Distancia u Olvido
"Dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esa razón" ¿Cuántas veces no nos habremos deleitado con ese bolero? Y, ¿cuántas otras no nos habrá despertado la curiosidad por averiguar si realmente dejamos de querernos cuando ponemos distancia de por medio?
Términos como distancia, olvido o nostalgia son muy recurrentes en los poemas y en las canciones románticas. Es como si, forzosamente, tuvieran que acompañar al amor que se establece entre dos personas.
Una vez le pregunté a un amigo si quería o no a su pareja, pues parecía tener dudas. Su respuesta me dejó sin palabras: ¿Qué es querer?
Me dio qué pensar mucho tiempo y llegué a la conclusión de que cada persona tiene una idea propia de lo que significa ese verbo. De ahí que, cuando nos dicen "Te quiero" no podamos interpretar a la ligera lo mismo que sentimos nosotros cuando se lo soltamos a otra persona o incluso a la misma.
Imagen encontrada en Pixabay |
Hace pocos días, uno de mis primos me explicaba que, cuando a él le dicen te quiero, él se pregunta: "Me quieres, pero ¿para qué?
Y también me está dando mucho qué pensar. Porque a veces el amor está lleno de trampas y manipulaciones de las que no somos muy conscientes hasta que nos sorprendemos atrapados entre la espada y la pared.
La mayor manipulación es intentar cambiar a la persona a la que decimos querer tanto. Cambiarla para que se ajuste más a nuestro ideal de pareja. Recortarle las alas para que vuele a nuestra misma altura y con los ojos puestos en nuestros mismos objetivos. Vigilarla de cerca para que no ose hacernos sombra en ningún momento. Desconfiar de sus pasos por miedo a que nos engañe o nos traicione. Bajarle los humos para que le quede muy claro quien manda en la relación y tratar de desacreditarla por temor a que se haga más grande que nosotros y acabe abandonando la realidad que le estamos ofreciendo porque se le quede pequeña y necesite explorar otras que la oxigenen y le permitan seguir creciendo hacia su mejor versión.
Si queremos a alguien de verdad, tenemos que hacerlo respetando todas sus parcelas. Porque las personas somos un pack de cuerpo y mente. No podemos admirar a uno y detestar a la otra, ni viceversa. Cuando nos asusta la manera de pensar de alguien, pero a la vez sentimos una atracción irrefrenable hacia su persona, tenemos un problema inminente, pero no con esa persona, sino con nosotros mismos. ¿Cómo podemos volvernos locos por alguien que piensa justo lo contrario de lo que pensamos nosotros? ¿Acaso hemos empezado a cuestionar, sin atrevernos a decirlo en voz alta, nuestras propias convicciones? ¿Por qué no explorar esa posibilidad en lugar de imponerle a ella nuestra forma, quizá equivocada, de entender la vida?
Pero, nos cuesta tanto eso de descubrir la paja en nuestro propio ojo, que siempre arremetemos contra el ojo ajeno. Es la vía más rápida y también la más fácil, porque nos permite quedarnos como estamos, cómodamente sentados en nuestra zona de confort, mientras obligamos a los que tenemos al lado a comulgar con nuestras ruedas de molino y a hacer de tripas corazón para seguir a nuestro lado. Simplemente porque nos quieren o creen que nos quieren. Pero, ¿se han preguntado alguna vez para qué nos quieren o para qué les queremos nosotros a ellos?
Dicen que, si tenemos que forzar algo para que se ajuste a nosotros ya empezamos mal, porque seguramente no es de nuestra talla. El amor no tendría que apretar ni doler. Debería ir siempre de la mano del respeto y de la aceptación. Si quien dice querernos tanto no es capaz de respetar nuestro derecho a seguir siendo como somos, que nos quiera de verdad y se eche a un lado para dejarnos seguir explorando. Hay más hombres y mujeres a los que conocer y, entre ellos, puede hallar la persona que se ajuste a sus expectativas. No tenemos por qué amargarnos la existencia tratando de cambiar a quien ya está feliz siendo como es y negándonos la evidencia de que, quizá, quienes deberíamos cambiar somos nosotros, que somos los que parece que nunca estamos a gusto con nada ni con nadie.
Poner distancia suele ayudar a pasar página a aquellos que han logrado trabajarse un buen autoconcepto de sí mismos. No les ocurre lo mismo a quienes han acabado alejando a sus parejas porque no aguantaban más sus maquinaciones absurdas para retenerlas a su lado. Para estas personas que han sido dejadas por imposibles la distancia es como un acelerante que aviva aún más el fuego que arde en su particular infierno. Lejos de tratar de aprender de sus errores, lo que hacen es concentrar todo su odio y su rencor en la persona que les ha abandonado. Nunca reconocerán todo el daño que han infringido ni se cuestionarán ninguno de sus actos. Lo más terrible es que, cuando entablen otra relación de pareja con una nueva persona, se limitarán a repetir el mismo patrón que con la primera. Porque es cómo ellos creen que han de hacerse las cosas y no se les pasa por la cabeza que pueda haber una manera menos trágica de experimentar la vida.
Estas situaciones no sólo se dan en el ámbito de las parejas, sino también en el resto de relaciones familiares y también entre los amigos. Siempre habrá alguien que afirmará querernos mucho, pero en el fondo querrá cambiarnos para que nos ajustemos mejor a su ideal. Porque tal vez le guste cómo nos comportamos con él o con ella, pero no soporte cómo nos vestimos, o alguna de nuestras aficiones, o que votemos en un sentido o en otro, o que seamos religiosos o manifestemos abiertamente nuestro ateísmo.
Escribió Jorge Bucay en Amarse con los ojos abiertos que querer a alguien es ayudarle a que sea quien es, independientemente de que, después, ese alguien decida seguir a nuestro lado o marcharse.
Aunque aquellos o aquellas que hemos querido y nos han querido se marchen de nuestro lado o seamos nosotros quienes nos alejemos del suyo, la distancia que nos separe no tiene por qué convertirse en olvido, a menos que una enfermedad nos impida recordar.
Si estamos a gusto con las personas que somos ahora mismo, no podemos renegar de todo lo que hemos sido y vivido hasta llegar aquí, pues gracias a cada paso andado, hoy somos quienes somos, le pese a quien le pese.
Otro amigo me escribió hace muchos años que el amor y el odio son dos sentimientos que, de tan extremos, se tocan. Solo podemos odiar algo o a alguien si antes lo hemos amado. De no ser el caso, lo que sentiríamos no seria odio, sino indiferencia. Y ese odio en el que se transforma el amor, si pudiésemos radiografiarlo, veríamos que no lo sentimos hacia ese alguien, sino hacia nosotros mismos, por no haber sido capaces de salvar la diferencia que nos separó de esa persona y de mantenerla en nuestra vida, aunque sea en la distancia.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749
Hola, Estrella, qué difícil es esto del amor, del olvido, del quererse y del odiarse... Porque sí, como dices, todos van un poco unidos, porque son como los antónimos o algo así...
ResponderEliminarNo por estar en distancia se olvida y, a veces, se olvida, aún incluso, estando juntos. La distancia lo que provoca es el no ver y esto hace que no tengas nuevos recuerdos o que vayas olvidando algunos de esos recuerdos; pero creo que nunca se llega a olvidar si hubo amor. Como decía Neruda: es tan corto el amor y tan largo el olvido... Pues eso.
Me hiciste reflexionar, buen artículo.
Un abrazo. :)
¡Qué texto tan profundo, Estrella!
ResponderEliminarMe ha encantado cómo desmenuzas el concepto del querer, ese verbo que usamos con tanta facilidad pero que, cuando lo miramos de cerca, se vuelve escurridizo y subjetivo. Lo que mencionas sobre la manipulación disfrazada de amor me parece una reflexión necesaria: muchas veces confundimos querer con poseer, con moldear al otro para encajar en nuestra idea de pareja o amistad, sin darnos cuenta de que el verdadero cariño debería ser un espacio de libertad y respeto mutuo.
Además, la idea de que la distancia no siempre es olvido, sino una forma de preservar lo valioso sin forzarlo, me ha resonado muchísimo. Hay personas que siguen con nosotros aunque no las veamos, porque lo importante no es la presencia física, sino lo que dejaron en nuestra forma de sentir y de mirar la vida.
¡Un abrazo! 😊
El texto aborda el amor, la autenticidad y las dinámicas relacionales. Critica cómo el amor puede disfrazar control y egoísmo, contrastándolo con un ideal de respeto mutuo. Entiendo que la exploración que haces contempla cómo la distancia afecta las relaciones, sugiriendo que no siempre lleva al olvido, sino que depende del autoconcepto. Propones que querer auténticamente implica aceptar al otro tal como es, sin imponer cambios, simbolizado en “somos un pack de cuerpo y mente”.
ResponderEliminarEste texto tiene una profundidad emocional y una sinceridad que me conmovieron. Me encanta cómo partes de una cita conocida para abrir un diálogo interno que se expande a temas complejos como el amor, el respeto y la identidad. Las anécdotas personales (las preguntas del amigo y el primo) le dan un toque auténtico que hacen las reflexiones más relatables, mientras que las metáforas como “recortarle las alas” o “el amor no debería apretar” son potentes y memorables.
Te felicito, Estrella.