Nueve Años Blogueando

 

La vida es un viaje en el que nunca dejamos de explorar nuestro entorno ni de explorarnos a nosotros mismos. Igual que nuestro corazón no deja de latir ni aún cuando dormimos, la vida tampoco se toma descansos. Simplemente avanza. A veces a pasos lentos, otras veces con ansia. Nos lleva de la mano desde que empezamos a gestarnos en el vientre de nuestras madres hasta que nos abandona en un suspiro en nuestro lecho de muerte o tras el fuerte impacto de un accidente inesperado, ya sea en nuestra propia casa, en medio de la calle, en el centro de trabajo o en un campo de batalla.

La vida es efímera y a veces nos reserva golpes de efecto que no atendemos a comprender. Porque es salvaje, indisciplinada y caprichosa. Pero, al tiempo, también es hermosa, tremendamente sabia y muy digna de que la experimentemos con los cinco sentidos despiertos.


El inicio de cada etapa que vivimos suele venir marcado por algún acontecimiento concreto que nos hace replantearnos algunas cosas y decidir que hemos de poner un punto y aparte en lo que vienen siendo nuestras rutinas habituales. Acontecimientos de este tipo pueden ser el inicio de la escuela primaria o del instituto, el primer amor, el primer trabajo, la pérdida del padre o de la madre, el inicio de la convivencia con la persona que amamos, el nacimiento del primer hijo o hija, un cambio de residencia que nos lleva a otra ciudad o incluso a otro país.

Todas esas experiencias nos cambian la vida, porque nos obligan a abandonar nuestras zonas de confort para adaptarnos a otros ambientes y a otras sensaciones que, en principio, nos inspiran más miedo que confianza.

Pero hay veces en que, sin que se produzca un cambio tan notorio en nuestras vidas, tomamos decisiones que nos llevan a abrir de par en par unas ventanas invisibles por las que empezamos a sentir que entra un nuevo aire fresco y nos invitan a salir por ellas, aunque a los ojos de quienes nos acompañan en el plano físico, no nos estemos moviendo del sofá.

Es lo que experimentamos cuando leemos, pero también cuando escribimos. Se establece una conexión muy especial entre ese libro, que puede ser en papel o electrónico, y nuestra mente, que se va abriendo con el transcurrir de las páginas hasta el punto de que, cuando llegamos al final, sentimos que ya no es la misma mente. Quizá porque ahora ha aprendido cosas que desconocía y que la obligan a reiniciarse y a resetearse.

Cuando escribimos, por mucho que intentemos no hablar de nosotros mismos, acabamos dotando a nuestros personajes de todo el coraje que en el fondo sabemos que a nosotros nos falta y de todos los defectos que no queremos reconocer en nosotros mismos, cuando nos quedamos a solas frente a un espejo.

El primer paso para solucionar un problema es reconocer que ese problema existe. Si, en lugar de determinarnos a encontrarle una solución, lo que hacemos es seguir negándolo, difícilmente nos lo quitaremos de encima. Y, cuanto más tiempo dejemos pasar, más áreas de nuestra mente habrá contaminado. Escribir para uno mismo es un ejercicio que nos permite airear nuestros fantasmas y, a base de habituarnos a su presencia, ir perdiéndoles el respeto y armarnos de la suficiente seguridad en nosotros mismos como para pedirles abiertamente que dejen de amargarnos la vida y se vayan con viento fresco.

Una vez conseguimos deshacernos del lastre de nuestros propios fantasmas, el siguiente paso, si le hemos cogido el gusto a eso de escribir, es intentar empezar a escribir para otros. Por muy humildes que queramos ser, a nadie le amarga un dulce y, cuando hemos disfrutado escribiendo una historia, lo que nos apetece es compartirla con los demás y saber si les ha gustado. Llegar a este punto supone atreverse a cruzar una línea roja. Exponerse a los juicios ajenos perdiendo el miedo a la crítica y el pudor ante la idea de mostrar ante los demás una parcela de nuestra privacidad.

A mí, personalmente, me costó mucho cruzar esa línea roja. Lo hice el día que, al abrir esa ventana imaginaria, me topé con la blogosfera y encontré en ella un pequeño espacio en el que alojar Sinaptando. Ese día, de hace nueve años, empezó a marcar un antes y un después en mi camino de aprendizaje. Un camino que ha dado para muchos artículos de temáticas relacionadas con la psicología, pero que, principalmente, han versado sobre relaciones humanas.

Si tuviera que destacar algo de Sinaptando, me decantaría, sin duda, por la calidad de los comentarios que han ido dejando sus seguidores a lo largo de todo este tiempo. Han sido un impulso continuo para seguir adelante, documentándome sobre nuevos temas, ampliando conocimientos sobre viejos contenidos, leyendo a nuevos autores que me han ido descubriendo esos mismos seguidores, creciendo con cada nuevo post que he ido leyendo de otros bloguers, compartiendo infinidad de ideas, reflexiones, conceptos y abrazos. Muchos abrazos virtuales que he sentido tan cálidos como si hubieran sido físico.

Si Sinaptando ha cumplido nueve años ha sido gracias a todo vuestro apoyo y vuestro respeto.

Cada uno de vosotros sois un impagable ejemplo de lo que somos capaces de lograr cuando nos enfocamos en aquello que nos une y nos olvidamos de aquello que podría separarnos.


Mil gracias por compartir conmigo este increíble viaje.


Un enorme abrazo.



Estrella Pisa.

Comentarios

  1. ¡Nueve años blogueando, qué gran logro! No conocía Sinaptando hasta ahora, pero ha sido un placer descubrirlo con esta entrada. Me ha gustado mucho cómo describes el proceso de escribir y compartir, ese paso de la escritura íntima a la apertura al mundo. Es un reto, pero también una forma increíble de crecer y conectar con los demás.

    Enhorabuena por el camino recorrido y por la comunidad que has construido. ¡Que sigan muchos más años de buenas letras! 😊
    Tarkion.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por todo lo que dices, Miguel.

      Hay quienes demonizan las redes sociales, porque sin duda encierran su parte negativa. Pero, cuando nos limitamos al buen uso de las nuevas herramientas que tenemos a nuestro alcance y evitamos el abuso, esas mismas redes pueden abrirnos infinidad de interesantes puertas. Tras cada una de esas puertas podemos conectar con personas de lo más creativas que nos ayuden, con su ejemplo, a desarrollar nuestra mejor versión.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  2. ¡Hola, Estrella! Enhorabuena por estos nueve años de blog, seguir con él, no cansarse y publicar es todo un éxito. Como tú dices, cruzar la línea entre escribir para ti y para otros, es difícil, pero un blog lo resuelve perfectamente.
    He sentido curiosidad y he buscado a ver cuánto tiempo llevo yo con mis blogs, el de manualidades lo abrí en el 2010, aunque ya no publico casi nada ahí; y el de escritura llevo con él desde el 2017. Madre mía cómo pasa el tiempo.
    Un abrazo. :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Merche.
      Como bien dices, el tiempo pasa muy deprisa. De ahí la importancia de centrarnos en el presente y de aprovechar cada minuto, porque todos los instantes que dejamos pasar ya no vuelven.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas Populares