse el porqué de sus conductas y de su modo de conducirse por la vida.


Imagen encontrada en Pixabay.


Uno de los primeros en abrir esa veda fue Hipócrates, con la distinción de los cuatro humores. Con ellos pretendía explicar las distintas personalidades que podíamos encontrar en los seres humanos. Se da la circunstancia de que estos humores se correspondían con los elementos de una teoría anterior que defendió Empédocles: aire, tierra, fuego y agua.

Así, la bilis negra, vinculada al elemento tierra, equivaldría a frialdad y sequedad. Personalidad melancólica. Sujetos con tendencia a la tristeza, a quienes les puede la sensibilidad y que manifiestan rasgos artísticos. Siempre parecen desconectados de la realidad de los demás.

La bilis amarilla, vinculada al elemento fuego, equivaldría a calidez y sequedad. Personalidad colérica. Sujetos apasionados, enérgicos y a los que no les cuesta demasiado enfadarse.

La sangre, vinculada al elemento aire, equivaldría a calidez y humedad. Personalidad sanguínea. Sujetos alegres, optimistas y cariñosos, entregados a los demás y seguros de sí mismos.

Y, por último la flema, vinculada al elemento agua, equivaldría a frialdad y humedad. Personalidad flemática. Sujetos fríos, reservados y tranquilos. Prefieren pasar desapercibidos.

Esta clasificación fue adoptada mucho tiempo después por Galeno, cuyo legado imperó en la medicina europea durante más de mil años.

Entrados en el siglo XVIII, un médico llamado Franz Joseph Gall adquirió bastante notoriedad defendiendo que la forma del cráneo refleja fielmente lo que esconde el cerebro y explica el carácter del hombre que lo alberga. Nacía así la controvertida Frenología, una pseudociencia que vivió su apogeo en las primeras décadas del siglo XIX, pero luego fue decayendo dada la fuerte oposición que encontró entre las comunidades científicas. Hoy en día sigue teniendo adeptos, pero se la considera reduccionista y errónea.

Con el nacimiento de la psicología como ciencia, surgió en Alemania la escuela de biotopología, centrada en la clasificación del psiquiatra Ernst Krestchmer (1888-1964). Su obra "Constitución y carácter", publicada en 1921, tuvo una gran aceptación entre la comunidad científica. Su idea principal era que una enfermedad mental sólo es la forma extrema de disposiciones características típicas que pueden hallarse entre las personas normales. Krestchmer creyó que el carácter y el comportamiento humanos podían preverse según fuese su constitución física, distinguiendo tres tipos:

  • Leptosómico: Delgado, esbelto, de hombros estrechos, rostro alargado y anguloso, piel seca, aspecto débil y desmejorado. Tipología vinculada con la esquizofrenia.

  • Atlético: Estatura media o superior a la media, musculoso, tórax enorme, hombros y cabeza fuertes. Vientre tirante y cuello despejado. Tipología vinculada con la epilepsia.

  • Pícnico: Estatura media, con rostro blando y ancho, cuello corto y macizo, con los hombros hundidos y el vientre hinchado. Tórax profundo y abombado. Tipología vinculada con la psicosis maníaco-depresiva, más conocida actualmente como trastorno bipolar.


Por su parte, la escuela americana también aportó su granito de arena en esta tendencia a clasificar a los seres humanos. Lo hizo a través de un profesor de psicología de la universidad de Harvard, llamado William Herbert Sheldon (1898-1977).

Basándose en el trabajo de Krestchmer, sustituyó el concepto de tipo por el de componente, situando su intensidad sobre una escala de valores progresivos. A través de un minucioso análisis estadístico de los datos de cuatro mil sujetos fotografiados, reveló la presencia de tres componentes morfológicos:

  • Endomorfo: Se asimila bastante al tipo pícnico de Krestchmer. En él domina el desarrollo de las vísceras.

  • Mesomorfo: Se asemeja mucho al tipo leptosómico de Krestchmer. El cuerpo es ligero y frágil y en él dominan el sistema nervioso y los aparatos sensoriales.

  • Ectomorfo: Se corresponde con el tipo atlético de Krestchmer. En él dominan claramente los sistemas muscular y óseo.


Con el surgimiento de la teoría psicoanalítica, se abrió un nuevo y amplísimo abanico de posibilidades en la interpretación de la personalidad humana. Destacaron especialmente dos figuras: Sigmund Freud y Carl Gustav Jung.

Sigmund Freud (1856-1939) pasó por diferentes etapas en su aventura de escudriñar la mente humana. 

Su primera tipología fue de carácter topográfico, dividiendo la mente en tres compartimentos:

  • Inconsciente- El más profundo. Se ocultan pensamientos, recuerdos, impulsos y fantasías a los que resulta muy difícil acceder desde la consciencia. Se rige por el principio del placer y por los procesos primarios de condensación y desplazamiento.

  • Preconsciente- Actúa como un punto de unión entre las otras dos instancias. Está conformada por huellas de memoria en formato verbal. Si se presta atención desde la consciencia es posible acceder a sus contenidos.

  • Consciente- Actúa de intermediario entre las zonas más profundas de la psique y el mundo exterior. Se rige por el principio de la realidad.

Su segunda tipología fue el modelo dinámico, haciendo referencia a un conflicto entre dos fuerzas opuestas que se produce en la mente. Por un lado, los impulsos, el deseo de conseguir algo de forma inmediata, y por el otro, las defensas que se resisten a sucumbir a la imposición de esos deseos. La salud mental dependería de la calidad de nuestras defensas para inhibir esos instintos.

La tercera tipología de Freud fue el modelo económico, en el que cobra especial protagonismo el concepto de pulsión, la fuerza que nos hace determinarnos hacia un fin concreto. La pulsión tiene origen biológico y su objetivo es suprimir los estados fisiológicos desagradables. Se distingue entre pulsión de vida (reproducción y autoconservación) y pulsión de muerte (el impulso de buscar la propia muerte o desaparición).

La cuarta tipología es el modelo genético, en la que se describen las cinco fases del desarrollo psicosexual. El comportamiento humano estaría regido por la búsqueda de la gratificación en relación a las zonas erógenas del cuerpo, cuya importancia va a depender de la edad. Estas fases serían:

  • La oral- Durante el primer año de vida. Todo se centra en la boca. Morder y succionar es la manera de obtener placer para un bebé.

  • La anal- A partir del segundo año. La conducta se centra en la excreción.

  • La fálica- Entre los tres y los cinco años. En esta etapa tienen lugar el conocido complejo de Edipo o de castración.

  • La latente- Entre los seis años y la pubertad. Se priorizan el aprendizaje y el desarrollo cognitivo, quedando la libido como aletargada.

  • La genital- Alcanzada la adolescencia acaba imperando la madurez sexual.

Por último, la quinta tipología de Freud es el modelo estructural, en que vuelve a dividir la mente en tres instancias que se desarrollan a lo largo de la infancia:

  • El Ello- Presente desde el nacimiento, implica nuestra faceta más animal. O instintiva. Se centra en la necesidad constante de conseguir placer.

  • El Yo- Concebido como un desarrollo del ello, surge a partir de los dos años y se rige por el principio de la realidad. Más enfocado hacia el exterior, nos lleva a considerar en las consecuencias de nuestras acciones y nos empodera para reprimir las pulsiones del ello.

  • El Superyó- Se erige como una especie de yo ideal, que supervisa los contenidos de las otras dos instancias y reprime lo que considera que no se ajusta a la moralidad aprendida.

La influencia de Freud fue notoria en la manera de enfocar la investigación sobre la personalidad humana. Muchos de sus discípulos se dedicaron a elaborar nuevas teorías, pero destacó uno en especial: Carl Gustav Jung.


Nacido en Suiza en 1875, este psicólogo y psiquiatra fue clave en la etapa inicial del psicoanálisis y, más tarde, fundó la Escuela de Psicología Analítica. Para él las cuatro funciones psicológicas que nos definen son: pensar, sentir, percibir e intuir. Basándose en ello y en los conceptos de introversión y extraversión, ideó una tipología en la que describió ocho tipos de personalidad:

  • Reflexivo-introvertido: Personas más centradas en sí mismas que en lo que ocurre a su alrededor. Inquietud por las ideas.

  • Sentimental-introvertido: Personas poco habladoras, pero capaces de mostrar simpatía y empatía y de establecer vínculos afectivos con las demás.

  • Sensación- introvertido: Personas con una sensibilidad especial, que pueden acabar desarrollando aptitudes artísticas.

  • Intuitivo-introvertido: Personas que fantasean con el futuro y lo que está por venir, olvidándose de prestar atención al presente. Soñadoras.

  • Reflexivo- extravertido: Personas con una forma muy concreta y que no cambia con el tiempo, fruto de lo que ven a su alrededor. Intentan imponer su visión de la realidad al resto de personas.

  • Sentimental-extravertido: Personas muy empáticas, que conectan fácilmente con las demás y disfrutan de su compañía. Marcadas habilidades sociales.

  • Sensación- extravertido: Personas muy dadas a experimentar sensaciones nuevas y a la búsqueda del placer en la interacción con los demás.

  • Intuitivo-extravertivo: Personas emprendedoras, que no dejan de involucrarse en proyectos y aventuras nuevas, para lo que no dudan en buscar el apoyo de otras personas, independientemente de si éstas recibirán algún beneficio o no.

La tipología de Jung inspiró a otros investigadores a la hora de elaborar sus propias tipologías. Uno de ellos fue Cattel, quien elaboró el conocido test de los 16 factores de personalidad, utilizado ampliamente en procesos de selección de personal.

Últimamente, parece que hemos pasado de hablar de conceptos abstractos como la introversión y la extraversión a preferir hablar de colores. Las personas ya no nos parecen tímidas ni prepotentes, ahora hemos pasado a ser como las fichas del parchís: rojas, amarillas, verdes o azules.


De esta nueva forma de interpretar la personalidad del ser humano trata el libro El hombre que estaba rodeado de idiotas, de Thomas Erikson.

¿Cuántas veces no nos habremos sentido de la misma forma al intentar comunicarnos con alguien y sentir que es como darse cabezazos contra un muro?

¿Cuántas veces no nos habremos preguntado si los raros somos nosotros? No puede ser que sea tan difícil entendernos. Pero el caso es que esa sensación la tenemos más a menudo de lo que nos gustaría.

El autor del mencionado libro trata de dar respuesta a estas preguntas explicándonos cómo son los cuatro tipos de personas que lucen los diferentes colores y por qué hay personas con las que, por más que nos esforcemos, no llegaremos a entendernos nunca

Dice Erikson que, en la mayoría de los casos, lo que vemos de los otros es la conducta adaptada, la máscara que nos ponemos para afrontar una situación determinada.

Para él los rojos y amarillos serían extravertidos, mientras que los verdes y los azules serían introvertidos. Los rojos y azules se centrarían en las tareas y en la resolución de los problemas, mientras los verdes y los amarillos se centrarían en las relaciones interpersonales.

Para definir a los rojos (dominantes) utiliza los siguientes adjetivos:

Resueltos, ambiciosos, obstinados, solucionadores, enérgicos, competitivos, vigorosos, curiosos, directos, emprendedores, decididos, impacientes y asertivos.

Para los amarillos (influyentes) opta por estos otros adjetivos:

Sociables, convincentes, verbales, abiertos, positivos, empáticos, optimistas, espontáneos, sensibles y necesitados de atención.

De los verdes (estables) cree que son;

Pacientes, fiables, atentos, controlados, amables, perseverantes, saben escuchar, amistosos, cautelosos y comprensivos.

Y ve a los azules (analíticos) como:

Investigadores, cautelosos, sistemáticos, precisos, rigurosos, lógicos, convencionales, distantes, objetivos, perfeccionistas, metódicos, respetuosos con las normas y estrictos.

Pese a lo novedosa que nos pueda parecer esta colorida tipología, no nos muestra nada que no nos hayan mostrado ya otras anteriores o la combinación de algunas de ellas.

La personalidad roja, para Hipócrates, sería clasificada como colérica. La amarilla se ajustaría a la conducta sanguínea, la verde a la conducta melancólica y la azul a la conducta flemática.

Pero, ¿podemos, realmente, encasillar de un modo tan simplista a las personas y a sus conductas?

Si partimos de la evidencia de que no hay dos personas iguales, pues somos el producto de la interacción de nuestra herencia genética con nuestras circunstancias particulares, hemos de reconocer que nadie puede ser considerado de un solo color. Todos podemos tener rasgos de personalidad roja, amarilla, verde o azul en algún momento, al margen del color que predomine en nuestra conducta.

Podemos ser más tímidos de muy jóvenes e ir ganando seguridad en nosotros mismos a medida que vamos madurando. Podemos tener épocas de gran optimismo y sentir que se nos desinfla el entusiasmo pasados unos años, en función de la realidad que estemos viviendo. Podemos ser enérgicos durante mucho tiempo y relajarnos después, al sentir que no tenemos necesidad de machacarnos tanto. Y también podemos ceñirnos a las normas y tratar de hacerlo todo de la forma más impecable posible hasta que llega un día en que nos permitimos los errores y dejamos de ser tan inflexibles con nosotros mismos y con los demás.

Lo ideal es ser consecuentes con lo que creemos y con la imagen que tenemos de nosotros mismos. ¿Qué necesidad hay de que nos encasillen como rojos, amarillos, verdes o azules?

Todos somos seres imperfectos. Por eso estamos vivos y seguimos aquí: para seguir aprendiendo, para encontrar en cada nueva experiencia una nueva oportunidad de corregirnos a nosotros mismos y de intuir las razones que llevan a los demás a ser como son y a hacer lo que hacen. Tal vez sintamos, todos, que estamos rodeados de idiotas, cuando nos cuesta tanto hacernos entender y respetar. Pero nos olvidamos de que todos esos individuos que nos rodean pueden estar pensando exactamente lo mismo de nosotros.

Conocer plenamente a un ser humano es el reto más arriesgado que puede proponerse otro ser humano. Porque, lejos de ser transparentes, somos más bien como el río al que se referia Heráclito. Nada en nosotros permanece inalterable.



Estrella Pisa

Psicóloga col. 13749


Bibliografia consultada:

El hombre que estaba rodeado de idiotas, de Thomas Erikson. Random House Grupo Editorial- 2017.


Comentarios

  1. Hola Estrella, muy útil el artículo. El otro día vi también por bloguers que alguien hablaba de este libro, despertó mi curiosidad y ahora con tu entrada más todavía, quizá lo leo.
    Gracias por la información.
    Un abrazo. :)

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    1. Muchas gracias, Merche.
      Este tipo de libros está bien leerlos como curiosidad, pero en lo referente a personalidad humana, nunca podemos dar nada por hecho. Las personas no somos entes estáticos, sino que continuamente estamos evolucionando tanto por dentro como por fuera. Cada experiencia nos va modelando y puede hacernos cambiar hasta límites que ni sospechamos.
      Un fuerte abrazo.

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  2. Hola, Estrella.
    Qué interesante esta publicación, con las distintas evoluciones de las teorías sobre las clasificaciones de los tipos de personalidad. Como comentas, con la enorme cantidad de personas, es muy complejo centrarlo todo en unos pocos tipos, sea cual sea la clasificación que se utilice. Enhorabuena por la claridad por la claridad en la exposición.
    Un enorme abrazo :-)

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    1. Muchas gracias, Miguel.
      Cada época ha tenido sus modas, también en la forma de acometer el estudio de la personalidad humana. En este momento, en el campo en el que trabajo, se lleva mucho eso de encasillar a los candidatos en los colores que recoge el libro. Pero a mí este sistema no me convence, porque generaliza demasiado y nos olvidamos de que cada persona es un mundo. Cuando se pase esta "moda", vendrán otras que quizá traten de explicarnos lo mismo, pero cambiando los nombres. Es un clásico.
      Un fuerte abrazo.

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  3. Ordenar la realidad es algo que en efecto ha atraído siempre al ser humano, pero la propia clasificación d elas personas es una muy compleja labor, dada la aleatoridad de la naturaleza human. Sin embargo creo que compartimos actitudes y formas de personalidad que pueden coincidir. Lo que está claro es que haces una completísima descripción y muy bien razonada de estas clasificaciones. He disfrutado mucho con tu post. Enhorabuena.
    Si te parece bien, te invito a leer y comentar mi último relato:

    https://marcosplanet.blog/el-dragon-la-princesa-y-la-dama-de-honor/

    Gracias de antemano.

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    1. Muchas gracias, Marcos.
      Me alegra que te haya gustado.
      Un fuerte abrazo.

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  4. Hola, Estrella, me ha encantado leer este artículo en el que nos haces un desarrollo diacrónico de todos los autores que has pretendido encasillar la personalidad humana.
    Qué verdad es que al ser humano le gusta ordenar conceptos, encasillar, agrupar, es su manera de ir aprendiendo. De ver un cielo estrellado y monótono, a agrupar las estrellas en constelaciones hay un gran paso. Nos ayuda a mirar de otra manera y a comprender mejor la realidad.
    Estoy contigo en que todas esas clasificaciones han ayudado a conocer mejor las características y la personalidad del ser humano, pero como este evoluciona, cambia..., nada permanece inalterable.
    Un abrazo!

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    1. Muchas gracias, María Pilar.
      Las personas somos mucho más que el carácter que nos precede y que las etiquetas que se empeñan en colgarnos como un San Benito. Afortunadamente, cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de decidir cómo actuamos ante cada situación y cómo interpretamos todo lo que nos pasa. Ser conscientes de ese grado de libertad del que todos disponemos, es la clave para cambiar el chip y pasar de sentirnos víctimas a responsabilizarnos de cada una de nuestras decisiones.
      Un fuerte abrazo.

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